Las y los filósofos, periodistas, ciudadano del campo y de la calle, deben hablar de las cosas de su tiempo, con la revisión diversa que compete a las facultades interpretativas, al igual que hicieron Aristóteles, Vasconcelos, Flores Magón, o lo ha hecho Juan pueblo. Por ello es importante que hablemos de las cosas de los tiempos electorales que nos ha tocado vivir. La basura es parte del mundo, se enjuicia o se adjetiva según consideraciones y circunstancias: hay basura de ideas, basura humana, basura cósmica, ADN basura, basura literaria, comida basura, basura política, basura publicitaria. Hay en el mundo demasiada basura para que no resulte significativo. Es preciso reflexionar y revisar los signos del comportamiento de las imágenes y su transmisión indiscriminada y su relación con la sociedad política.
En efecto, es asombroso lo heterogéneo que son los basureros, tema de interés para estudios académicos. Hay para quienes la basura es lo inmundo, lo que está fuera del mundo, la pregunta obligada es ¿cómo puede haber algo fuera del mundo? Hay metafísicas que niegan la basura como realidad, porque la consideran pura apariencia. Para otras, la basura es el propio mundo. Todo ello se reproduce en la contraposición entre naturaleza y cultura, la naturaleza es lo limpio; lo sucio, la basura, es la cultura. Los globalifóbicos sostienen que la basura de nuestra civilización está en el descubrimiento de la caza. Una locura. En cambio, en la tradición germánica la cultura es la Gracia, es la anti-basura. Todo esto son delirios. Es preciso considerar estas metafísicas de la basura en los tiempos que los ciudadanos debemos analizar, considerar, yuxtaponer la propaganda política.
El legislador mexicano en las Reformas Políticas 2008/2014 estableció la telebasura, radio basura, de alguna manera deja en claro que el diálogo entre los partidos políticos y la sociedad no esté en la órbita de las facturas; existe telebasura fabricada por los propios agentes de programas, y fabricada deliberadamente, para tener más audiencia y aumentar las simpatías electorales. Pero está también la basura no fabricada que pone al descubierto la televisión: la cámara en los basureros, la zoología pornográfica, el despotismo, la corrupción, la guerra. La telebasura desvelada no es responsabilidad de la televisión, y ocultarla es cerrar los ojos ante la realidad. Empero, a más televisión más telebasura. La gente no tiene tiempo ni posibilidades de hacer un esfuerzo, va a lo más fácil. Tenemos una realidad lacerante: la audiencia no entiende. Por ejemplo, después de un discurso que frenéticamente aplauda la multitud, cabe preguntar ¿qué tontería acaba de decir?
Así sucede, se festeja la picaresca vulgar, registramos lo chusco, la algarabía del tamborilero nos gusta la complicidad acústica y gráfica. Los valores morales se captan enseguida, pero hay multitud de análisis técnicos, científicos y artísticos que son de minorías. Lo que hay que hacer es enseñárselos a la gente. La televisión debe ser un instrumento de la educación del pueblo, es una realidad insoslayable por ello debe ser aliada también en el proceso cultural. La política debe revertir el impulso, en campañas electorales, se dan muchos análisis sociológicos, políticos, así como de mercado que son puro estudio de las costumbres. La cuestión es hasta qué punto la democracia ha influido en la televisión y viceversa; la televisión ha evolucionado independientemente de la democracia. Hoy en día, la democracia sin televisión es imposible, porque al público está preparado para la transmisión indiscriminada de imágenes.
Los políticos se hacen presentes por televisión. Ese es el mejor ejemplo de la necesidad de revisar los signos de la televisión. Y desde luego, hoy, la televisión es la que ha impuesto las modas, las formas de conducta, las maneras de ser. La televisión educa continuamente y al hacerlo deforma los buenos hábitos, fabrica la telebasura. Debemos adaptarnos a vivir y convivir en esta nueva realidad. La transmisión de imágenes merece un tratamiento educativo, que sea incluyente, que permita la identidad y respete la diferencia; que haga la tolerancia y fortalezca la democracia. Una sociedad compleja como la nuestra tiene en tres ejes el ejercicio de la política electoral, las campañas: los Spots; los Noticieros; y los Debates. En ellos está inmersa la radio y la televisión. El ciudadano deberá exigir ¡Basta de telebasura, basta de radio basura, basta de propaganda basura! El voto requiere certeza, legalidad, objetividad, imparcialidad, por la razón simple que es personal, universal, intransferible, secreto, libre. En síntesis, es proyecto.
En medio de la pandemia y las dificultades de vacuna, en México, es preciso que las campañas muden al ejercicio político a la velocidad de la luz, las visitas domiciliarias, los mítines, los diálogos, los debates… deberán ser virtuales, que las pantallas sean la arena política con sus redes sociales, sus nichos, una disrupción de nuevo cuño para hacer política.