UN ENSAYO clínico propone el uso de herramientas robóticas para tratar accidentes cerebrovasculares, lesiones de la médula espinal y otras lesiones cerebrales traumáticas.
Robert Grossman, neurocirujano y profesor de neurocirugía del Hospital Houston Methodist, explica que el ensayo implica entrenar a sobrevivientes de accidentes cerebrovasculares con movimiento limitado en un brazo para usar una interfaz cerebro-máquina (BMI), que es un programa de computadora que captura la actividad cerebral para determinar las intenciones del sujeto y luego activa un exoesqueleto o dispositivo robótico adherido al brazo afectado para moverse en respuesta a esas intenciones.
Las secuelas de un accidente cerebrovascular (ACV), conocido popularmente en México como “derrame cerebral”, pueden variar desde leves hasta severas como parálisis, problemas de raciocinio, del habla y de la visión, así como el entorpecimiento de la coordinación motora.
Las pruebas de este estudio mostraron que la mayoría de los pacientes retuvieron los beneficios durante al menos dos meses después de que terminaron las sesiones de terapia, lo que sugiere el potencial de una recuperación duradera.
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En un comunicado del Houston Methodist se explica que el uso de la robótica en la rehabilitación no es nuevo, pero el ejercicio asistido por un robot generalmente no involucra al usuario, lo cual es fundamental para aprovechar la plasticidad del cerebro y permitir que los pacientes vuelvan a aprender el movimiento.
“Este proyecto asegura que el cerebro esté involucrado en el proceso. Sabemos que, si el brazo se mueve, es porque le están ordenando que se mueva. Ese es un concepto muy poderoso”, dijo José Luis Contreras-Vidal, director del Laboratorio de Sistemas de Interfaz Cerebro Máquina No Invasiva de la Universidad de Houston.
Al evaluar a los sujetos durante un periodo antes de que comenzara el ensayo, los investigadores pudieron asegurarse de que cualquier cambio o mejora se debiera a la intervención. Además de un mejor movimiento del brazo, los investigadores informaron que los sujetos también mostraron mejoras en el uso de sus manos.
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El ensayo se extendió por varios años, pues tomó tiempo encontrar sujetos que cumplieran con los criterios del protocolo, además de que tuvieran la posibilidad de comprometerse con el tiempo requerido. Participaron diez personas entre 41 y 71 años.
En México, anualmente se registran alrededor de 170,000 infartos cerebrales. En nueve de cada diez casos los hábitos poco saludables condujeron a ese episodio que puede dejar secuelas graves e incluso provoca la muerte en algunos casos. N