Solamente los intereses espurios actúan en sentido contrario. Tengo para mí, que nuestra sociedad debería crear el marco conceptual de las buenas prácticas en la vida cotidiana de las personas en lo individual y lo colectivo. No es el tema de redactar como lo instruye la agenda pública desde las ocurrencias vespertinas, que “como mesa de diseño” pone palabras sin razonar los alcances del concepto. Las construcciones colectivas están vinculadas con la madurez democrática, es preciso el diálogo, en los valores que se intentan, en los que se tiene creencia, en los que se inventan. Esto vale para todos, empresas, instituciones, sociedad… cómo se pude tener presente los valores, detonantes de las buenas prácticas, que a su vez son constructoras de virtudes, madurez de los valores.
La asignatura pendiente, además pandemiada, sin duda, es la educación, y en ese currículo de la enseñanza, la práctica, estímulo, experiencia de educar en valores. La teleología define a la persona, es decir su valor no es un medio. Dice Adela Cortina que la ética empodera a las personas, ¡por supuesto!, tiene razón. Ese poder que viene del carácter es esencial para desarrollar todas las actividades, culturales, laborales, económicas… Siempre aportan valor, en sentido humano. La ciencia, la técnica, la filosofía y todos sus consecuentes están al servicio de las personas, las estudian en mayor o menor medida. Estos son surcos que dan frutos éticos.
Hogaño nos construye una sociedad diversa, una “torre de Babel” llena de opiniones y ruido en la que no es fácil sobrevivir el argumento. La velocidad de la luz nos convoca a cuestionar el diálogo para decantar el encuentro de la justicia, la libertad, los valores y las virtudes. “Pero su tren compró boletos de ida y vuelta”, son intersubjetivos, comparten, discuten, trascienden a las personas. La escuela es el crisol que hace este empoderamiento para activar la libertad que al propio tiempo es faro en todo tipo de organizaciones.
El esplendor de la ética es la belleza de los comportamientos, en ese sentido su práctica otorga rendimientos, en satisfacción, es decir, la ética es insumo de un almacén espiritual que maximiza resultados. Tanto a las empresas como las instituciones públicas la ética convoca al sentido de colaboración, virtudes que mejoran la convivencia y la coexistencia, deja atrás el mundo de los rencores y diferencias insalvables de las burocracias, sean privadas o públicas. El mástil de la ética sostiene todo colectivo en rumbo, deja a tras las indiferencias. Aporta confianza que es estructura de su edificio conceptual. No hay mercados perfectos; siempre hay y existirán asimetrías, pero el ethos aglutina a todos en relación de los mercados de asignación de bienes, al tiempo que acrecienta su viabilidad. Es el insumo del “capital ético” en la misma pizarra de los capitales, humanos, administrativos, económicos, presupuestales. La inversión de capital ético desarrolla y cualifica el valor público y privado que generan las acciones de carácter en las organizaciones que son el espacio esencial para la vivencia de valores fundamentales de una “ética cívica”.
El mundo se vuelto virtual, algunos se siguen peleando con la globalización, pero lo que padecemos es la virtualidad, en todos sentidos. La ética es necesaria y posible en las autopistas de la información. La ciber-ética complementa la cibernética, le da sentido a la mundialización del tiempo, a nueva interpretación del sentido de la espacialidad. Precisamente por la razón que se funda en sentidos de interdependencias entre organizaciones y países. Las fronteras son gramática de antaño, la virtualidad es tema de hogaño. Se requiere la valorización y la reflexión sobre las asignaturas pendientes y problemas más sentidos de la colectividad y en medio de la realidad virtual. Se trata de construir, previo diseño empoderado, nuevas interpretación del mundo de la vida a partir de las imágenes, de la pantalla, de la digitalización. En los consecuentes de lo virtual revisar las nuevas condiciones del trabajo, las asimetrías de la riqueza, y un largo etcétera.
Las diferencias son obvias, pero construir identidad es un tema que requiere de ética, la identidad social es base de reconocer los valores de las costumbres y el carácter de las decisiones, en medio de las transfiguraciones de los mercados y asignaciones de bienes. La virtualidad debe llegar a todos los seres humanos. El gobierno debe actualizar sus condiciones de Estado de Derecho en el que la soberanía esté acompañada de la ciudadanía. Lo virtual es hoy centro de todo, es preciso que genere valores y virtudes para diferenciar los precios de los valores de tendencia. Los ciudadanos son los grandes protagonistas de la vida pública a través de su incorporación a las organizaciones, de todos los sectores, integran una comunidad de ciudadanos. Emprender acciones éticas es acogerse de las buenas prácticas.