ARTÍCULO DE OPINIÓN
El economista Edward Glaeser no duda en afirmar que “las ciudades son el más grande invento de la humanidad”.
En su libro El Triunfo de las Ciudades defiende apasionadamente vivir en ellas.
Argumenta que las ciudades nos hacen más creativos pues facilitan la creación de redes con personas de diferentes culturas y formaciones profesionales.
También sostiene que las personas en situación de pobreza tienen mayores posibilidades de cambiar su nivel socioeconómico al migrar a las ciudades.
En una era en la que todo puede ser electrónico e inteligente, como los celulares y edificios, es inevitable que el entorno urbano adopte esta tendencia.
Es así que se retomaron ideas de las ciudades digitales de los 90 y se actualizaron para denominarse ahora ciudades inteligentes o smart cities.
Siendo esta una denominación de mercadotecnia, no hay una definición precisa ni única de lo que constituye una ciudad inteligente.
No obstante, algo que sí queda muy claro, es el gran tecnocentrismo de la mayoría de los proyectos que se proponen.
El común denominador son términos como el Internet de las cosas (IoT), inteligencia artificial, automatización, datos abiertos, y un sinnúmero de otros tecnicismos.
También se lanzan ideas sobre sostenibilidad, transformación digital, y eso sí: innovación, mucha innovación.
Los gobiernos de países como el Reino Unido, Japón y Dinamarca, trabajan en construir estas ciudades, y en Baja California también se discute. En noviembre se realizará el “Congreso de Ciudades Inteligentes sin Fronteras” en la ciudad de Tijuana.
Los promoventes de ciudades inteligentes hablan de proyectos para mejorar la movilidad urbana mediante semáforos inteligentes que ayudan a mejorar el flujo del tráfico, algoritmos que permiten ubicar plazas disponibles para estacionarse, y apps que mediante GPS permiten ver la hora en que llegará el autobús que necesitamos tomar.
En fin, básicamente se trata de hacer de la ciudad una máquina con sus engranes bien aceitados, trabajando con eficiencia y precisión.
Todo lo anterior está muy bien, siempre y cuando no se pierda de vista un elemento fundamental que es ubicar a los proyectos en su contexto de aplicación.
Por ejemplo, el proyecto de movilidad urbana que funcionó de maravilla en Zurich no podrá copiarse tal cual para funcionar igual de bien en Tijuana.
Los contextos políticos, sociales, económicos y culturales en ambas ciudades son muy diferentes. En Zurich se podrá partir del supuesto que los usuarios contarán con un teléfono celular para instalar una app, que el usuario del teléfono contará con un plan de datos, que existe una red de transporte público multimodal y que transitan respetando rutas y horarios oficiales.
Es más, se puede suponer también que existe una infraestructura urbana más básica por toda la ciudad, tal como pavimento en las calles, aceras adecuadas para circulación peatonal, iluminación, y señalización, entre otras.
En Tijuana, no necesariamente se cumplirán todos los supuestos citados.
Quizás algunos sí en el centro de la ciudad, pero seguramente no en los barrios de la periferia. Las iniciativas de ciudades inteligentes deben ser pensadas con el fin de que sus beneficios alcancen a todos los ciudadanos, desde los que viven en las zonas más acaudaladas, hasta los que viven en los barrios más marginados.
Se debe buscar un diseño alejado del tecnocentrismo, centrado en el ciudadano, que incluya a los muchos y no solamente a los pocos.
Las ciudades son un gran invento, hagámos de este uno benéfico para todos.
*Antonio García es investigador titular del Departamento de Ciencias de la Computación del CICESE. Puede contactarlo en [email protected]