Estamos viviendo una de las eras más interesantes en términos de avances tecnológicos. Partiendo de la base de que las capacidades tecnológicas desde la perspectiva del hardware están y estarán cubiertas, podemos centrarnos en dos dimensiones que mueven la aguja en la transformación digital: aplicaciones y talento.
Las aplicaciones han ido creciendo en forma exponencial de la mano de grandes empresas de software como servicio como Salesforce, Google, Microsoft, SAP, Amazon y Oracle, que se han convertido en ecosistemas de aplicativos y nos han llevado a migrar a la nube, a tener arquitecturas digitales y microservicios, facilitando la capacidad de imaginar procesos de valor para los usuarios y contar con suficientes herramientas para hacerlos realidad.
El internet nos permite tener una vitrina global para observar un sinnúmero de ejemplos de experiencias de cliente. Por ejemplo, hoy el videocommerce es una realidad y es una de las mayores tendencias de compra en Asia y cada uno de los gigantes tecnológicos cuenta con una solución para poder desarrollar videocommerce u omnichannel propios.
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Y así es como llegamos a la gran pregunta, si el hardware está listo y la capacidad de crear aplicativos es prácticamente infinita, ¿qué detiene a las empresas para poder ser una máquina de constante transformación?
La respuesta en general es el talento. Y me atrevo a decir que es uno de los principales, si no es que el principal reto para la siguiente década tanto para empresas emergentes como para grandes compañías.
¿Por qué no es tan fácil ejecutar proyectos de tecnología? Casi en su mayoría, las capas de mandos medios que hoy trabajan en la empresa tienen entre cinco y ocho años de haber concluido sus estudios, por lo que las tecnologías con las que tuvieron contacto en su etapa universitaria no se parecen a las que están viendo en su vida profesional y, peor aún, muchos de los nuevos proyectos son para cambiar la tecnología de la empresa, por lo que los años de experiencia actuales sirven de poco, pues lo que se busca es cambiar totalmente de tecnología.
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Esta brecha se ha hecho cada año aún mayor y si lo escalamos a los directores es cada vez más retador poder escoger la combinación tecnológica correcta que será escalable, se adaptará a casos de uso nuevos que no estamos imaginando en el momento de selección y que tenga un buen caso de negocio entendiendo que hay plataformas más caras de mantener que otras. Todo se puede hacer desde open source hasta lowcode,por lo que el océano de opciones se vuelve cada año más amplio y complejo de navegar.
Otro de los grandes problemas es la velocidad, ¿cuánto le cuesta a una empresa el tiempo para cubrir una vacante? La respuesta está en el tipo de proyecto para el cual se está buscando, pero normalmente cuesta anualmente entre el 1 y el 3 por ciento de las utilidades el no tenerla a tiempo y poder producir.
Todos los días nacen nuevas aplicaciones tecnológicas y nuestros empleados un día a la vez se van haciendo más “obsoletos” tecnológicamente hablando. Si este problema es tan grande, ¿por qué no ocupa el primer lugar en las prioridades a resolver? Así como asignamos presupuestos millonarios para la transformación tecnológica, el lado humano de la tecnología es lo que nos da la rentabilidad y el ritmo de transformación, y esto es igual o más importante que el ROI de una plataforma.
Espero que estas líneas te inviten a reflexionar desde tu trinchera si realmente estamos dejando en la prioridad correcta que nuestros empleados sean fluidos en el stacktecnológico que estamos seleccionando. Una vez que sabemos cuál es la plataforma correcta deberíamos de comenzar a crear nuestras academias de transformación digital para preparar a nuestro más valioso activo, las personas, y evitar que nos pase por encima la transformación digital. N
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Guillermo Garza es jefe de estrategia de clientes en NTT Data. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.