Los japoneses tienen un dicho: “El clavo que sobresale es martillado de vuelta”. Esto significa que es mejor mezclarse que resaltar. Para la mayoría de los japoneses, mezclarse no es un problema: la nación isleña de alrededor de 127 millones de habitantes es una de las sociedades racialmente más homogéneas en el planeta. Según el World Factbook de la Agencia Central de Inteligencia, la etnicidad japonesa suma 98.5 por ciento de su población. Las etnicidades coreana y china suman la mayor parte del otro 1? por ciento. Sobre todo en las áreas rurales, la mayoría de los japoneses nunca ve alguien que no sea japonés.
Así, cuando resaltas en Japón, en verdad resaltas. La reina de belleza Ariana Miyamoto resalta. No sólo porque la mujer de 20 años es alta, delgada y bendecida con pómulos inmaculados y una sonrisa que parece auténtica aun cuando uno sabe que no puede serlo; estas cosas, aunque lindas, no son algo fuera de lo ordinario para una modelo, lo que es Miyamoto.
Miyamoto resalta porque es mitad negra. El censo japonés no registra información sobre raza o etnicidad, por lo que es difícil decir con exactitud cuántas personas mestizas tiene el país, pero son relativamente raras.
Para una reina de belleza, resaltar por lo general es considerado algo bueno. Incluso los japoneses admitirían esto. Aun así, algunos estuvieron menso que complacidos cuando Miyamoto se marchó con la corona en el concurso de Miss Japón en marzo. Su queja no fue que ella no fuera lo bastante bonita –ciertamente lo es– sino más bien que no es lo bastante japonesa.
“La representante de Nagasaki para Miss Universo Japón es en verdad hermosa, pero su rostro no se ve como el de una representante de Japón”, escribió en Twitter un crítico de Miyamoto.
“¡El rostro de Miss Universo Japón es obviamente [el de] una extranjera!”, rezongó otro.
“Eso no me sorprendió”, dijo Miyamoto con respecto a su reacción mediante un intérprete en una entrevista reciente con Newsweek. “En realidad, ya lo esperaba”.
En la Tierra del Sol Naciente, la raza y la nacionalidad están estrechamente ligadas. La gente mestiza es llamada hafu (“half”, o mitad), y muchos de ellos dicen que los tratan diferente que a los japoneses “de sangre pura”.
MISS UNIVERSO 2015
Miyamoto es hija de una japonesa y un negro de Estados Unidos. Su padre era miembro de las fuerzas armadas y estaba de servicio en una base naval en Sasebo, en Kyushu, la isla japonesa más al sur, cuando conoció a la madre de Miyamoto. Ellos se divorciaron cuando Miyamoto tenía un año, y su padre regresó a Estados Unidos. Cuando era niña, dice ella, recuerda que otros niños recelaban de tocarla por miedo a que su negritud fuera contagiosa. Otros se negaban a nadar en la misma alberca que ella.
Al contrario de algunas de sus colegas estadounidenses, nunca fue una bebita con tiara. El primer concurso en que participó fue Miss Nagasaki 2015 en noviembre, dice ella. Ese triunfo la clasificó para competir en Miss Japón 2015, el cual también ganó. El próximo año ella representará a su patria en el concurso de Miss Universo 2015 de Donald Trump en Miami.
Miyamoto dice que decidió entrar al mundo de los concursos de belleza cuando una amiga suya, también mestiza, se suicidó, lo cual, dice Miyamoto, fue un resultado directo de los retos singulares que enfrentan los hafu en la sociedad japonesa.
Las experiencias de Miyamoto y su amiga son comunes, dice Megumi Nishikura, una cineasta cuyo padre es japonés, su madre es irlandesa-estadounidense y cuya película reciente –titulada Hafu– explora las vidas de la gente mitad japonesa. “En Japón, tengo la experiencia cotidiana de tener que demostrar que soy japonesa”, me dice ella. “En EE UU, no tengo que demostrar que soy estadounidense. Se vuelve muy fastidioso después de un tiempo”.
En una sociedad en la que pertenecer al grupo exclusivista es la base de la armonía social, se hace sentir a los japoneses mestizos como extraños de manera rutinaria, sea intencional o no, dice Nishikura.
Con los matrimonios mixtos siendo todavía un tabú en muchos lugares, los hafu –aunque cada vez son más– siguen siendo raros, según Nishikura. Todavía más raros son los hafu negros. Eric Robinson, quien escribe sobre su experiencia como un afroestadounidense viviendo en Japón en el blog Black Tokyo, dice que los retos que enfrenta la gente negra en Japón son diferentes, pero no necesariamente más duros, que los que enfrentan los negros estadounidenses. “Cuando estoy en Japón, no me preocupa ser estereotipado”, dice él. “No me preocupa ser víctima de violencia con armas de fuego. Esas cosas no me pasan por la mente”.
“Pero es difícil superar esa noción japonesa de unicidad”, dice él. “Hacerlos comprender que Miyamoto es el nuevo rostro de Japón es un proceso muy largo”.
Muchos japoneses todavía desdeñan a las mujeres que, como la madre de Miyamoto, tienen relaciones con extranjeros. La palabra coloquial japonesa burapan, una combinación de burakku (“black”, o negro) y pansuke (libertina), se usa para ridiculizar a las mujeres que prefieren parejas negras, dice Robinson. Y este año, el grupo japonés de hip-hop Rats & Star estaba programado para presentarse con las caras pintadas de negro ante el Club de Corresponsables Extranjeros de Japón hasta que la prensa se enteró de la actuación y el grupo la canceló.
Así, es fácil ver la selección de Miyamoto para representar a Japón en Miss Universo como una señal de que el país está avanzando en la dirección correcta. Y aun cuando muchos sí ven la selección de Miyamoto como prueba de que Japón se está volviendo más tolerante con las diferencias, otros son más escépticos. Entre ellos está Rebecca Chiyoko King O’Riain, una socióloga mitad japonesa, mitad irlandesa cuyo libro Pure Beauty: Judging Race in Japanese American Beauty Pageants examina cómo las ideas japonesas sobre la pureza racial se manifiestan en los concursos de belleza. “Sin duda, ella está cambiando actitudes”, dice O’Riain sobre Miyamoto. “Sólo que no estoy segura de que realmente las esté cambiando mucho. La otra cosa que uno debe recordar es que ella no ganó Miss Universo Japón con base en una votación pública. Éste es un panel de jueces que es muy pequeño y muy selecto”.
O’Riain argumenta que la selección de Miyamoto fue menos un símbolo de que Japón está haciendo las paces con sus complejos raciales y más una elección inteligente de los organizadores del concurso. “Si uno ve algunas de las ganadoras más recientes de Miss Universo, ella son muy altas, de apariencia muy occidental”. Y cuanta más apariencia occidental tenga una concursante, añade ella, más logra avanzar en el concurso.
Aparte de una estratagema para ganar concursos de belleza, los japoneses no parecen ansiosos por quitarse su reputación de portarse distantes con los extranjeros, a quienes llaman gaijin, o cualquiera que no se vea “típicamente japonés”. Enfrentada con una inminente escasez de fuerza laboral provocada por una población envejecida –un cuarto de los japoneses supera los 65 años de edad– la Dieta, o parlamento, categóricamente se niega a abrirle de par en par las puertas a trabajadores inmigrantes no calificados para llenar el vacío. Según una encuesta reciente realizada por el Yomiuri Shimbun, un periódico japonés conservador, sólo 37 por ciento dijo que el país debería aceptar más trabajadores extranjeros. La razón dada es la “armonía social”; muchos japoneses todavía creen que extranjeros y japoneses simplemente no pueden llevarse bien.
*Con reporteo adicional de Satoko Kogure.