Ellos blanden sus biblias a los
transeúntes, gritando sus condenas a los homosexuales. Ellos se hincan,
cantando alabanzas en la base de los monumentos de granito consagrados a los
diez mandamientos mientras exigen que se pueda orar en las escuelas. Ellos le
ruegan a Dios que salve a EE UU de sus opositores políticos, en su mayoría
demócratas. Miles de ellos se reúnen en estadios de fútbol para orar por la
salvación de su país.
Ellos son los farsantes de Dios, los
cristianos de cafetería que toman y escogen a qué versículos de la Biblia
prestarles atención con menos cuidado del que ponen en elegir las guarniciones
de su almuerzo. Se les unen los racionalizadores religiosos, fundamentalistas
que, incapaces de hallar en las Escrituras algo que avale sus prejuicios y
creencias, distorsionan frases y modifican traducciones para demostrar que
honran las palabras de la Biblia.
Ésta ya no es una cuestión de fe personal o
privada. Con políticos, líderes sociales e incluso algunos clérigos evocando un
libro que da la apariencia que nunca lo han leído y cuyas frases no entienden,
EE UU está siendo asediado por el analfabetismo bíblico. Se dice que el cambio
climático es imposible por las promesas que Dios le hizo a Noé; la ley mosaica
del Antiguo Testamento ordena al gobierno estadounidense; el creacionismo
debería enseñarse en las escuelas; ayudar a los sirios a resistir los ataques
con armas químicas es una señal del fin de los tiempos: todos estos argumentos
han sido presentados por políticos evangelistas modernos y sus
correligionarios, pero ninguno de ellos está sustentado en las Escrituras como
éstas fueron escritas originalmente.
La Biblia no es el libro que muchos
fundamentalistas estadounidenses y políticos oportunistas piensan que es, o
para ser más preciso, que quieren que sea. Su falta de conocimiento de la
Biblia es más que clara. Un sondeo de Pew Research en 2010 descubrió que los
evangelistas calificaban sólo un poco arriba de los ateos en cuanto a
familiaridad con el Nuevo Testamento y las enseñanzas de Jesús. “Los
estadounidenses veneran la Biblia; pero, en líneas generales, no la leen”,
escribieron George Gallup Jr. y Jim Castelli, encuestadores e investigadores
cuyo trabajo se enfocó en la religión en Estados Unidos. El Barna Group, una
encuestadora cristiana, descubrió en 2012 que los evangelistas aceptaban las
actitudes y creencias de los fariseos —líderes religiosos descritos a lo largo
del Nuevo Testamento como opuestos a Cristo y su mensaje— más de lo que
aceptaban las enseñanzas de Jesús.
La exploración que Newsweek hace aquí de la
historia y el significado de la Biblia no tiene la intención de promover una
teología en particular o debatir la existencia de Dios. Más bien, está diseñada
para dar una luz sobre un libro que ha sido abusado por la gente que afirma
venerarlo pero no lo lee, creando un misterio para otros en el proceso. Cuando
el analfabetismo de los autoproclamados expertos bíblicos lleva a los padres a
correr a sus hijos de su hogar, cuando pone a un vecino en contra de otro,
cuando engendra odio y condena, cuando impide la ciencia y socava el avance
tecnológico, el tópico se ha vuelto demasiado importante para que los
estadounidenses lo ignoren, ya sean profundamente devotos o fieles poco
entusiastas, creyentes o ateos.
Esta examinación —basada en gran medida en
las obras de decenas de teólogos y escolares, algunas de las cuales se remontan
a siglos atrás— es una reseña de la historia de la Biblia y un recuento de sus
palabras. Sólo al aceptar de dónde proviene la Biblia —y quién la compiló— es
que cualquiera podrá comprender lo que dice el libro más importante de la
historia e, igual de importante, lo que no dice.
Jugar al teléfono descompuesto con la
palabra de Dios
Ningún predicador televisivo ha siquiera
leído la Biblia. Tampoco ningún político evangelista. Tampoco el papa. Tampoco
yo. Y tampoco usted. A lo más, todos hemos leído una mala traducción, una
traducción de traducciones de traducciones de copias de copias de copias de
copias hechas a mano, y así cientos de veces.
Pasaron alrededor de 400 años entre la
escritura de los primeros manuscritos cristianos y su compilación en el Nuevo
Testamento. (Esa es la misma cantidad de tiempo entre la llegada de los Padres
Peregrinos en el Mayflower y hoy día.) Los primeros libros del Antiguo
Testamento fueron escritos 1,000 años antes de eso. En otras palabras, unos
1,500 años pasaron entre el día en que el primer autor bíblico usó el estilete
sobre arcilla y cuando los libros que se convertirían en el Nuevo Testamento
fueron elegidos. No hubo imprentas previamente o hasta 1,000 años después. No
había tecnologías selladas al vacío para preservar el papel por siglos. La
arcilla seca se quebró, el papiro y pergamino se desmoronaron, las tintas
primitivas se desvanecieron.
Por entonces, los escritos de una época
podían pasar a la siguiente sólo mediante copiarlos a mano. Aun cuando había
escribas profesionales que dedicaban sus vidas a esta tarea penosa, no
empezaron a copiar las letras y testamentos sobre los tiempos de Jesús sino
hasta siglos después de que fueron escritos. Antes de eso, los amateurs se
encargaban del trabajo.
Estos manuscritos fueron escritos en koiné,
o griego “común”, y no todos los copistas amateurs hablaban la lengua o eran
siquiera letrados. Algunos copiaron lo escrito sin entender las palabras. Y la
koiné se escribía en lo que se conoce como scriptio continua, o sea, no había
espacios entre las palabras y ninguna puntuación. Así, una oración como
debemoscomermamá podría interpretarse como “Debemos comer, mamá” o “Debemos
comer mamá”. Las oraciones pueden tener significados diferentes dependiendo de
dónde se coloquen los espacios. Por poner un ejemplo en inglés: godisnowhere
podría ser “God is now here” (Dios ahora está aquí) o “God is nowhere” (Dios no
está en ninguna parte).
Nada de esto importó por siglos, porque los
cristianos tenían la certeza de que Dios había guiado la mano no sólo de los
escritores originales sino también la de esos copistas. Pero en los últimos 100
años más o menos, se han descubierto decenas de miles de manuscritos del Nuevo
Testamento, remontándose a siglos atrás. Y lo que los eruditos bíblicos ahora
saben es que versiones posteriores del libro difieren significativamente de las
anteriores; de hecho, incluso copias de un mismo período difieren unas de
otras. “Hay más variaciones entre nuestros manuscritos que palabras en el Nuevo
Testamento”, dice el Dr. Bart D. Ehrman, un revolucionario erudito bíblico y
profesor en la Universidad de Carolina del Norte que ha escrito muchos libros
sobre el Nuevo Testamento.
La mayoría de estas discrepancias son poco
más que el equivalente manuscrito de un error tipográfico, pero ese error luego
fue incluido por otros escribas. También hubo cambios menores hechos por
escribas letrados siglos después de que fueron escritos los manuscritos a causa
de lo que ellos consideraron como defectos en los recuentos que transcribían.
Por ejemplo, una versión temprana de Lucas 3:16 en el Nuevo Testamento decía:
“Juan respondió, diciendo a todos ellos…” El problema era que nadie le había
preguntado nada a Juan, así que un escriba del siglo V arregló eso mediante
cambiar las palabras a “Juan, sabiendo lo que ellos pensaban, dijo…” Hoy, la
mayoría de las biblias modernas en inglés han regresado a la forma correcta,
aunque confusa, “Juan respondió”. Otras, como la Biblia Versión Nueva Vida,
usan otras palabras que disimulan la incongruencia.
Pero esta discusión trata de algo mucho más
importante que si algún escriba en la Edad Media decidió que Dios no había
prestado atención mientras guiaba la mano de Lucas. De hecho, hay diferencias
significativas en copias que tocan problemas mucho más profundos. Los escribas
añadieron secciones enteras al Nuevo Testamento, y eliminaron palabras y
oraciones que contradecían las creencias ortodoxas emergentes.
Tomemos una de las historias más famosas
del Nuevo Testamento, la cual empieza en Juan 7:53. Un grupo de fariseos y
otras personas llevan ante Jesús a una mujer atrapada cometiendo adulterio.
Bajo la ley mosaica —las leyes de Moisés legadas en el Antiguo Testamento—,
ella debía morir lapidada. Los fariseos le preguntan a Jesús si la mujer
debería ser liberada o muerta, con la esperanza de obligarlo a decidir entre
honrar la ley mosaica y sus enseñanzas de perdón. Jesús contesta: “Aquel de
ustedes que esté libre de pecado, que lance la primera piedra”. El grupo se
marcha, y Jesús dice a la mujer que no peque más.
Es una historia potente, conocida incluso
por quienes sólo tienen un conocimiento somero de la Biblia. Fue representada
en la película La pasión de Cristo, de Mel Gibson, y a menudo es usada para
señalar la hipocresía de los cristianos que denuncian lo que perciben como los
pecados de los otros. Desgraciadamente, Juan no la escribió. Los escribas la
inventaron alrededor de la Edad Media. No aparece en alguno de los otros tres
evangelios o en alguna de las versiones griegas tempranas de Juan. Incluso si
el Evangelio de Juan es un recuento infalible del ministerio de Jesús, el evento
simplemente no sucedió. Aún más, según Ehrman, el estilo de escritura de esa
historia es diferente al resto de Juan, y la sección incluye frases que no
aparecen en ninguna otra parte de la Biblia. Los eruditos dicen que son
palabras de uso más común mucho después de que fuera escrito el evangelio.
Para los cristianos pentecostales, una
sección importante de la Biblia aparece en el Evangelio de Marcos, 16:17-18.
Estos versículos dicen que quienes crean en Jesús hablarán lenguas y tendrán
poderes extraordinarios, como la capacidad de expulsar a los demonios, sanar a
los enfermos y manejar a las serpientes. Los ministros pentecostales a menudo
farfullan sonidos incomprensibles, proclamando —basados en parte en estos
versículos de Marcos— que los sonidos que hacen son muestra de que el Espíritu
Santo está en ellos. También es una justificación primordial para la aparición
de adiestradores de serpientes pentecostales.
Pero de nuevo, los versículos provienen de
un escriba creativo mucho después de que escribiese el Evangelio de Marcos. De
hecho, las versiones más tempranas de Marcos terminan en 16:8. Es un final
inoportuno, con tres mujeres que han ido a la tumba donde Jesús fue tendido
después de la crucifixión encontrando a un hombre quien les dice que hagan
saber a los apóstoles que el Jesús resucitado los verá en Galilea. Las mujeres
huyen de la tumba, y “tampoco dijeron nada a ningún hombre, porque tuvieron
miedo”.
En copias tempranas de los escritos griegos
originales, eso es todo. Los 12 versículos que siguen en las biblias modernas
—Jesús apareciéndose ante María Magdalena y los apóstoles y luego ascendiendo
al cielo— no están allí. Un momento significativo que sería difícil de olvidar,
pensaría uno.
Lo mismo es cierto de otras partes
cruciales de la Biblia, como 1 Juan 5:7 (“Porque tres son los que dan
testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo, y estos tres
son uno”); Lucas 22:20 (“De igual manera, tomó la copa después de cenar,
diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, la cual es derramada en
favor de ustedes”) y Lucas 24:51 (“Y aconteció que bendiciéndolos, se separó de
ellos y fue elevado al cielo”). Estos aparecieron por primera vez en
manuscritos usados por los traductores que crearon la Biblia del Rey Jacobo, pero
no están en las copias griegas de cientos de años antes.
Éstas no son las únicas partes de la Biblia
que parecen haber sido añadidas mucho después. Hay muchísimas más; de hecho,
muchas más de las que podrían explorarse sin llenar varios números de Newsweek.
Traducción transmutación
Luego viene el problema de la traducción
acertada. Muchas palabras en el Nuevo Testamento griego no tienen equivalentes
claros en otros idiomas. La estructura de la oración, los modismos, las
diferencias estilísticas; todos estos son retos cuando se convierten los libros
del Nuevo Testamento a otro idioma. Y esto no se puede resolver con un curso de
Berlitz: la koiné es un griego antiguo que ya no se habla. Por esto es que las
traducciones en un mismo idioma difieren, ya que muchas son revisadas para
reflejar las opiniones y los pareceres de los traductores modernos.
Por ejemplo, el estándar dorado de las
biblias en inglés es la Versión del Rey Jacobo, completada en 1611, pero ésa no
fue una traducción del original griego. Más bien, un comité de la iglesia de
Inglaterra dependió primordialmente de manuscritos en latín traducidos del
griego. Según Jason David BeDuhn, profesor de estudios religiosos en la
Universidad del Norte de Arizona y autor de Truth in Translation, al comité a
menudo se le dificultó hallar las palabras correctas en inglés. El comité a
veces comparó las traducciones latinas con copias griegas anteriores, halló
discrepancias y decidió que la versión latina —la versión posterior— era
correcta y los manuscritos griegos anteriores estaban equivocados.
La meta de los traductores era crear una
Biblia que fuera una obra espléndida que fuera muy acertada en su traducción y
clara en su significado, pero eso no sucedió. “La Biblia del Rey Jacobo es una
muestra hermosa de literatura inglesa”, dice BeDuhn. “Sin embargo, en términos
de las otras dos metas, esta traducción se queda corta”.
Para las subsiguientes biblias en inglés,
las traducciones un poco erradas en la del Rey Jacobo a menudo fueron
convertidas en frases que se ajustaban más estrechamente a las ideas
preconcebidas de todavía más traductores. En otras palabras, las convicciones
religiosas determinaron las elecciones de traducción. Por ejemplo,προσκυνέω, una palabra griega usada alrededor de 60 veces en el Nuevo
Testamento, equivale a algo semejante a “postrarse” así como “alabar a Dios”.
Ésta fue traducida en latín como adoro, que en la Biblia del Rey Jacobo se
convirtió en worship (adoración). Pero estas dos palabras no significan
precisamente lo mismo. Cuando se escribió la Biblia del Rey Jacobo, worship
podía usarse para describir tanto la veneración a Dios como la acción de
postrarse. Aunque no es perfecta, es una traducción decente.
Como resultado, a lo largo de la Biblia del
Rey Jacobo, se aplica “worship” a diferentes cosas. Un esclavo “worships” ante
su dueño, las huestes de Satán “worship” un ángel, y los soldados romanos que
se mofan de Jesús lo “worship”. En cada uno de estos casos, la palabra no
significa “alabar la gloria de Dios” o algo por el estilo; más bien, significa
inclinarse o postrarse. Pero las biblias en inglés adoptadas después —la Nueva
Biblia Internacional, Nueva Versión Estándar Americana de la Biblia, la Biblia
Viviente y demás— eliminaron la palabra “worship” cuando se refería a alguien
que no fuese Dios o Jesús. Así, cada vez queπροσκυνέω aparecía en el manuscrito griego con respecto a Jesús, en estas
nuevas versiones es “adorado”, pero cuando se aplica a alguien más, la misma
palabra exacta es traducida como “inclinarse” o algo similar. Al traducir la
misma palabra de maneras diferentes, estas biblias modernas le añaden un poco
de sustento lingüístico a la idea de que quienes conocieron a Jesús entendieron
que era Dios.
En otras palabras, con un poco de
prestidigitación en la traducción, un dogma fundamental de la cristiandad —que
Jesús es Dios— fue reforzado en la Biblia, incluso en lugares donde contradice
al resto del versículo.
Ese tipo de manipulación ocurre muchas
veces. En Filipenses, la Versión del Rey Jacobo traduce algunas palabras para
indicar que Jesús “era en la forma de Dios”. La palabra griega para forma
podría significar simplemente que Jesús era a la imagen de Dios. Pero los
editores de algunas biblias decidieron insertar sus creencias en las
traducciones que no tenían nada que ver con el griego. Por ejemplo, la Biblia
Viviente dice que Jesús “era Dios”, aun cuando los traductores modernos en gran
medida sólo inventaron las palabras.
Lo cual crea un gran problema para los
cristianos: la Trinidad —la creencia de que Jesús y Dios son el mismo y, con el
Espíritu Santo, un solo ente— es un dogma fundamental, pero tremendamente
confuso. Entonces, ¿dónde aparece la declaración clara de que Dios y Jesús son
parte de un triunvirato en los manuscritos griegos?
En ninguna parte. Y en ese engaño se apoya
una historia de asesinatos masivos.
El emperador sociópata
¿Por qué Dios, al dar su mensaje al mundo,
habló en susurros y acertijos? Parece un sinsentido, pero la creencia de que se
negó a dar un mensaje claro ha llevado a la masacre de muchos miles de
cristianos a manos de cristianos. De hecho, se cree que los cristianos han
masacrado a más seguidores de Jesús que cualquier otro grupo o nación.
Quienes creían en la Trinidad asesinaron a
los cristianos que no creían en ella. Los grupos que creían que Jesús era dos
entes —dios y hombre— mataron a quienes pensaban que Jesús era llanamente de
carne y hueso. Algunos tenían la certeza de que Dios inspiró las Escrituras del
Antiguo Testamento, otros estaban convencidos de que fueron el producto de un
dios diferente y malo. Algunos creían que la crucifixión trajo la salvación
para la humanidad, otros insisten en que no lo hizo, y otros más creían que
Jesús no fue crucificado.
De hecho, por cientos de años después de la
muerte de Jesús, ciertos grupos adoptaron escritos radicalmente opuestos sobre
los detalles de la vida de él y el significado de su ministerio, y asesinaron a
quienes no estaban de acuerdo. Por muchos siglos, la cristiandad fue primero
una batalla de libros y luego una batalla de sangre. La razón, en gran medida,
fue que no había manuscritos universalmente aceptados que precisaran lo que
significa ser cristiano, por lo que la mayoría de las sectas tenían sus propios
evangelios.
Había el Evangelio de María Magdalena, el
Evangelio de Simón Pedro, el Evangelio de Felipe y el Evangelio de Barrabás.
Una secta de la cristiandad —los gnósticos— creía que el apóstol Tomás no sólo
era el hermano mellizo de Jesús sino también el fundador de iglesias a lo largo
y ancho de Asia. La cristiandad era un caos en sus primeros días, con algunas
sectas declarando a otras como herejes. Y luego, a principios del siglo IV, el
Emperador Constantino de Roma declaró que se había convertido en seguidor de
Jesús, terminando con la persecución de su imperio a los cristianos y se
propuso reconciliar las disputas entre las sectas. Constantino era un sociópata
brutal que asesinó a su hijo mayor, decapitó a su cuñado y mató a su esposa
hirviéndola en vida, y eso fue después de proclamar que se había convertido de
adorar al dios solar en un cristiano. Pero él también cambió el curso de la
historia cristiana, influyendo básicamente en qué libros conformarían el Nuevo
Testamento.
Para ese punto, las disputas primordiales
se centraban en si Jesús era Dios; los seguidores de un sacerdote llamado Arius
decían que no, que Dios creó a Jesús. Pero el obispo de Alejandría dijo que sí,
que Jesús había existido a lo largo de toda la eternidad. La disputa continuó
en las calles de Constantinopla, con todos —tenderos, panaderos y comerciantes—
discutiendo sobre cuál postura era la correcta. A Constantino, en un reflejo de
su entendimiento superficial de la teología, le molestaba que lo que él
consideraba una disputa menor provocase tanto revuelo, y temía que ello lo
debilitase políticamente. Por lo cual decidió forzar un acuerdo sobre esa
cuestión.
Constantino convocó a una reunión en Nicea,
ciudad a la orilla del lago Ascanión. Se enviaron invitaciones por todo el
mundo a los obispos y líderes de varias sectas, aunque no a todos. El grupo
incluía a los educados y los iletrados, zelotes y ermitaños. Constantino llegó
usando joyas y oro en su túnica escarlata y perlas en su corona, ansioso por
discutir la verdadera esencia de un carpintero pobre que había muerto 300 años
antes.
Las cosas que se aceptan hoy día sin pensarlas
mucho fueron adoptadas o reforzadas en Nicea. Por ejemplo, el Antiguo
Testamento era claro al declarar que Dios descansó el séptimo día, haciendo de
éste el Sabbat. El séptimo día de la semana es sábado, el día de adoración y
descanso de los judíos. (El mismísimo Jesús aplicaba la santidad del Sabbat
judío.) La palabra domingo no aparece en la Biblia, ya sea para referirse al
Sabbat o a cualquier otra cosa. Pero cuatro años después de Nicea, Constantino
declaró al domingo como un día de descanso en honor al dios solar.
En Nicea, se adoptaron normas en relación
con las posturas apropiadas para rezar los domingos: pararse, no arrodillarse;
nada se decía del Sabbat judío o el sábado. Muchos teólogos e historiadores
cristianos creen que fue en este momento, para satisfacer a Constantino y el
compromiso de éste con los muchos adoradores del sol en su imperio, que el
Sabbat Sagrado fue movido un día, contradiciendo las palabras de lo que
finalmente se convirtió en la Biblia. Y aun cuando la Biblia no hace mención
alguna del día en que nació Jesús, el nacimiento del dios solar se celebraba el
25 de diciembre en Roma; historiadores cristianos del siglo XII escribieron que
fue la festividad pagana lo que llevó a designar esa fecha para la Navidad.
La mayoría del tiempo en Nicea se pasó
debatiendo si Jesús era un hombre que fue el hijo de Dios, como afirmaba Arius,
o Dios en sí, como lo sostenía la jerarquía eclesiástica. Los seguidores de
Arius reunieron evidencias de las epístolas de Pablo y otros escritos cristianos.
En el Evangelio de Marcos, al hablar de la Segunda Venida, Jesús dijo: “Pero el
día y la hora no son conocidos por ningún hombre, no, ni por los ángeles que
están en el cielo, tampoco por el Hijo, sólo por el Padre”. En la primera
epístola de Pablo a los corintios, él escribió que “hay un solo Dios, el Padre…
y hay un solo Señor, Jesucristo”. En su epístola a Timoteo, Pablo escribió:
“Hay un solo Dios, y un mediador entre Dios y los hombres, el hombre
Jesucristo”.
Los escritos de Pablo son congruentes en su
referencia de Dios como un solo ser y Jesús como su hijo. Lo mismo sucede en el
Evangelio de Mateo, donde Pedro dice a Jesús que él es el “Hijo del Dios
viviente” y Jesús responde que “esto no te lo reveló carne ni sangre, sino mi
Padre que está en el cielo”. Jesús incluso llamó a Dios como su “Padre” cuando
moría en la cruz.
Pero Constantino tomó el bando de quienes
creían que Jesús era Dios y hombre, por lo que una declaración de creencia, el
Credo de Nicea, fue compuesto para proclamar eso. Muchos de quienes se negaron
a firmar la declaración fueron desterrados. Otros fueron masacrados. Después de
regresar a casa y hallarse lejos de Roma, algunos de quienes firmaron el
documento luego enviaron epístolas a Constantino diciendo que lo habían hecho
sólo porque temían por sus vidas.
Alrededor de 50 años después, en 381 d.C.,
los romanos celebraron otra reunión, esta vez en Constantinopla. Allí, se llegó
a un nuevo acuerdo: Jesús no era dos, ahora era tres: Padre, Hijo y Espíritu
Santo. El Credo de Nicea fue reescrito, y quienes se negaron a firmar la
declaración fueron desterrados, y comenzó otra masacre indiscriminada, esta vez
de quienes rechazaban la Trinidad, un concepto que no aparece en ninguna parte
en los manuscritos griegos originales y a menudo es contradicho por ellos.
Al día de hoy, los congregantes en las
iglesias cristianas en los servicios dominicales alrededor del mundo recitan el
Credo de Nicea, el cual sirve como una afirmación de su creencia en la
Trinidad. Es dudoso que muchos de ellos sepan que las palabras que pronuncian
no provienen de la Biblia, y fueron la causa de tanto derramamiento de sangre.
(Algunos cristianos modernos tratan de usar el Evangelio de Juan para
justificar la Trinidad —aun cuando no la menciona explícitamente—, pero se
basan en malas traducciones del griego y en oraciones insertadas por los
escribas.)
Para entender cómo se hizo lo que llamamos
la Biblia, debemos ver cómo las creencias que se convirtieron en parte de la
ortodoxia cristiana le fueron impuestas por el Sacro Imperio Romano. Para el
siglo V, los concilios políticos y teológicos votaron por cuáles de los muchos
evangelios en circulación habrían de conformar el Nuevo Testamento. Con el
poder de Roma detrás de ellos, los practicantes de esta ortodoxia proclamada
arrasaron con otras sectas y trataron de destruir toda copia de sus evangelios
y otros escritos.
Y recuerde que ya trabajaban con un
documento defectuoso en lo fundamental. Los errores y las revisiones de los
copistas ya habían sido escritos para el siglo V, y varios libros del Nuevo
Testamento, incluidos algunos atribuidos a Pablo, ahora son considerados
falsificaciones perpetradas por figuras famosas de la cristiandad para
reafirmar sus argumentos teológicos. Así, de poco sorprende que haya tantísimas
contradicciones en el Nuevo Testamento. Algunas de esas contradicciones son
triviales, pero algunas crean problemas enormes para los evangelistas que viven
según la palabra de Dios.
¿No hubo tres reyes?
Para ilustrar cómo las contradicciones en
apariencia triviales pueden tener consecuencias serias, contemos de nuevo la
historia de la Navidad.
Jesús nació en una casa en Belén. Su padre,
José, había planeado divorciarse de María hasta que soñó que ella había
concebido un niño a través del Espíritu Santo. Ningún sabio se presentó al
nacimiento, y ninguna estrella brilló sobre sus cabezas. José y su familia
luego huyeron a Egipto, donde permanecieron por años. Luego, regresaron a
Israel, con la esperanza de vivir en Judea, pero eso resultó problemático, por
lo que se asentaron en un pequeño pueblo llamado Nazaret.
¿No es la versión con la que está
familiarizado? ¿Ningún ángel apareciéndose ante María? ¿No nació en un pesebre?
¿Nadie diciendo que no había lugar en la posada? ¿Nada de oro, incienso y
mirra? ¿Huir a Egipto? ¿Viviendo por primera vez en Nazaret cuando Jesús era un
niño, no antes de que naciera?
Usted tal vez no reconozca esta versión,
pero es una historia del nacimiento de Jesús hallada en los evangelios. Dos
evangelios —Mateo y Lucas— cuentan la historia del nacimiento de Jesús, pero de
maneras muy diferentes. Las contradicciones abundan. Para crear el relato que
nos es familiar de la Navidad, los cristianos tomaron un poco de una historia,
lo mezclaron con un poco de la otra e ignoraron todas las contradicciones entre
las dos. La versión relatada líneas arriba hace lo mismo: usa partes de las
historias de los dos evangelios que usualmente son ignoradas. Así, hay dos
versiones combinadas y dos versiones de los evangelios. Usted elija.
También hay aquí fallas serias y lógicas
que deberían serle obvias a cualquiera que lea con detenimiento la Biblia.
Muchos cristianos leen que el Antiguo Testamento contiene varias profecías con
respecto a que el mesías será un descendiente de David, una destacada figura
bíblica que fue el segundo gobernante del Reino de Israel. Y tanto Mateo como
Lucas ofrecen esa prueba: los dos trazan el linaje de Jesús desde su padre José
hasta llegar a David.
Excepto que… José no fue el padre de Jesús.
Jesús es el hijo de Dios, ¿recuerda? Aún más, las genealogías relatadas en los
dos evangelios son diferentes, cada una identificando a hombres diferentes como
el padre y el abuelo de José. María, la madre de Jesús, podría ser el único
progenitor de la estirpe de David, pero ninguno de los evangelios hace mención
de ello.
Las historias en los cuatro evangelios
sobre la muerte y resurrección de Jesús también difieren. Cuando es llevado
ante Poncio Pilatos en el Evangelio de Marcos, Jesús dice sólo dos palabras y
nunca es declarado inocente. En el Evangelio de Juan, Jesús sostiene
conversaciones prolongadas con Pilatos, quien en repetidas ocasiones declara
inocente al prisionero judío, mereciendo ser liberado. (El Libro de Juan fue el
último que se escribió y apareció en una época en que los gentiles de Roma
cobraban notablemente más influencia dentro de la cristiandad; ello explica en
gran medida por qué los romanos son absueltos de la responsabilidad por la
muerte de Jesús y en su lugar la culpa es desviada hacia los judíos. Ésta ha
sido una de las bases claves para los siglos de antisemitismo.)
¿Y quién fue a ungir a Jesús en su tumba?
En Mateo, fueron María y otra mujer llamada María, y un ángel se encontró con
ellas allí. En Marcos, fue María Magdalena, María la madre de Santiago, y
Salomé, y un hombre joven se encuentra con ellas. En Juan, fue María sola;
nadie se encontró con ella. Como se narra en Mateo, los apóstoles van a Galilea
después de la crucifixión y ven a Jesús ascender al cielo; en Hechos, escrito
por Lucas, los apóstoles permanecen en Jerusalén y ven a Jesús ascender desde
allí.
Algunas de las contradicciones son
conflictos entre lo que los evangelistas consideran absoluto y lo que Jesús en
realidad dijo. Por ejemplo, los evangelistas siempre hablan de los valores
familiares. Pero para Jesús la familia era un impedimento para acercarse a
Dios. En el Evangelio de Mateo, él declara: “Y todo el que haya dejado casas, o
hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o esposa, o hijos, o tierras, por mi
nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna”.
Luego hay lo que muchos cristianos
fundamentalistas sostienen como el elemento más importante de toda la Biblia:
la Segunda Venida de Cristo y el fin del mundo. Lo que los evangelistas
modernos quieren creer no puede ser reconciliado con la Biblia. En el Evangelio
de Marcos, Jesús dice del Apocalipsis: “No pasará esta generación hasta que
todo esto suceda”; en otras palabras, la gente viva en su época verá el fin del
mundo. Pablo en 1 Corintios es todavía más claro; él declara: “El tiempo es
breve”. Él luego instruye a otros cristianos, dado que el final está próximo, a
vivir como si no tuvieran esposas, y, si compran cosas, a tratarlas como si no
fueran de su propiedad. Algunos evangelistas refutan estas palabras claras al
citar 2 Pedro diciendo que, para Dios, un día es como 1,000 años.
Dos problemas: eso no alcanza a refutar lo
que dijeron Jesús o Pablo. E incluso en tiempos antiguos, muchos líderes
cristianos proclamaron que 2 Pedro era una falsificación, una opinión
compartida casi universalmente por los eruditos bíblicos de hoy día.
Nada de esto trata de menospreciar la
Biblia, pero todos son hechos. Los cristianos enfurecidos por estos hechos
deberían enfurecerse con la Biblia, no con el mensajero.
Dios combatiendo dragones
La próxima vez que alguien le diga que la
historia bíblica de la creación es cierta, pregúntele a esa persona: “¿Cuál de
ellas?”
Pocos fieles cristianos parecen saber que
la Biblia contiene múltiples historias de la creación. La primera aparece en la
página 1, Génesis 1, por lo cual es la versión que la mayoría de la gente
tiende a aceptar. Sin embargo, no es difícil hallar la segunda versión: es
Génesis 2, el cual por lo general empieza en la misma página. Génesis 1 empieza
con las palabras “En el principio, Dios creó los cielos y la tierra”; Génesis 2
empieza con “Estos son los orígenes de los cielos y de la tierra cuando fueron
creados…”
Los lectores cuidadosos desde hace mucho
saben que las dos historias se contradicen entre sí. Génesis 1 empieza con
extensiones de agua que Dios separa, creando la tierra entre ellas. Génesis 2
describe un mundo sin agua suficiente, la cual luego es introducida. La
vegetación existe antes que el sol y las estrellas en Génesis 1; lo opuesto
sucede en Génesis 2. En Génesis 1, el hombre es creado después que las plantas
y los animales; en Génesis 2, las plantas y los animales son primero. En
Génesis 1, Adán y Eva fueron creados juntos; en Génesis 2, Eva es creada de la
costilla de Adán.
Esto no es algo inusual en el Antiguo
Testamento. De hecho, aun cuando muchos cristianos evangelistas insisten en que
Moisés escribió los cinco primeros libros del Antiguo Testamento (incluido el
Deuteronomio, el cual dice que Moisés murió y fue enterrado), los eruditos
bíblicos han concluido que dos sectas judías escribieron muchos de los libros.
Cada una preparó su versión del Antiguo Testamento, y las dos fueron unidas sin
que se hiciera un intento de reconciliar las muchas contradicciones.
Estas duplicaciones son conocidas como
“dobletes”. Dice Richard Elliott Friedman, un erudito bíblico de la Universidad
de Georgia: “En la mayoría de los casos, una de las versiones de la historia
con doblete se referirá a la deidad con el nombre divino Yahvé, y la otra
versión de la historia se referirá a la deidad simplemente como Dios”. Cuando
las narraciones diferentes que aparecen en la Biblia fueron divididas por la
palabra usada para referirse a Dios,
otros términos y características aparecieron repetidas veces en uno u
otro grupo. “Esto tendió a sustentar la hipótesis de que alguien había tomado
dos antiguas fuentes documentales diferentes, les metió tijera y las entretejió
juntas” en los primeros cinco libros del Antiguo Testamento, dice Friedman.
Los dobletes hacen que leer el Antiguo
Testamento sea el equivalente literario de un salón de espejos. Tomemos la
historia del Génesis sobre Noé y el diluvio. En Génesis 6, Dios dice a Noé que
construya un arca y la llene de animales, y “Noé hizo todo tal como Dios se lo
ordenó”. Luego, en Génesis 7, Dios de nuevo le dice a Noé que llene el arca de
animales, y “Noé hizo todo lo que Dios le ordenó”. Según la primera serie de
instrucciones, Noé deberá llevar dos ejemplares de cada especie de creatura al
arca. Pero las direcciones cambiaron la segunda vez, pues a Noé se le dice que
lleve siete ejemplares de cada especie de animal puro y dos de cada especie de
animal impuro.
Se pone más extraño. En génesis 7:7-12, Noé
y su familia abordan el arca, y el diluvio comienza. Luego, en el siguiente
versículo, Génesis 7:13, Noé y su familia abordan el arca de nuevo, y el
diluvio comienza una segunda vez. El agua inundó la tierra por 40 días (Génesis
7:17), o 150 días (Génesis 7:24). Pero Noé y su familia permanecieron en el
arca un año (Génesis 8:13).
Incluso historias muy conocidas tienen
versiones contradictorias. Como todo niño sabe, David mató a Goliat; está justo
allí en 1 Samuel 17:50. Pero no les diga a esos niños que lean 2 Samuel 21:19 a
menos que quiera en verdad confundirlos. Allí dice —en muchas versiones de la
Biblia— que Elhanán mató a Goliat. No obstante, otras biblias arreglaron eso
para que coincida con las palabras de 1 Crónicas, donde Elhanán mató al hermano
de Goliat.
Estos relatos contradictorios son temas
importantes únicamente porque los evangélicos insisten en que el Antiguo
Testamento es un medio eficaz para desacreditar a la ciencia. Pero como lo
demuestran estos ejemplos, la Biblia no puede dejar de desacreditarse a sí
misma.
De hecho, la Biblia tiene tres modelos de creación,
y algunos expertos sostienen que hay cuatro. Además de los dos que aparecen en
el Génesis, se hace referencia a uno más en los libros de Isaías, los Salmos y
Job. En esta versión, el mundo es creado después de una gran lucha entre Dios y
lo que, de acuerdo con los teólogos, es un dragón en las aguas llamado Rahab. Y
Rahab no es la única criatura mítica que coexistía con Dios o que fue creada
por él. Dios juega con un monstruo marino llamado Leviatán. Hay unicornios en
la Biblia del Rey Jacobo (aunque esta no es la traducción correcta del nombre
en hebreo de la criatura mítica). Hay feroces serpientes, víboras voladoras y
basiliscos, que son dragones de dos patas y cabeza de gallo (posteriormente,
esa palabra fue cambiada por “víbora” en algunas Biblias en inglés).
Y en el Éxodo, los magos que trabajan para el Faraón de Egipto pueden
transformar sus bastones en serpientes y el agua en sangre. En el Génesis, los
“hijos de Dios” se casan con las “hijas de los hombres” y
tienen hijos; los “hijos de Dios” son ángeles, como queda claro en
los libros de Job y los Salmos.
Los evangélicos mencionan al Génesis para
poner en tela de juicio la ciencia que se enseña en las aulas, pero no les
gusta hablar de los libros del Antiguo Testamento donde aparecen monstruos y
magia.
Sarah Palin está pecando ahora mismo
La declaración en la Primera Epístola a Timoteo, según se relata en las versiones
de la Biblia en idioma inglés, como Living Bible, New American Standard Bible,
New International Version Bible y otras, no podría ser más clara: aquellos que
“practican la homosexualidad” no heredarán el reino de Dios. Pero la
traducción es extraña, en parte porque el término “homosexual” ni siquiera
existió sino hasta más de 1,800 años después de la fecha en que se supone que
se escribió esa Epístola. Entonces, ¿cómo llegó al Nuevo Testamento? Sencillo:
los editores de estas Biblias modernas simplemente lo inventaron. Al igual que
muchos traductores y autores antes que ellos, tenían una convicción religiosa,
algo que querían decir que no estuviera establecido en el texto original con la
suficiente claridad para su gusto. Por ello, manipularon frases para reforzar
sus convicciones.
El versículo bíblico original en koiné se
utiliza la palabra ρσενοκοῖται, que ha sido
traducida como “homosexual.” En la Biblia en latín, el término usado
fue masculorum concubitores. En la versión del rey Jacobo, dicho término se
tradujo como “aquellos que se profanan con varones.” Quizás eso
representa a los varones que tienen relaciones sexuales con otros varones, o
quizás no.
Lo siguiente que hay que verificar es si la
Primera Epístola a Timoteo se basó en
una falsificación. Y la respuesta es un sí rotundo. En 1807, un erudito alemán
llamado Friedrich Schleiermacher publicó una Epístola en la que señalaba que en
la Primera Epístola a Timoteo se
utilizaban argumentos que entraban en conflicto con otras de las Epístolas
escritas por Pablo. Además, en la Primera Epístola a Timoteo se atacan las falsas doctrinas,
pero no se trata de las falsas doctrinas que prevalecían en la época en que
Pablo escribió sus Epístolas; en lugar de ello, se asemejan más a las creencias
de los Gnósticos, una secta que no existió sino hasta mucho tiempo después de
la muerte de Pablo. Y en ocasiones, quienquiera que haya escrito esta Epístola
utiliza las mismas palabras que Pablo, pero con significados completamente
distintos. La mayoría de los estudiosos bíblicos están de acuerdo en que Pablo
no escribió la Primera Epístola a
Timoteo.
Sin embargo, supongamos por un momento que
la Primera Epístola a Timoteo fue
escrita por Pablo, y que “profanarse” hace referencia a la
homosexualidad. En tal caso, los cristianos evangélicos y los literalistas
bíblicos todavía tienen un gran problema en sus manos. Contrario a las
creencias de muchos fundamentalistas, aparte del énfasis en los 10
Mandamientos, los pecados no están clasificados. En el Nuevo Testamento no se
afirma que la homosexualidad es el más atroz de todos los pecados. No, cada
pecado es igual en cuanto a su importancia para Dios. En la Primera
Epístola a Timoteo, Pablo, o quien
quiera que la haya escrito, condena a los desobedientes, a los mentirosos y a
los borrachos. En otras palabras, para los evangélicos que quieran usar este
libro de la Biblia para condenar la homosexualidad, la mayoría de los miembros
de las fraternidades universitarias de Estados Unidos están cometiendo pecados
tan graves como ser gay. Pero pocas veces se entera uno de padres que echan de
la casa a sus hijos por beber hasta la inconsciencia los sábados por la noche.
Hablemos ahora sobre cómo en la Primera
Epístola a Timoteo se aborda el tema de
las mujeres. Michele Bachmann, diputada republicana por Minnesota, calificó a
las personas gays como bravucones en marzo pasado por oponerse a la legislación
que habría permitido que las empresas de Arizona discriminen a las parejas del
mismo sexo. Bueno, de acuerdo con la Biblia, Bachmann debería callarse y
sentarse. De hecho, todas las mujeres políticas que insisten en que el Nuevo
Testamento es la palabra infalible de Dios tendrían que renunciar
inmediatamente o admitir que son unas hipócritas.
Esto se debe a que la Primera Epístola a Timoteo es uno de los libros más
virulentamente antifemeninos de todo el Nuevo Testamento, lo que también la
distingue de otras Epístolas escritas por Pablo. En la versión de Rey Jacobo,
se dice que las mujeres deben vestirse recatadamente, que no pueden adornar su
pelo, llevar perlas u oro y que deben mantenerse en silencio. Además, no pueden
ocupar ningún puesto de autoridad por encima de los varones y ni siquiera se
les permite ser maestras, lo que significa que si realmente creyeran que la
Biblia es la palabra infalible de Dios, mujeres como Bachmann no podrían estar
en la política. De hecho, en la Primera Epístola a Timoteo sólo existe una cláusula
parentética que puede ser interpretada como un comentario sobre la
homosexualidad, mientras que contiene seis versículos acerca de los defectos de
las mujeres y las limitaciones sobre lo que tienen permitido hacer.
Muchos cristianos señalan otras partes del
Nuevo Testamento cuando denuncian la homosexualidad. La Epístola a los Romanos,
también atribuida a Pablo, es una elección popular. En la Biblia del Rey
Jacobo, se condena a los varones que ardieron en deseos los unos por los otros,
una traducción que se sostiene bastante bien si se compara con las primeras
versiones griegas. Y los eruditos están de acuerdo en que la Epístola a los
Romanos realmente fue escrita por Pablo.
En otras palabras, la Epístola a los
Romanos es realmente la palabra de Dios, y lo que tiene que decir no puede ser
cuestionado por quienes se autodenominan literalistas bíblicos. Lo cual querer
decir que el televangelista Pat Robertson debería prepararse para pasar la eternidad
en el infierno. Recientemente, en su programa de televisión The 700 Club,
Robertson lanzó invectivas contra Barack Obama y, como de costumbre, rezó en
busca de auxilio. “¡Dios mío!, ¡necesitamos a los ángeles! ¡Necesitamos tu
ayuda!”, dijo Robertson. “Necesitamos hacer algo, rezar para ser
liberados de este presidente.”
Y al hacerlo, Pat Robertson pecó. Porque en
la Epístola a los Romanos, que se usa tan a menudo para condenar a la
homosexualidad, hay una serie mucho más larga de versículos sobre cómo se
supone que deben actuar los justos hacia las personas con autoridad
gubernamental. Esto aparece en Romanos13: 1-2, que, de acuerdo con la
International Standard Bible dice, “Sométase toda persona a las
autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las
que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la
autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean
condenación para sí mismos.”
En efecto, en la Epístola a los Romanos hay
un versículo sobre la homosexualidad… y hay ocho versículos que condenan a
aquellos que critican al gobierno. En otras palabras, todos los cristianos
fundamentalistas que condenan a Obama han pecado tanto como creen que lo han
hecho las personas gays.
Y esto no termina allí. En la misma sección
de la Epístola a los Romanos que supuestamente aborda la homosexualidad, Pablo
también condena la contienda (entonces, ¿todo el Congreso está condenado?), el
orgullo, la desobediencia a los padres y el engaño a las personas (sí, todo el
Congreso está condenado.) No hay negrillas ni subrayado en la sección donde se
aborda la homosexualidad; Pablo la considera como algo tan pecaminoso como el
orgullo o la contienda.
La historia se repite en el último
versículo del Nuevo Testamento mencionado por los fundamentalistas que
desprecian a los homosexuales. De nueva cuenta, se trata de una Epístola
escrita por Pablo a los Corintios. La traducción es buena, y los expertos creen
que fue escrita por él. Pero es mejor que los fundamentalistas que confían en
ella, se mantengan lejos de los tribunales: Pablo condena interponer demandas
judiciales, al menos contra otros cristianos. El adulterio, la avaricia, la
mentira; todos estos son pecados cuya gravedad es equivalente a la de la homosexualidad.
Por supuesto, hay muchísimos cristianos
fundamentalistas que no tienen ni idea de dónde están las referencias a la
homosexualidad en el Nuevo Testamento, y mucho menos qué es lo que dicen los
versículos circundantes. Y por ello, siempre recurren al Levítico, el libro del
Antiguo Testamento repleto de cosas que se deben hacer y que se deben evitar.
Parecen haber memorizado las palabras que indican que es una abominación que un
hombre tenga sexo con otro hombre como lo hace con una mujer. Y cada vez que
presentan ese argumento, demuestran que no conocen casi nada acerca del Nuevo
Testamento.
Un conflicto fundamental en el Nuevo
Testamento, posiblemente el más importante de toda la Biblia, se centra en si
las Leyes de Moisés fueron reemplazadas por la crucifixión de Cristo. La
tensión básica era que Pablo dirigía una iglesia en Antioquía donde intentó
atraer a los no judíos al cristianismo al difundir una interpretación liberal
de los requisitos para seguir las Leyes de Moisés: la circuncisión, comer
comida “kosher” y otras reglas descritas en el Antiguo Testamento. A cientos de
millas de distancia, los discípulos de Jesús y de su hermano Santiago
encabezaban una iglesia en Jerusalén. Cuando se enteraron de lo que ocurría en
Antioquía, se produjo un debate: ¿los no judíos tenían que hacerse judíos
primero (como Jesús) y seguir la ley mosaica antes de que pudieran ser
aceptados como cristianos?
Algunos de los discípulos originales
dijeron que sí, una opinión que parece encontrar apoyo en las palabras
atribuidas a Jesús en el Evangelio de Mateo: “No crean que vine a abolir
la ley o a los profetas…” El autor del Evangelio de Mateo dejó claro que
los cristianos debían seguir la ley mosaica al igual que los Judíos más
religiosos para lograr la salvación. Pero Pablo, particularmente en las
Epístolas a los Gálatas y a los Romanos, dice que una persona logra la
salvación mediante su fe en la muerte y resurrección de Cristo, nada más. Pablo
pensaba que aquellos que trataban de seguir la ley mosaica se arriesgaban a
perder la salvación.
En otras palabras, los judíos ortodoxos que
siguen la ley mosaica pueden usar el libro del Levítico para condenar la
homosexualidad sin ser hipócritas. Pero los cristianos fundamentalistas deben
elegir: pueden seguir la ley mosaica consumiendo comida “kosher”, siendo
circuncidados, nunca vestir ropa hecha de dos tipos de hilo y reglas
semejantes. O pueden aceptar que encontrar la salvación en la resurrección de
Cristo significa que el Levítico está fuera de la mesa.
Lo anterior plantea un problema final para
los fundamentalistas ansiosos por condenar a los homosexuales o a quien
quieran: si aceptan los escritos de Pablo y creen que todas personas son
pecadoras, entonces la salvación se encuentra en la creencia en Cristo y en la
resurrección. Para todos. No hay ninguna excepción en la Biblia para los
pecados que realmente desagradan a los evangélicos.
Así que, aparentemente, Dios no necesita la
ayuda de los fundamentalistas para determinar lo que debe hacerse en la otra
vida con los orgullosos, los avaros, quienes participan en contiendas o incluso
los homosexuales. Esa podría ser la razón por la que Jesús advirtió a sus
seguidores que no juzgaran a otros mientras pasaban por alto sus propios
pecados. De hecho, él tenía una palabra específica para designar las personas
obsesionadas con los pecados de otros. Los llamó hipócritas.
No tienen una oración
En agosto de 2011, Rick Perry, gobernador
de Texas, fue anfitrión de un rally de oración en masa en Houston en el que en
ese entonces era conocido como Estadio Reliant, donde juega el equipo
profesional de fútbol americano de la ciudad. Reunido con 30,000 cristianos,
Perry caminó hacia un podio, y su rostro fue proyectado en una pantalla gigante
detrás de él. Cerró los ojos, inclinó la cabeza y pronunció una larga oración
en la que pedía a Dios que hiciera de Estados Unidos un mejor lugar. Los demás
fieles se pusieron de pie, se arrodillaron, lloraron y gritaron,
“amén.”
Recientemente, Bobby Jindal, el gobernador
de Luisiana, anunció que sería anfitrión de su rally masivo de oración en Baton
Rouge. Más de 100,000 pastores evangélicos han sido invitados.
Jesús se habría horrorizado. Por lo menos,
eso es lo que la Biblia dice.
Es una de las contradicciones más
incomprensibles entre la conducta de los evangélicos y las palabras explícitas
de la Biblia. Los espectáculos de oración (y realmente no hay ninguna otra
palabra para describirlos) se llevan a cabo todas las semanas. Si no se
realizan en espacios deportivos con aspirantes a la presidencia del Partido
Republicano, aparecen en programas de televisión del domingo por la mañana en
mega-iglesias que pueden alojar a decenas de miles de los seguidores más
fieles. Levantan los brazos y se balancean, llorando y suplicando en oración.
Pero Jesús predicó específicamente en
contra de esto en el Sermón de la Montaña, el elemento de enseñanza más largo
presentado por él en el Nuevo Testamento. Específicamente, como se narra en el
Evangelio de Mateo, Jesús habló acerca de aquellos que hacían enormes
demostraciones públicas de su propia religiosidad. De hecho, los eventos de
oración recuerdan estrechamente las representaciones que se hacen en los
primeros textos cristianos acerca de los servicios de oración realizados por
los fariseos y los saduceos, dos de los movimientos religiosos más grandes en
Judea durante la vida de Jesús. Y en todos los evangelios, Jesús condena
vehementemente a estos grupos, centrando parte de su cólera en sus
demostraciones públicas de oración.
Aunque las palabras de la Biblia de Rey
Jacobo podrían ser un tanto confusas porque dicha versión no está escrita en
inglés moderno, la New Revised Standard Version es un buen sustituto. En ella,
se afirma que Jesús dijo, “cuídense de no hacer sus obras de justicia delante
de la gente para llamar la atención. Si actúan así, su padre que está en el
cielo no les dará ninguna recompensa.”
Pero Jesús dice mucho más, advirtiendo
específicamente acerca de esa clase de oración de exhibición pública que se ha
convertido en toda una locura entre los evangélicos de nuestros tiempos. El
versículo en Mateo continúa citando a Jesús, que dice, “Cuando oren, no lo
hagan como los hipócritas, porque les encanta ponerse de pie y rezar en las
sinagogas y en las esquinas para que puedan ser vistos por otros. En verdad les
digo que ya han recibido su recompensa.”
En lugar de ello, Jesús dice que las
personas verdaderamente rectas deben orar a solas y en secreto, en una
habitación con la puerta cerrada. “Tu Padre que ve en secreto, te
recompensará”, señala Jesús, de acuerdo con el Evangelio.
De hecho, en las docenas de discusiones en
la Biblia sobre la oración, la gran mayoría se enfocan la capacidad de Dios
para saber lo que desea una persona. En el Nuevo Testamento, esto se presenta a
menudo como un asunto profundamente personal, con las oraciones pronunciadas en
celdas a un Dios que permanece al lado del oprimido.
Además, parlotear como lo ha hecho Rick
Perry y muchos más como él acerca de la fe y el país y las bendiciones a
Estados Unidos se contrapone a todo lo que Jesús dice acerca de la oración en
la Biblia. “Cuando oren, no usen frases vacías como los gentiles, porque
piensan que serán escuchados por su palabrería”, dice Jesús en el Evangelio de
Mateo. “No sean como ellos, porque su Padre sabe lo que ustedes necesitan
antes de que ustedes lo pidan.”
Dado que Dios sabe qué necesita cada uno
sin que se lo pida, no hay ninguna razón para recitar largas e intrincadas
oraciones. Por lo tanto, dice Jesús en los Evangelios de Mateo y Lucas, las personas
que deseen orar sólo deben decir la Oración del Señor. Por supuesto, está el
problema de que la Oración del Señor mencionada en esos dos evangelios viene en
dos versiones, por lo que los cristianos deben elegir una u otra.
Parece casi un milagro que aquellos que
transforman sin esfuerzo en
“homosexual” la expresión de Pablo de “aquellos que se profanan
con varones” puedan hacer caso omiso de las palabras claras y simples de
Jesús en el Evangelio de Mateo. Lo que resulta más asombroso es que, a diferencia
de tantas cuestiones sobre la Biblia, las instrucciones sobre cómo y dónde de
rezar no sólo no se contradigan, sino que sean reforzadas una y otra vez.
Lo más cerca que estuvo Jesús de una
oración pública en la Biblia fue cuando alimentó a miles de personas con cinco
panes y dos pescados. Esta historia es narrada en todos los Evangelios, y en
todos los casos, se dice que Jesús dio gracias a Dios o que miró al cielo y
bendijo los alimentos. Pero también se le muestra orando en los cuatro Evangelios,
y cada vez, Jesús lo hace después de retirarse para estar solo.
Algunos evangélicos han intentado explicar
esta contradicción entre las palabras de la Biblia en el Evangelio de Mateo y
las modernas sesiones públicas de oración diciendo que Jesús sólo condenaba la
oración masiva cuando las personas que la hacían habían tomado esa decisión
únicamente para ser vistas. Pero con las imágenes de gobernadores proyectadas
en televisores gigantes de alta definición, con miles de personas apretujadas
en estadios deportivos llorando y agitando las manos, con miles de personas más
diciendo sus oraciones y trasmitiéndolas por televisión desde mega-iglesias, es
difícil ver qué otra razón posible podría existir, aparte de ser vistos. Como
lo señala claramente la Biblia, Dios no necesita que nadie acuda en auto a un
estadio de fútbol americano para que Él pueda escucharle.
Lo anterior nos lleva a hacer una pregunta
obvia: ¿por qué no hay más cristianos que se opongan a la oración en las
escuelas? Si estas personas realmente creen que la Biblia es la palabra de
Dios, entonces es necesario que enseñen a sus hijos la Oración del Señor, que
los lleven a su habitación y que les permitan orar a solas.
Esa respuesta no se presta para grandes
protestas ni para realizar airadas demandas de acusar a jueces. Pero sigue las
instrucciones de los Evangelios. ¿Y no se supone que ese es precisamente el
punto?
No juzgues
Entonces, ¿por qué estudiar la Biblia? Dado
que está llena de contradicciones y errores de traducción, no fue escrita por
testigos e incluye palabras añadidas por autores desconocidos para inyectar la
ortodoxia de la iglesia, ¿simplemente debe ser abandonada?
No. Este examen no es un ataque contra la
Biblia o el cristianismo. En lugar de ello, los cristianos que buscan una mayor
comprensión de su religión deben verlo como un intento de salvar a la Biblia de
la ignorancia, el odio y el prejuicio que se han acumulado sobre ella. Si los
cristianos realmente desean considerar al Nuevo Testamento como la base de la
religión, deben conocerla. Demasiados de ellos parecen leer las novelas de John
Grisham con mayor cuidado que el que usan para leer el libro al que consideran
el documento más importante del mundo.
Pero la historia, las complejidades y las
verdaderas palabras de la Biblia no pueden ser pasadas por alto solamente para
hacerlas coincidir con lo que las personas desean creer, basándose simplemente
en lo que sus amigos, su familia y los ministros les dicen. En ninguna parte de
los Evangelios, de los Hechos de los Apóstoles, de las Epístolas o del
Apocalipsis se afirma que el Nuevo Testamento es la palabra infalible de Dios.
Esto no hubiera sido posible, ya que quienes escribieron cada una de estas
secciones no tenían ninguna idea de que estaban componiendo la Biblia
cristiana, y estaban muertos desde hace mucho tiempo antes de que lo que
escribieron fuera elegido por miembros de comités políticos y teológicos para
formar parte del Nuevo Testamento.
La Biblia es un libro muy humano. Fue
escrito, montado, copiado y traducido por personas. Eso explica las fallas, las
contradicciones, y los desacuerdos teológicos en sus páginas. Cuando hayamos
comprendido esto, podremos descubrir qué partes de la Biblia no estaban en los
primeros manuscritos griegos, cuáles son las traducciones deficientes, y qué es
lo que dice un libro en comparación con otro, y luego tratar de discernir el
mensaje por nosotros mismos.
Y adoptar lo que los expertos bíblicos
modernos saben que son las verdaderas secciones del Nuevo Testamento. Jesús
dijo, no juzgues. Condenó a quienes señalaban los defectos de los demás
mientras hacían caso omiso de los suyos propios. Y declaró, “Amarás a tu
prójimo como a ti mismo. Ningún otro mandamiento es más grande que éste.”
Ese es un buen lugar para comenzar.