Hemos escuchado hasta el cansancio acerca de los automóviles
sin conductor. Lo que sigue es la cocina sin cocinero.
Hay muchas cosas cocinándose en ese ámbito. Los inversionistas
han puesto mucho dinero en nuevas empresas de “tecnología alimentaria”, y los
empresarios profieren sabrosas frases como “el nuevo restaurante no es ningún
restaurante”. Distintos maestros en administración de empresas de Stanford,
aplicando el tipo de pensamiento de hoja de cálculo que podrían usar para
mejorar la eficiencia de una cadena de suministro, hablan ahora sobre cómo
piensan reducir nuestro “tiempo de comida”.
Todo ello podría sonar un poco recalentado, pero para ser
justos, la tecnología de los alimentos no ha experimentado ningún cambio
profundo desde la introducción del horno de microondas en 1955. Al tiempo que
los datos, la inteligencia artificial y la robótica se intersectan en nuestra
casa, la comida diaria está preparada para una disrupción. La habitación a la
que denominamos cocina podría terminar siendo tan pintoresca como una chimenea:
agradable, pero innecesaria.
Munchery, por ejemplo, permite que sus clientes ordenen
alimentos recién preparados mediante una aplicación móvil. Los alimentos
congelados son entregados en aproximadamente treinta minutos y luego podemos
lanzarlos directamente al microondas o refrigerarlos para usarlos durante la
semana. Aunque esto podría sonar muy poco más inteligente que la entrega de
pizzas de Domino’s, Munchery acaba de obtener otros 85 millones de dólares, por
lo que ahora el valor de la compañía ronda los 300 millones (la capitalización
de mercado de Krispy Kreme es sólo de aproximadamente cuatro veces esa cantidad).
Nuevas empresas con nombres como Blue Apron, DoorDash, HelloFresh and ChowNow
están obteniendo inversiones de una magnitud semejante. En 2014, las compañías
de tecnología alimentaria de Estados Unidos obtuvieron más de mil millones de
dólares, e India, Europa y China se han convertido en regiones candentes para
las nuevas empresas de tecnología alimentaria.
Si el objetivo final fuera sólo lograr una forma novedosa de
entregar los alimentos, la oleada de inversión parecería una locura de los
inversionistas, impulsada por una burbuja. Pero recordemos que Facebook fue
alguna vez un anuario universitario en línea; nadie sabía que cambiaría la
naturaleza de los círculos sociales. Tal vez algunas de estas compañías
provocarán una transformación igualmente profunda en las comidas.
Si agitamos la olla un poco, podremos ver cómo las nuevas
tecnologías se unirán para cambiar la cocina. Tomemos como ejemplo una empresa
con sede en el Reino Unido, llamada Whisk. Fue puesta en marcha por Nick
Holzherr, que es más o menos famoso en el Reino Unido porque promovió su idea
en la versión de ese país del programa The
Apprentice,que fue rechazado por Lord Sugar, su anfitrión al estilo de
Donald Trump, quien gruñó: “¿A quién podría importarle?” Whisk, por ahora, es
una aplicación que automatiza listas de compras en nuestro teléfono. Un usuario
puede encontrar una receta en línea, subirla a Whisk, y la aplicación añadirá a
la lista los artículos necesarios. Es posible consultar la lista en la tienda
de comestibles, o en algunos mercados se puede utilizar para ordenar
automáticamente un servicio de entrega.
Detrás de esa idea tan sencilla, Holzherr tiene otra idea más
grande: mientras Whisk recopila datos sobre recetas, ingredientes y gustos de
los usuarios, la compañía planea desarrollar un “genoma alimentario”, una
alusión al Music Genome Project (Proyecto Genoma Musical) de Pandora que
analiza los rasgos de las canciones. Como me explicó Holzherr, una vez que
Whisk tiene datos sobre alimentos y sobre las preferencias de los usuarios,
puede realizar sugerencias de alimentos semejantes, como un servicio de
descubrimiento de alimentos. Podremos decirle a Whisk que queremos probar un
nuevo plato indio de menos de seiscientas calorías, y la aplicación podría
presentarnos una receta adaptada a lo que sabe que nos gusta.
Conforme las comidas se vuelven digitales, compañías como Whisk
y Munchery aprenderán muchísimo sobre los ingredientes, las recetas, las
tendencias y los gustos de sus clientes. Eso cambiará la manera en que compramos
y comemos la comida, de forma muy semejante a la manera en que Pandora y
Spotify están cambiando la manera en que escuchamos y compramos música.
Los tecnólogos también trabajan en la mecánica de la cocina. Un
par de antiguos desarrolladores de Apple han creado un horno llamado June, que
supuestamente reconoce la comida que se coloca en su interior y la cocina
perfectamente. La compañía dice que June es “un horno computarizado que piensa
como un chef”. También es un paso hacia una cocina que puede cocinar sola.
En la Exhibición de Electrónica de Consumo de Asia, realizada
el mes pasado, Moley Robotics mostró su cocina automatizada, que luce como si
alguien le hubiera cortado los brazos a Robocop y los hubiera clavado sobre una
mesa de cocina. Por ahora es solamente un imitador muy sofisticado: debe
registrar las acciones de un chef humano para poder cocinar la comida si los
ingredientes están colocados en sitios predeterminados con precisión, todo
dentro del alcance de los brazos. En cierto modo, no es un gran avance con
respecto a la cocina mecánica de Dick Van Dyke en Chitty Chitty Bang Bang. Pero sistemas como este se volverán más
inteligentes y más flexibles, usando inteligencia artificial para aprender cómo
preparar comidas y averiguar dónde encontrar los ingredientes. Si añadimos las
distintas invenciones que están en marcha, el cocinero robot empieza a parecer
más que el simple sueño de un nerd con diez hijos para ahorrarle trabajo.
Hay que añadir también a la mezcla al chef Watsonde IBM. Como una forma de mostrar las capacidades
computacionales de Watson,IBM lo
alimentó con una enorme cantidad de recetas de todas partes del mundo, así como
datos sobre ingredientes y la forma en que sus químicos reaccionan unos frente
a otros. La máquina desarrolló recetas que nadie más había creado, en ocasiones
por una buena razón, a menos que un burrito de carne de res con chocolate y
frijoles de soya verdes te parezca apetitoso. La computadora tiene incluso su
propio libro de cocina, Cognitive Cooking
With Chef Watson(Cocina cognitiva con el chef Watson). Conclusión: ahora
una máquina puede crear recetas.
Resulta claro que estamos en camino hacia algún tipo de máquina
que sabrá casi todo lo que hay que saber acerca de las combinaciones de
alimentos y que será capaz de recopilar conocimientos íntimos de los gustos de
las personas a las que servirá. La robótica se está volviendo tan competente de
manera tan rápida que no hay ninguna razón para pensar que los cocineros robot
no dejarán su huella en las empresas de preparación de alimentos en volúmenes
altos y, después, en cada hogar. Mezclemos un chef robot con datos de comida e
inteligencia artificial, y obtendremos un cocinero doméstico que puede ser tan
bueno como cualquier chef famoso, e incluso como nuestra madre.
Luego podríamos preguntarnos sobre la naturaleza de la cocina.
Tal vez la mejor manera de automatizar la cocina será construir una cocina
adecuada para los robots en lugar de los seres humanos: una unidad
autocontenida y autolimpiadora de estufas y brazos y licuadoras en el sótano
que envía platos terminados a través de un camarero mudo (o en 2025
probablemente será un camarero inteligente.) Las personas que realmente quieran
cocinar serán como las personas que realmente quieran hacer su propia carpintería.
En lugar de una cocina a escala humana como un espacio predeterminado en
cualquier hogar, será algo que cada uno podrá decidir si instala o no, como un
taller de carpintería.
Todo esto da un nuevo giro a la conocida frase de que “el softwarese está comiendo al mundo”.
Creo que terminaremos como si comiéramos software.