“¿Estar en cuarentena es igual que estar en la cárcel?”
Con esa reflexión inicia la obra de teatro ganadora del XXIII Concurso Nacional de Teatro Penitenciario, cuyo guion fue realizado por Armando “N”, que forma parte de la población del Centro de Reinserción Social (CERESO) de El Llano.
El guion de la obra de Armando fue enviado al jurado calificador en la Ciudad de México, logrando el primer lugar del certamen, tras superar los trabajos de los participantes del CERESO 2 de Apodaca, Nuevo León, así como del CERESO de Santiaguito, en el Estado de México. En total se registraron 37 proyectos de personas privadas de su libertad de todo el país.
Como premio, Armando recibió 10 mil pesos como reconocimiento a su trabajo.
En 2018, una interna del CERESO Femenil de Aguascalientes obtuvo el segundo lugar en el Concurso Nacional de Teatro Penitenciario para Mujeres.
¿De qué va la obra?
La temática del concurso fue el enfoque de las dificultades que han tenido las personas privadas de la libertad y sus familias durante la contingencia sanitaria del Covid-19.
A lo largo de seis escenas, Armando narra las experiencias de una familia conformada por la madre y dos hijos: Anuk, niño de 6 años, y Nahú, niña de 9 años, quiénes han tenido que afrontar el confinamiento, encerrados, sin poder ir a la escuela o al parque para divertirse y alejarse de la realidad.
El único vínculo con el papá y jefe de familia es a través de un teléfono, pues desde que se suspendieron las visitas de familiares al CERESO, solo la comunicación a través del móvil es lo que los une.
“¿Qué es una cuarentena?, ¿es como estar en la cárcel?”, es uno de los diálogos más emotivos al inicio de la obra, en donde el pequeño Anuk cuestiona a su madre, a lo que sólo puede contestar que “pronto pasará…”.
En la casa, la madre se convierte en la jefa de familia, tanto económica como moralmente. Durante la pandemia, es la responsable de cuidar la salud de todos: a los hijos les inculca las medidas sanitarias, desde el lavado de manos y el uso del cubrebocas.
Al mismo tiempo, extraña a los abuelos, la pandemia los ha alejado y sólo un teléfono los une y los mantiene al tanto de su estado de salud.
Conforme la pandemia avanza en el país, se comienzan a tomar medidas más drásticas en los CERESOS, a fin de evitar los contagios en la población penitenciaria, por lo que las visitas familiares son suspendidas por tiempo indefinido. Eso hunde en la tristeza y en la soledad al padre y a los hijos.
“La fila para usar el teléfono es larga, no había podido comunicarme antes con ustedes”, expresa con tristeza el padre privado de su libertad a su pequeño hijo de seis años, a quien trata de explicarle que dejará de verlo por mucho tiempo, hasta que disminuya el riesgo por la pandemia.
Debido a la suspensión de las visitas de los familiares, los internos han dejado de recibir los ingresos económicos que en la “vieja normalidad” recibían por la venta de sus manualidades y productos elaborados tras las rejas. Eso les permitía tener dinero para comprar insumos y enseres en las tiendas de la cárcel.
Durante la pandemia, algunos internos no tienen recursos ni para comprar jabón, y el agua potable que les proporciona el CERESO es escasa.
La introspección
Conforme la obra avanza, los elementos introspectivos y emocionales de Armando, se van plasmando en cada detalle, lo que dota de sentimientos y emociones a sus personajes. La canción “Golden Slumbers” de The Beatles se encarga de ambientar las escenas.
“El camino del corazón es el camino del coraje. Es vivir con amor, con confianza, es adentrarse a lo desconocido. Es renunciar al pasado y permitir el futuro. Si eres inocente, no necesitas tener coraje. La cuestión es cómo proteger a nuestra propia inocencia. La inocencia no es algo que alcanzar. Es más parecido a la respiración, es algo con lo que naces”, reflexiona la madre, mientras algunos recuerdos con su esposo, hoy preso, vienen a su mente.
Mientras tanto, adentro de la celda, la incertidumbre y el temor mata al padre, quien ansía por estar con su familia para protegerlos de contraer el virus, que en el exterior ya ha cobrado miles de víctimas.
“Mi amor, perdóname por no poder estar ahí contigo en estos momentos tan difíciles, eres una gran mujer y mamá. Sé valiente mi amor”.
La contingencia sanitaria aleja aún más a los abandonados, y vuelve más vulnerables a los que “nada valen”.
“Tu papá por ahora es parte de una población que es como si no existiera, como olvidados, los últimos en ser atendidos, sin voz ni voto. Pero no podemos perder la fe, hijo, un día mi amor, van a tocar la puerta, y cuando las abras, será tu papito, imagínalo, tenlo en tu mente y muy pronto sucederá”, le implora la madre a la pequeña Nahú, quien ansía por ver a su padre una vez más, después de varios meses.
La parte final de la obra es el clímax de los sentimientos y las emociones. Anuk reflexiona, mientras al papá llega la noticia de que procedió su amparo y próximamente quedará en libertad.
“Hoy te extraño igual que siempre, o tal vez más que nunca. Quiero ver a mi mamá contenta, ya no quiero usar cubrebocas, quiero ir al parque, quiero verte libre papá, pero sobre todo, quiero vivir; no quiero enfermar de coronavirus, ni que enfermen mi mamá, mi hermana o mis abuelos. Te estoy esperando papá, no tardes”.
Y en sus sueños pasa lo mismo:
“En mis sueños ya no hay coronavirus, tampoco hay cárcel, en mis sueños eres libre y estamos todos juntos. Yo deseo una nueva oportunidad para mi casa, para mi padre, para mi familia, para el mundo, para la humanidad completa. Yo deseo una nueva oportunidad”.
Al mismo tiempo, el papá reflexiona, mientras abandona la prisión en la que habitó por varios años.
“La vida es frágil. Tiempo, por favor espérame, en un momento todo cambia. Vive intensamente, no hay otra cosa más que vivir. Me salvé, este encierro me ha marcado, soy un león o un borrego, o un pájaro encerrado en una jaula. ¡No hay más!, vivo mis sueños, pero ya quiero vivir en otro lugar”…