Alguna vez, por
ejemplo, el viernes pasado, Josph “Sepp” Blatter era el hombre más
poderoso del fútbol, si no es que de todos los deportes. Y luego, ya no lo era.
La semana pasada, después de que Blatterfuereelegido para un inédito quinto período como presidente de la
FIFA, apenas dos días después de que el Departamento de Justiciaarrestó a 14 funcionarios o socios de la FIFA en un lujoso hotel de Zúrich,
declaró vanagloriándose, “¡Soy el Presidente de todos!” Estas palabras terminaron
siendo el equivalente contemporáneo, en el ámbito deportivo, de “¡No soy
un ladrón!”
(Dejemos que los registros muestren que Richard Nixon, al igual que
Blatter, fue reelegido en 1972 después de que el Washington Post hizo público el caso Watergate. Él también acabaría
renunciando.)
Blatter, en su 17º año como potentado del cuerpo directivo del fútbol mundial,
pasó de ser presidente de todo el mundo a ser presidente de nadie en tan sólo
cuatro días.La tarde del martes,Blatter
anunció que renunciaría.La renuncia de Blatter,
originario de Suiza, tuvo lugar apenas una hora después de que Roger Federer,
el cabeza de serie número dos, fuera eliminado del Abierto de Francia. Un nuevo
giro al término precisión suiza.
“Aunque tengo un
mandato de los miembros de la FIFA, no siento que tenga un mandato de todo el mundo
del fútbol: los aficionados, los jugadores, los clubes, las personas que viven,
respiran y aman el fútbol como todos nosotros en la FIFA”, declaró Blatter
mientras leía una declaración preparada.
La deducción lógica, para cualquiera que haya observado a Blatter adoptando
una pose desafiante con el paso de los años mientras la FIFA se anotaba un
autogol tras otro contra su propia integridad, es que el rastro del dinero debe
estar muy cerca de él. El lunes, el New
York Times informó que los fiscales federales piensan que en 2008 Jerome
Valcke, el Secretario General de la FIFA, transfirió 10 millones de dólares de
ese organismo a cuentas controladas por Jack Warner, otro funcionario de la
FIFA. Quizás recuerdes que Warner, oriundo de Trinidad y Tobago y uno de los 14
acusados la semana pasada, fue el hombre que citó un artículo en The Onion para
dar fe de la integridad de la FIFA.
Desde hace mucho
tiempo, los chanchullos de Blatter y la FIFA han sido dignos de una película de
La Pantera Rosa: Chuck Blazer, el funcionario convertido en informante que
mantenía un departamento de lujo de 6,000 dólares al mes en Trump Tower, sobre
la Quinta Avenida, únicamente para sus gatos; la concesión de la Copa del Mundo
de 2022 a Qatar, una nación cuyas únicas dos estaciones del año son Sauna y
Asado y que nunca ha enviado un equipo al torneo que se realiza cada cuatro
años; el funcionario, Nicolás Leoz de Paraguay, que pidió que le pagaran por su
voto a favor de Inglaterra como el país anfitrión de la Copa del Mundo no con
dinero sino con un título de caballero.
Durante años, Blatter y sus subalternos consideraron esa línea entre la
integridad y la corrupción de la misma forma en que los defensas miran la
espuma que los árbitros rocían en el césped antes de un tiro libre directo, y simplemente
la pisotearon hasta hacerla desaparecer. Incluso ayer, después de que Blatter
anunció su renuncia, la agencia de noticias estatal de Qatar publicó una
declaración que contradice un informe presentado por la Confederación
Internacional de Sindicatos (ITUC, por sus siglas en inglés) según la cual 1,200
trabajadores inmigrantes han muerto durante la construcción de los estadios
para la Copa del Mundo de 2022. El informe de Qatar redujo el total del ITUC en
aproximadamente, ¡ay!, 1,200 trabajadores. “Después de casi cinco millones
de horas de trabajo en los sitios de construcción de la Copa del Mundo”, decía
la declaración, “ni un solo trabajador ha perdido la vida. Ni uno solo.”
El gobierno de Qatar, al igual que Blatter y que la FIFA, parece haber
aprendido la Ley de las Relaciones Públicas de Costanza: “No es una
mentira si usted la cree, Jerry.”
Sin embargo, el
Departamento de Justicia, el FBI e Interpol, todos los cuales investigan a la FIFA,
no se dejan engañar tan fácilmente. Los investigadores han seguido la pista de
los 10 millones de dólares mencionados anteriormente hasta el Ministerio de Deportes
de Sudáfrica, que en 2004 ganó su licitación para realizar la Copa del Mundo de
2010. Fikile Mbalula, el Ministro de Deportes sudafricano, declaró que deseaba “negar
categóricamente” que el pago haya sido un soborno. Mbalula lo calificó como
“un pago honesto” para contribuir al desarrollo del fútbol en la
región caribeña que Warner, ex vicepresidente de la FIFA, supervisaba en ese
momento. “Cuando organizamos la Copa del Mundo, tratábamos personas, no
con gánsteres”, dijo Mbalula. “El hecho de que después se conviertan en
gánsteres no es nuestro problema. No podemos revisar a todo el mundo con perros
antidroga.”
La renuncia de
Blatter, después de años de intransigencia de parte de él y de sus compinches,
indica que los fiscales le pisan los talones. En su discurso de renuncia,
Blatter dijo que se mantendría como presidente de la FIFA hasta que se pudiera
convocar un “Congreso Extraordinario”, más probablemente este otoño.
Sin embargo, este
pronóstico parece dudoso. Blatter es un déspota ignorante y, además, alucinatorio.
Podría mantenerse en el poder después de la final de la Liga de Campeones de la
UEFA entre Juventus y el F.C. Barcelona en Berlín, a realizarse este sábado,
pero es demasiado aventurado imaginar a Blatter aún al mando cuando la Copa de
Fútbol Femenil, que comienza también el sábado, realice su partido de
campeonato en Vancouver, Columbia Británica, el 5 de julio.
Durante el discurso de renuncia del martes Blatter, de 79 años, argumentó
que, aunque sentía que su reelección era “lo mejor para la
organización”, también comprendió que FIFA necesitaba “una revisión
profunda” y un “cambio estructural profundamente arraigado.” Parecía
ajeno al hecho de haber estado a la cabeza de esta serpiente durante 17 años. Si
la institución y el deporte al que dice “amar” son tan
fundamentalmente ineptos y corruptos después de 204 meses bajo su mando, ¿quién
es el culpable en última instancia?
Sólo hay una palabra que describe precisamente a la FIFA durante el mandato de
Blatter: Sépp-tica.
¿La salida de
Blatter impulsará una verdadera reforma institucional y la transparencia? El
balón está en el aire.