EN EL MUNDO hay una convicción que se llama competencia. El problema de esta es que fue desvirtuada y se convirtió en una pendencia continua.
El propósito de la competitividad fue contar con una retroalimentación en el conocimiento para mejorar una respuesta a una necesidad del ser humano en el mundo, en donde en un principio no fue considerado el planeta. Pero en este siglo XXI el orbe está dentro de la ecuación para obtener conocimiento.
Es absurdo, irónico y retrógrado considerar que la economía de una nación basa su crecimiento en decisiones unilaterales, por medio de la administración en turno que se considera a sí misma la toda poderosa, para poder cubrir las necesidades de cada individuo. Al especular que debe ser así se coarta el libre albedrío de decidir por propia cuenta de la sociedad, el rumbo que desea llevar en el mundo, y no dejar que cada mente asuma sus propias decisiones, buenas o malas.
Un individuo o organización cree que al dominar las decisiones de otros controlará la forma en cómo el mercado prefiere adquirir o comercializar dentro de este, siendo la base de la evolución la innovación del ser humano. Acaso no implementamos durante el progreso de la humanidad, que para poder tenerlo deberás esforzarte con conocimiento, habilidades e invención.
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La competencia surgió como una respuesta a los monopolios, debido a que no tenían una evolución continua, y solo había un solo ente que invertía. Esta a su vez incrementa las posibilidades de que la administración de una nación pueda tener acceso a recursos financieros para poder tener una continuidad evolutiva dentro del mundo. Al no hacerlo no podrá tener una fuerza económica, financiera, tecnológica, salud, ambiental y con conocimiento, dejando a la merced el futuro de las generaciones. Tomando algunas anotaciones del programa de la competencia en la economía estadounidense promulgada recientemente, encontramos que:
• La competencia inadecuada frena el crecimiento económico y la innovación.
• Las empresas pequeñas e independientes existentes deberán tener mejores condiciones equitativas para que accedan a los mercados y obtengan un rendimiento justo.
• Hemos visto en las últimas décadas menos competencia y más concentración en algunas empresas, y eso frena la economía.
• En lugar de competir por los consumidores, están consumiendo a sus competidores. Esto está sucediendo en algunos países por medio de la inversión pública.
• A medida que la competencia disminuye, las empresas no sienten la presión de innovar o invertir en su fuerza laboral. Eso perjudica a las familias trabajadoras y perjudica a la economía. Porque al individuo no le interesa el conocimiento, convirtiendo en autómata de la cotidianidad.
• Cualquier mercado sin competencia no es mercado; es explotación porque no hay igualdad.
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Franklin Roosevelt: “El derecho de todo empresario, grande y pequeño, a comerciar en una atmósfera libre de competencia desleal y dominación por monopolios”.
En México se pretende controlar el mercado para bajar precios, con empresas del Estado, en el mercado energético (Gas Bienestar) y otros. Pero a todo esto, cuál es el objetivo, a sabiendas de que no invertimos en innovación por parte de un gobierno, siempre lo hace una inversión privada, y en algunos casos en conjunto.
Realmente estamos entendiendo en México qué es una transición energética, porque en la realidad actual solo se habla y comenta una parte del todo, y no está conceptualizado en cuanto al conocimiento que hay para tener un mercado en cada país que pretende ser competente.
La competencia fue instituida como una biblia documental mejorada en forma continua, cuyo fundamento podemos resumir en que orienta a tener un crecimiento de la productividad individual o grupal. No contar con ella dentro de una nación desacelera la inversión empresarial, disminuye la innovación, los ingresos y la riqueza de un país, y dando a lugar a una mayor desigualdad dentro de la sociedad. Tenemos el ejemplo de países con ideologías de control del Estado que han migrado a una apertura para adquirir conocimiento, y después ser parte del mercado mundial, dejando de ser importadores compulsivos.
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Pensar que la administración de una nación puede cubrir todas las necesidades ante una modernidad inminente de las ideologías o las formas de llevarla, y no adaptarse en forma camaleónica de acuerdo con los tiempos, significa que un país no tiene lo suficiente para poder tener un futuro.
El mundo está modificando la forma de utilizar las energías, y está siendo ligado en gran parte en el futuro alineado con los recursos financieros y tecnológicos que se podrán tener en cada nación. Continuar con la pendencia… ¿tendremos futuro? N
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Ramsés Pech es analista y asesor de la industria energética y en economía. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.