La cara más visible del gobierno de México frente al COVID-19 habla de éxito cuando se refiere a la estrategia contra el coronavirus implementada en el país.
Aunque subraya que ninguna muerte habría sido deseable, el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, afirma que su mayor propósito era que nadie falleciera por no poder recibir atención en los hospitales. Y que eso se ha conseguido.
Asegura que se trabajó por evitar un aumento súbito en los casos que llevara al colapso de los centros médicos. O, dicho de otro modo, concentrar ese mismo número de casos de coronavirus en un período más largo de tiempo para espaciar los ingresos hospitalarios.
Pero esto también se traduce en el cansancio de buena parte de la población ante una curva epidémica que se mantiene y no acaba de descender tras varias semanas.
Es más, este miércoles se batió un récord de nuevos contagios confirmados en el reporte diario que ofrece el gobierno: 6,995 (si bien la gran mayoría son positivos de días anteriores).
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En total, el balance oficial en el país ascendió a 275,003 positivos y 32,796 muertos, lo que lo mantiene como el quinto país del mundo con más decesos.
Pero López-Gatell aseguró que la epidemia en el país ya se está desacelerando.
“Que aumente el número de casos no quiere decir que se acelera la epidemia. Una cosa es que sigue en la fase creciente en el conjunto del país y otra es que la velocidad a la que ocurre este incremento es cada vez más lenta”, dijo.
Convertido en una de las personalidades más reconocidas del año en México, el subsecretario de Salud ha recibido duras críticas de quienes creen que esconde las cifras de la magnitud real de la epidemia o le acusan de ir contracorriente al descartar la realización masiva de pruebas del virus o de emitir mensajes contradictorios.
En una extensa entrevista concedida a BBC Mundo en Palacio Nacional tras una de sus conferencias de prensa diarias, López-Gatell rechazó todos los señalamientos y siguió defendiendo todas y cada una de las medidas implementadas como parte de la estrategia federal.
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De hecho, a la hora de hablar de lecciones aprendidas tras estos meses de pandemia, se resistió a identificar algún error de la intervención nacional y prefirió hablar de lo que las autoridades estatales pudieron haber hecho y no hicieron.
Este es un resumen de la entrevista concedida por López-Gatell, cuya gestión y decisiones frente al COVID-19 en México provocan casi cada día un sinnúmero de reacciones enfrentadas (esta entrevista ha sido editada por razones de claridad y concisión).
La fase de mayor riesgo de transmisión del COVID-19 en México se mantiene durante semanas y ese “pico” se convirtió en “meseta”. ¿Por qué, tras tanto tiempo, los casos no bajan de manera sostenida?
Primero quiero insistir que esa “curva aplanada” que vemos de ninguna manera debe interpretarse como la cancelación de la pandemia. Lo que quiere decir es que la velocidad de aumento en el número de casos es considerablemente menor.
El primer propósito técnico de esta estrategia es que el número de casos diarios en el momento de máxima intensidad epidémica sea siempre menor a la capacidad del sistema de salud, que nunca se rebase.
El segundo objetivo es ganar tiempo. Ningún sistema de salud del mundo está de antemano preparado para un evento como este. Así que queríamos posponer todo lo posible el momento de máxima intensidad de transmisión y, por lo tanto, de número de hospitalizaciones.
Y el tercero es reducir el número total de casos, que según algunas estimaciones del modelo puede ser hasta del 10%, aunque no es el objetivo fundamental.
Lo que sí es un objetivo es reducir las muertes que puedan darse por falta de atención médica, que la causa de la muerte sea porque se saturó el hospital y la persona no pudo ser atendida.
¿Y cuál ha sido o será ese momento de máximo riesgo de contagio? Usted ha recibido duras críticas por cambiar las previsiones en varias ocasiones.
Quiero precisar que la referencia que tomamos es la curva epidémica de la Ciudad de México. Se puede hacer una curva respecto al conjunto del país, pero su significado es incierto porque las epidemias se van presentado asincrónicamente en un país tan extenso.
Si no hubiéramos intervenido, habríamos tenido el pico en la tercera semana de abril. Habiendo intervenido, tenemos la meseta, la cresta, más o menos desde la segunda semana de junio hasta el final del mes.
El pasado lunes usted destacó en conferencia de prensa que los casos en la capital del país “van disminuyendo progresiva y sostenidamente en los últimos 15 días”.
Sí, la evolución de la epidemia muestra ya el agotamiento de su primer ciclo en algunos lugares como es ahora la Ciudad de México, como lo fue Tijuana, y como lo fue Cancún, aunque desafortunadamente tuvo un repunte.
Pero teniendo en cuenta que muchos laboratorios están colapsados y tardan días o semanas en poder dar los resultados de las pruebas de COVID-19, ¿esa curva descendente no podrá cambiar, una vez que se incorporen esos resultados que salen con tanto retraso?
Sí, los resultados tardan unos diez días aproximadamente, lo presentamos todas las semanas para que la población conozca este reto de procesamiento de pruebas.
Pero la respuesta es no. Aún cuando tengamos los resultados de las pruebas que se tomen hoy o tengamos los que se tomaron hace diez días, el patrón de ocurrencia en el espacio y el tiempo de la epidemia no varía.
¿Entonces ahora sí que podrían decir que “se domó la pandemia”, como aseguró el presidente hace ya varias semanas aunque las cifras no apuntaban en ese sentido?
Creo que su planteamiento era respecto a haber logrado tener una curva plana. Yo no uso generalmente esa expresión, pero sí me puedo sumar a esa idea de haber logrado el éxito, de haber logrado la meta que nos propusimos.
Empleamos para ello medidas de contención y la estrategia de mitigación con la Jornada Nacional de Sana Distancia.
La consecuencia positiva es que hemos logrado mitigar intensamente esta epidemia, como muestran los datos. La consecuencia adversa o incómoda es que, necesariamente, la epidemia se hace más lenta.
¿Entiende que mucha gente cuestione que hablen de éxito cuando sigue muriendo tanta gente?
El éxito no es que se muera la gente, ojalá no se muriera una sola persona. Pero el éxito consiste en haber logrado el objetivo de que nadie se muera por no recibir atención médica.
Eso lo hemos logrado, es demostrable. En México no tenemos camas en los parques públicos porque todo el mundo cabe en un hospital, porque logramos tener una menor velocidad de epidemia.
Muchos tienen la aspiración frustrada de que no vieron aquí las escenas dramáticas que se vivieron en los países europeos occidentales. Esperaban ver cientos de miles de muertos, esperaban ver morgues llenas y rebosantes…
Pero aún así, la cifra de muertos por cada 100.000 habitantes sitúa a México en el quinto lugar de América Latina, solo por detrás de Chile, Perú, Brasil y Ecuador. No parece tan buen dato.
No hay que perder de vista que la calidad de la vigilancia epidemiológica de cada país es diferente. No solo me refiero a elementos técnicos, sino a decisiones políticas.
No hago acusación alguna porque no tengo evidencia, pero yo no puedo garantizar que otros países con los que se nos compara tengan la misma actitud, disposición, capacidad técnica, decisión política (de mostrar todos los datos).
Insisto, no estoy acusando, pero yo sí puedo decir con convicción lo que sé que ocurrió en México. Y eso pone una desventaja en términos de las comparaciones.
Precisamente una de las críticas más frecuentes hacia ustedes es de que estarían ocultando datos para no dejar ver la magnitud real de la epidemia en México. La semana pasada ya reconoció que, a falta de que se pronuncie la comisión técnica que evalúa la llamada mortalidad no observable, el número de fallecimientos en el país este tiempo podría haber sido el triple de lo registrado en años anteriores.
Ese exceso de mortalidad es un fenómeno global, del que ya se ven cifras preliminares en otros países y ciudades.
Cuando me hicieron la entrevista sobre esto, la periodista me planteó la triplicación y yo lo que dije es que puede ser esa cifra. Si me dicen que es ocho veces, diría que puede ser. Si me dicen que 0,5 veces, diría que puede ser.
No quisiera especular sobre cuál es la cifra real de las muertes existentes respecto a las registradas para la vigilancia epidemiológica. Si me dicen que la de México es 2,5 o 3 veces más, digo que es probable que sea esa cantidad solo por analogía con lo que está ocurriendo en otros lugares.
En términos de números absolutos, no de multiplicación, ¿de cuántas personas más fallecidas estaríamos hablando según las estimaciones actuales?
Yo me esperaría, porque estamos muy próximos a presentar los resultados del exceso de mortalidad. Muy pronto en Ciudad de México, y después lo que está haciendo un grupo de trabajo nacional, estado por estado.
¿Y por qué no ordenó la creación de esa comisión técnica para revisar las cifras antes de que muchos medios mostraran discrepancias en los números del gobierno y llevara a muchos a pensar que estaban ocultando datos?
De que se pudiera haber hecho antes, se pudiera haber hecho antes. De que hubiera aportado algo a la vigilancia epidemiológica, la respuesta es no (…). Si no hubiera sido esto, nos atacarían por alguna otra cosa, a nosotros o a cualquier otro.
Hace unos días se filtró un documento técnico del Registro Nacional de Población, y nuevamente se convirtió en grandes noticias. Cuando la noticia es que hay más muertes, yo no tengo nada que criticar, ahí está la evidencia.
Yo estoy seguro, siempre he dicho convencido que hay más muertes que las que reportamos (los datos oficiales del gobierno solo incluyen aquellas cuyo diagnóstico por COVID-19 pudo ser confirmado con una prueba de laboratorio).
Cuando la noticia va acompañada de que “quieren ocultarlo”, ahí sí me parece mal periodismo. Me parece saña. Me parece poca ética. Me parece que son ganas de confundir a la audiencia.
Así que desmiente categóricamente que estén ocultando información y cifras sobre la pandemia.
Mi conciencia personal está tranquila. Que no se oculte la información es una convicción propia que he sostenido en los once años que me dedico a la salud pública.
Yo podría jurar frente a un tribunal que en México no hay censura de información por parte del gobierno federal. El minuto que yo sintiera que hay una censura, me voy.
Se sabe que en México y en España, en Japón y en Reino Unido, en Canadá, en Australia, en Suiza, en Suecia, en Finlandia… en ningún país del mundo, y lo digo categóricamente, ningún país del mundo hace recuentos exhaustivos de las muertes, aún cuando tenga un muy buen sistema de estadísticas vitales, pero no lo hace con propósitos de vigilancia epidemiológica.
Si uno se esperara a tener conteos completos de la mortalidad como elemento necesario para tomar decisiones, cometería un grave daño porque uno no podría actuar.
Hablando de recuentos y estadísticas, ¿sigue convencido de su postura de no realizar tests a la población de manera masiva? Médicos reconocidos mantienen que esto es un error, así como pensar que el comportamiento de este virus puede ser similar a la influenza.
Nunca en México se habían hecho tantas pruebas como a lo largo de esta pandemia, esto es histórico.
Conozco bien el dato porque me tocó participar en ello durante la pandemia de influenza de 2009, en la que durante el primer año completo se procesaron cerca de 170.000 pruebas. Ahora, en tres meses, se han procesado más de 670.000.
Pero México sigue entre los últimos lugares de pruebas realizadas por millón de habitantes (solo supera a Guatemala y Nicaragua en América Latina, según el portal Worldometer).
La desinformación consiste en suponer que es un objetivo técnico de la vigilancia epidemiológica hacerle pruebas a todos los ciudadanos de un país.
Y esto ha sido muy desafortunado porque la expectativa de muchas personas es conocer cuál es su estado de salud respecto al covid, lo cual me parece legítimo.
Pero esta es una conjetura personal, gobernada por una aspiración legítima de dormir tranquilos, de saber que no tengo el virus, pero no tiene una realidad técnica, ni médica, ni de salud pública.
Entonces, por la tergiversación y la sobreinterpretación de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud -el famoso “tests, tests, tests” de su director Tedros Adhanom, frase que yo creo que pasará emblemáticamente a la historia- existe esta idea falsa, insisto, falsa, porque no tiene fundamento técnico científico apropiado, de que deberíamos estar haciendo pruebas a todos y que, de no hacerlas, entonces la vigilancia epidemiológica no nos da resultados confiables.
¿Por qué decidieron iniciar la reapertura económica parcial el 1 de junio, cuando solo 24 horas antes se reportó la que hasta entonces era su cifra diaria más alta de nuevos contagios con 3.152?
Los señalamientos son que en países como España y Francia esperaron hasta que bajaron más sus casos. Pero es que allí vimos un crecimiento exponencial muy acelerado, cinco o siete veces más que en México, y claramente rebasaron la capacidad de sus servicios de salud.
En México, por contraste, lo que tenemos es una curva epidémica plana y larga que siempre ha estado por debajo del nivel de capacidad máxima del sistema hospitalario, nunca lo rebasamos.
Así que estamos abriendo por debajo del límite de saturación, sin tener que esperar al franco descenso que sabemos que va a venir en septiembre u octubre. Como decimos, la epidemia va a ser muy larga. Si esperamos a que haya cero casos, todavía estaríamos esperando tres meses más.
¿Pero entiende que a la gente le resulte confuso que se le siga dando el mensaje de “quédate en casa si puedes” y, a la vez, se reabran tiendas y restaurantes?
Es un reto muy grande lograr transmitir el punto medio de este balance.
De un lado, está el proteger la salud y la vida de manera directa al evitar los contagios. Del otro lado, está el protegerlas a través de reactivar la generación de riqueza, que las personas puedan tener sustento diario porque de otra manera morirán de hambre, literalmente.
Que la mitad de la población en México viva en la pobreza apremia mucho para tener que abrir más tempranamente de lo que de otra manera se haría si solo existiera la epidemia o si no existiera esa realidad social.
Encontrar el punto medio del equilibrio entre estas dos perspectivas es muy difícil. Pero también hay que tener siempre claro y estar dispuesto a retornar al confinamiento si viéramos un repunte importante de casos, como hemos visto en otros países.
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También se les critica no haber asumido ningún error en su estrategia frente al COVID-19, cuando se trata de un virus totalmente nuevo y del que no había información, por lo que todos los países fueron aprendiendo sobre la marcha. ¿Qué habría hecho de manera distinta con el conocimiento que tenemos ahora?
Pienso que siempre hay oportunidad para aprender de un fenómeno nuevo, para que esas lecciones que se aprenden se traduzcan en nuevas prácticas.
Mucha gente piensa que el único centro de decisión es el gobierno federal. Y eso, en parte, desfavoreció la oportunidad de que los gobiernos estatales asumieran las responsabilidades que legal y administrativa y técnicamente les corresponde.
El 98% de las expansiones hospitalarias, por ejemplo, fueron hechas con presupuesto federal. Las pruebas de laboratorio las compramos con presupuesto federal, los equipos de protección personal, el buscar en los mercados internacionales, los equipos de ventilación mecánica… Todo eso ha sido un operativo del gobierno federal.
La mayoría de las entidades federativas pudo haber hecho más y pudo haber sido mucho más proactivo en esta epidemia.
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