Hace una década, los multimillonarios Melinda y Bill Gates y Warren Buffett iniciaron el Compromiso de Dar. Desde entonces, más de 200 multimillonarios han aceptado donar por lo menos la mitad de su riqueza. Pero ¿por qué algunas personas los critican? Respuesta: política, envidia y malentendidos.
“EL HOMBRE QUE MUERE RICO muere en desgracia”. Andrew Carnegie, El evangelio de la riqueza, 1989.
En 2010, Bill y Melinda Gates y Warren Buffett comenzaron el proyecto Compromiso de Dar, una promesa de los muy ricos de donar la mitad de su riqueza antes de morir. La idea era cambiar el mundo de la generosidad mediante motivar a más personas, con cantidades escandalosas de dinero, a dar más y más cuanto antes, y sobre todo, dar de forma diferente: compartir ideas y las mejores prácticas y hacer más efectiva su generosidad.
En vez de (o tal vez además de) gastar su dinero en una plataforma de aterrizaje nueva para su yate en el Cabo de Antibes, 206 individuos o parejas han prometido públicamente dar la mitad o más de su dinero a quienes lo necesiten. Uno pensaría que eso sería motivo de celebración, o por lo menos de un “gracias” a regañadientes.
No.
¿Por qué? Tal vez se deba al hecho de que estamos, en palabras del senador Bernie Sanders, “hartos y cansados de los multimillonarios”, un sentir que ha crecido al paso del tiempo y que, al parecer, no ha disminuido incluso cuando los ricos han dado un paso al frente durante la pandemia del COVID-19. Tal vez se reduzca a envidia de nuestra parte. Quizá la idea de que un puñado de personas siente que puede salvar el mundo se percibe como soberbia. “¿Cómo se atreven?” Tal vez los Koch y Mercer (negadores climáticos) y los Selz (contrarios a las vacunas) le han dado a la filantropía un mal nombre.
Sea cual sea la razón, Compromiso de Dar ciertamente ha tenido sus críticos. En el quinto aniversario, Bloomberg.com analizó los patrimonios de diez comprometidos que habían muerto y descubrió que la mayoría no había donado la mitad de su fortuna antes de morir. Concluyó que la promesa era más parecida a unirse a un “club” que a un compromiso auténtico. En junio de 2019, en The Chronicle of Philanthropy, el periodista Marc Gunther concluyó que Compromiso de Dar no le ha “puesto turbo a la filantropía” como era su intención. Y sugirió que muchos comprometidos en realidad no están cumpliendo su compromiso y solo se unieron por el caché. Kelsey Piper, de Vox, llamó al Compromiso “decepcionante” porque más multimillonarios no lo han firmado.
Este es el décimo aniversario de Compromiso de Dar y el vigésimo de lo que ahora es la Fundación Bill y Melinda Gates, o “BMGF”, la cual administra el Compromiso. La verdad es que nadie fuera de Seattle sabe si el Compromiso ha sido una decepción o un éxito o algo intermedio. Los Gates y Warren Buffett rechazaron las solicitudes de entrevista, pero Bill y Melinda sí hicieron pública la siguiente declaración a Newsweek. Ellos dijeron:
“Cuando empezamos el Compromiso de Dar con Warren Buffett, hace una década, nuestra meta era motivar a más personas adineradas a dedicar esa riqueza a beneficiar al mundo. Pero no estábamos seguros de que la idea funcionaría. ¿Cuánta gente en realidad elegiría donar la mayor parte de su valor neto? La respuesta, según parece, es más de la que esperábamos”.
También hablamos con tres altos ejecutivos de la BMGF y cierta cantidad de comprometidos. Rob Rosen, director de sociedades filantrópicas, supervisa el Compromiso de Dar. Él dice: “La idea de que cien personas lo firmaran parecía tremendamente ambiciosa. Luego, hace unos siete años, eran 200. Ahora, una meta extendida sería la mitad de los multimillonarios de Estados Unidos [según Forbes, esto sería alrededor de 300]. Así que, contra las expectativas originales, ya ha sido un gran éxito”.
Es aún más difícil determinar si el Compromiso ha motivado más generosidad o más velocidad. Rosen dice que ha ayudado a que algunos piensen detenidamente “¿cuál es el número correcto?” Pero los comprometidos con quienes hablamos dijeron que habrían donado su riqueza de todas formas. Aun así, Laura Arnold, de Arnold Ventures, la organización filantrópica que fundó con su esposo John, cree que el Compromiso posiblemente ha llevado la conversación de “lo abstracto a lo concreto”. Y añade: “Eso es muy importante. Pasar de la teoría a la acción es crucial. Algunas personas quieren involucrarse en la filantropía, pero empezar es difícil. El Compromiso es una manera muy efectiva de hacerlo”.
Los Arnold, quienes hicieron su fortuna comerciando futuros energéticos, fueron de los primeros en firmar y dicen que estaban entre los partidarios más fuertes de dar en vida.
No obstante, la BMGF no da seguimiento a cuánto han dado en realidad los Comprometidos, porque, como insistió Warren Buffett, fue diseñado para ser una obligación moral holgada y no una estrategia estrecha y legal. Nadie le da seguimiento. Hans Peter Schmitz, profesor asociado de la Universidad de San Diego, dice: “El mundo de la filantropía no usa cifras. Prefiere historias”. La generosidad multimillonaria es difícil de seguir porque mucha se hace en privado, con poca fanfarria. Las cifras que rondan por allí sugieren que los ricos en general dan proporcionalmente menos en vida que la gente común, pero más cuando fallecen.
Aun cuando hay poca evidencia de que el Compromiso haya aumentado la generosidad, también hay poca evidencia de que no lo ha hecho. Gunther halló comprometidos que no parecen haber dado mucho todavía. Pero es igual de fácil hallar ejemplos que parecen estar cumpliendo el compromiso. No hay cifras oficiales, pero varias fuentes publicadas sugieren que algunos están determinados a cumplir la meta.
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Azim Premji, presidente de Wipro y extraoficialmente el zar de la tecnología informática en India, ha donado 21,000 millones de dólares. Ray y Barbara Dalio, los multimillonarios de fondos de cobertura, 5,000 millones de dólares. Chuck Feeney, cofundador de DFS, 9,000 millones de dólares. Y, por supuesto, Buffett y los Gates han dado más de 90,000 millones de dólares entre ellos, con miles de millones más por venir. Jeremy y Hannelore Grantham, la pareja del Reino Unido, ha donado 98 por ciento de su riqueza para combatir el cambio climático. Grantham fue un pionero de los fondos indexados. Bill y Joyce Cummings, los magnates de bienes raíces de Nueva Inglaterra, han donado alrededor de 80 por ciento de la suya, más de 2,000 millones de dólares. Los banqueros T. Denny Sanford, los difuntos Herb y Marion Sandler, y Bernard y Barbro Osher han donado o van a donar casi toda su fortuna. Al igual que Dustin Moskovitz, cofundador de Facebook, y su esposa, la experiodista Cari Tuna.
La lista de las causas auspiciadas por los comprometidos a dar cubre toda la gama, desde derechos reproductivos (John y Laura Arnold) hasta la educación (Premji, los Dalio, los Osher); desde mejorar las vidas de los niños (Sanford, Chris Hohn) hasta ProPublica y combatir los préstamos usureros (los Sandler); desde enfermedades infecciosas (BMGF, Moskovitz y Tuna) hasta la reforma inmigratoria y la reconciliación tras conflictos (Feeney); desde ciencia hasta bienestar animal y educar a la siguiente generación de líderes chinos (Stephen Schwarzman).
¿Y qué hay del compromiso “poniéndole turbo a la filantropía” mediante motivar a otros a tomar acciones?
Jeff Bezos no ha firmado el compromiso, pero vale la pena señalar que él creó el Fondo Bezos para la Tierra y prometió dar 10,000 millones de dólares para reducir el cambio climático poco después de que su exesposa MacKenzie Bezos firmó el compromiso.
También hay evidencia, de nuevo anecdótica, de que el Compromiso está cumpliendo el objetivo de hacer la generosidad más efectiva al compartir ideas y mejores prácticas. La Fundación Gates organiza un retiro anual para los comprometidos. Los participantes elogian con entusiasmo lo mucho que aprenden y cuán útil es darle forma a su filantropía. Ray Dalio, director ejecutivo y autor de libros de grandes ventas, dice: “Es muy difícil hacer bien la filantropía. No hay un marco de referencia. No hay una aplicación de filantropía. En los negocios es fácil saber si algo está funcionado. Es más difícil con la filantropía”.
Stephen Schwarzman, también director ejecutivo de fondos de cobertura y autor de libros de grandes ventas, está de acuerdo: “Es importante entender cómo dedicar de manera inteligente los recursos. No es un problema único, y ayuda el juntarte con otras personas inteligentes y compartir ideas”.
El Compromiso también ha inspirado otras acciones para motivar a los ricos o futuros ricos a que den más. Esto es especialmente cierto fuera de Estados Unidos, donde hay menos tradición filantrópica. Está el Instituto de China para la Filantropía Global, fundado por tres filántropos chinos, Dalio y Bill Gates, para desarrollar la filantropía en China. Y algo llamado el Compromiso de los Fundadores, una acción ubicada en Londres para hacer que los empresarios comprometan 2 por ciento de los ingresos cuando vendan sus compañías. Hasta ahora, 1,360 empresarios de 30 países lo han firmado. En Brasil hay el Compromiso de la Generación, el cual les pide a los herederos jóvenes que den el 10 por ciento de lo que heredan dentro de los primeros cincos años después de heredar, y se comprometen a hacer el bien con el 90 por ciento que se quedan.
Y aun cuando no ha firmado el compromiso, el hombre más rico de África, el empresario industrial Aliko Dangote, de Nigeria, tiene su propia fundación que trabaja de cerca con la Fundación Gates en problemas como la polio. Se espera que Nigeria sea certificada como libre de polio este año. Él dice que se inspiró personalmente en los Gates para hacerse cargo de mejorar el sistema de salud. Ahora, la labor de su fundación inspira a otros.
“Más y más personas se acercan a nosotros pidiéndonos consejo sobre cómo establecer sus propias organizaciones filantrópicas, y siempre estamos dispuestos a ayudar”, comenta Dangote. “Creemos que los retos de África tendrán que ser resueltos por nosotros los africanos. Y empezamos a ver más y más personas dando un paso al frente”. Su fundación fue una de las primeras en África en dar dinero para pruebas del COVID-19.
Tal vez algunas de las críticas al Compromiso son motivadas por el secreto que lo rodea. Según un artículo de Carol Loomis en la revista Fortune, Compromiso de Dar fue creado en una cena privada, celebrada en 2009, en la muy discreta Universidad Rockefeller de la Ciudad de Nueva York. El anfitrión era David Rockefeller y la encabezaron Bill Gates y Warren Buffett. Ted Turner, fundador de CNN; Charles Feeney, cofundador de DFS Group; George Soros, administrador de fondos; Eli Broad, fundador de KB Home; Michael Bloomberg, Oprah Winfrey y media docena más estuvieron allí. Los participantes juraron guardar silencio.
No se han vuelto mucho más comunicativos desde entonces. Los comprometidos están publicados en el sitio web. Si lo desean, pueden escribir una carta explicando sus motivaciones para firmar. Además de ser publicadas en línea, las cartas son exhibidas en el Smithsoniano. Pero, aparte de eso, nada. Se cree que los prospectos son revisados discretamente. Los seleccionados luego son invitados a unirse por Bill Gates o Warren Buffett en persona. En cuanto se unen, pueden asistir a retiros privados donde los filántropos más experimentados del grupo instruyen a los más recientes en el arte y la ciencia de donar dinero, una táctica efectiva, ya que los ricos confían entre sí más que en un no rico. También hay reuniones para compartir ideas y hablar de causas. Los comprometidos rara vez hablan de esto con gente de fuera.
El secreto, junto con las sospechas de los superricos, convierten el Compromiso en un blanco fácil. Aun así, ¿por qué atacar a quienes tratan de ayudar? Los comprometidos son los multimillonarios buenos. O por lo menos de buenas intenciones. Como dice Jason Saul, un experto en filantropía de Chicago: “Prefiero que los multimillonarios firmen el Compromiso de Dar que un Compromiso de Tomar”.
Al hacerse públicos, los comprometidos están jugándose su prestigio. ¿Por qué no guardar nuestra ira mojigata para los 1,900 o más multimillonarios que no han firmado el Compromiso? (Forbes dice que 1,062 multimillonarios han visto caer su riqueza como resultado del COVID-19, y 267 ya no están en la lista). Al criticar el Compromiso, ¿los no multimillonarios estamos desalentando el tipo de comportamiento que deberíamos estar alentando? En vez de criticar a los comprometidos, ¿deberíamos alentar a los multimillonarios no comprometidos a unirse?
FIRMAR O NO FIRMAR
Cuando una amiga multimillonaria me preguntó en qué estaba trabajando y le respondí que en un artículo sobre los multimillonarios que donan su dinero, se encogió de hombros y dijo: “Ellos pueden darse el lujo”. Ella también podía dárselo. Donar la mitad de tu riqueza no es una nimiedad, ya sean 10,000 millones o 10 dólares. Dangote dice: “Mi riqueza será donada de todas maneras, pero hay implicaciones en mi religión [islam] en relación con mis herederos. Así que es algo que estamos considerando, pero finalmente es una decisión familiar”.
La hija de Chuck Feeney, Juliette Timsit, dice que apoya la decisión de sus padres, y Dalio comenta que sus hijos también lo hacen. Pero no todas las familias piensan de esa manera.
No obstante, muchos insisten en que la decisión en realidad no se trata en absoluto del dinero, sino más bien de la publicidad que conlleva. Son dos decisiones diferentes. 1. ¿Dar? 2. ¿Firmar? Chuck Feeney donó la mayoría de su fortuna antes de que el Compromiso siquiera existiera, pero de todas formas titubeó antes de firmar. Según Jane Wales, del Instituto Aspen y fundadora del Foro Global de Filantropía: “Chuck es el hombre más huraño en la historia”. Su hija Timsit se ríe: “En 1988 llamé a casa desde una caseta telefónica en Nevada. Entendí por el tono de mi mamá que algo no estaba bien. Con una voz susurrante y seria me dijo que mi papá estaba muy molesto por haber aparecido en la lista de Forbes (de los hombres más ricos del mundo)”.
Los cuasi multimillonarios Craig Silverstein y su esposa, Mary Obelnicki, también dudaron antes de firmar. Silverstein es una pregunta andante de Jeopardy, como quién fue el cuarto chiflado o el quinto Beatle. En el caso de Silverstein, él fue el tercer miembro de la compañía incipiente Google con Larry Page y Sergey Brin. Silverstein y Obelnicki dicen que tomaron su decisión en parte para motivar a otros:
“Pudimos haber elegido ser menos visibles. Craig ya había establecido un medio anónimo para donar, y teníamos un perfil público relativamente bajo. Así, para nosotros, firmar el Compromiso de Dar y hacerlo público fue una decisión calculada y consciente… En Silicon Valley hay mucha creación de riqueza que ocurre temprano en la vida de los individuos. Quisimos motivar a nuestros semejantes a empezar temprano, hallar un problema que les importara y solucionar el problema”.
Para quienes no firman, la “privacidad” a menudo es citada como su porqué. Dalio dice: “La cuestión siempre es si el aprendizaje que obtienes al ser parte del Compromiso vale la pérdida de privacidad”. Pero es difícil entender exactamente de qué privacidad están hablando. Esos multimillonarios con fortunas enormes, esos con riquezas desde generaciones anteriores o esos que presiden compañías con sus propios nombres, ya tienen un perfil público. Como dice Schwarzman, él ya era una “figura cuasi pública” antes de firmar el Compromiso, este año.
Arnold comenta: “Sí me he visto en cenas respondiendo a las razones de la gente para no firmar. La mayoría de las veces dicen algo como: ‘Oh, no queremos la publicidad. Queremos mantenernos fuera del radar’. Les digo que vivimos en una época en la que cuánta riqueza tienes ya se sabe”.
Un no comprometido se negó a una entrevista a través de un intermediario alegando la “privacidad”. De nuevo, ¿cuál privacidad? Él está en la lista de Forbes, al igual que sus padres. El nombre de la familia está en docenas de fábricas y edificios de oficinas, incluidos dos edificios en una universidad eminente y sus productos están en todo hospital de Estados Unidos. Las donaciones de su familia están en internet. La “privacidad” no tiene mucho sentido como excusa para no hablar con un reportero, aunque sí tiene sentido que tal vez él no quisiera responder preguntas sobre su filantropía. Según un análisis hecho por DonorSearch para Newsweek, en los últimos cinco años la fundación de la familia solo ha donado 3.6 millones de dólares. Incluso después de sumar las donaciones personales, parece que la familia ha donado menos del 1 por ciento de su riqueza. La “privacidad” tal vez sea su manera cortés de decir: “No tengo intención de donar mi dinero, y no pienso que necesite explicarte nada”.
Como muchas otras cosas, tal vez esta sea una de esas situaciones en las que cuando la gente dice que no se trata del dinero, en realidad sí lo es.
¿QUÉ SIGUE?
Todavía no se puede decir si Compromiso de Dar es un éxito. Falta mucho tiempo para poder decirlo de cierto, hasta que la primera generación de comprometidos haya muerto, sus patrimonios se hayan resuelto y se haga un recuento. Son muchos años en el futuro. Tal vez nunca suceda. Al momento, muchas fortunas, como las de los Gates, están creciendo más rápido de lo que incluso la BMGF, la fundación más grande que el mundo haya conocido, puede donar, aunque su fortuna sí cayó casi 7,000 millones durante marzo, según Forbes.
Tampoco va a ser posible juzgar si el Compromiso de hecho ha “puesto turbo a la generosidad” a la larga. Wales dice: “La contribución más importante es intangible. Ha tenido un tremendo efecto de llamamiento. Ahora se ha vuelto mundialmente aceptado que cualquier multimillonario que se respete debería involucrarse en la filantropía”. Aun así, hasta ahora solo alrededor del 10 por ciento de los multimillonarios del mundo y una cuarta parte de aquellos en Estados Unidos ha firmado.
Con toda probabilidad, el Compromiso siempre será fácil de apoyar o fácil de criticar. Tanto a Dalio como a Rosen les preocupa que la publicidad negativa del Compromiso pueda tener un “efecto escalofriante” no solo para el Compromiso, sino para donar. Muy malo. Es poco probable que las críticas cesen. La revista The Atlantic recientemente resucitó el argumento de un siglo de antigüedad de que la filantropía de los multimillonarios es una amenaza a la democracia, porque les da a los pocos privilegiados una influencia indebida sobre quien es ayudado. La revista argumentó que, en vez de filantropía, los multimillonarios solo deberían pagar sus malditos impuestos.
Ben Soskis, del Instituto Urbano, dice que estamos entrando en una fase nueva de la filantropía, en la cual el público es más crítico y la acepta menos. Una Osili, profesora de economía y estudios filantrópicos en la Escuela de Filantropía de la Familia Lilly en la Universidad de Indiana-Universidad de Purdue Indianápolis, comenta: “Después de los Epstein y Sackler, la gente ahora cuestiona los motivos. El reto es no permitir que la publicidad negativa de casos como el de Epstein ensombrezcan el papel que la filantropía puede tener en resolver problemas local y mundialmente”.
El difunto Jeffrey Epstein fue un agresor sexual convicto. Los Sackler son dueños de Purdue Pharma, que creó y promocionó agresivamente el opioide OxyContin. Tanto Epstein como los Sackler fueron filántropos importantes. Pero los comprometidos no son Epsteins o Sacklers. A pesar de la acusación de que el Compromiso es un medio para que los desagradables mejoren su reputación, solo hay dos delincuentes convictos (Michael Milken, Arif Naqvi), un puñado de capitalistas buitres y un oligarca (Vladimir Potanin) en la lista.
De hecho, muchos comprometidos son tan agradables como pueden serlo los multimillonarios. Más de cuatro quintas partes hicieron su fortuna por sí mismos. Forman una muestra representativa sorprendentemente amplia de la sociedad: jóvenes, viejos, hombres, mujeres, vieja industria, alta tecnología, liberales, conservadores, blancos, asiáticos, negros. Las historias de muchos comprometidos son inspiradoras: como Ann Gloag, de Escocia, quien se hizo rica con una compañía de autobuses que ella empezó con el dinero que su padre recibió cuando lo despidieron como conductor de autobuses. O Niu Gensheng, un mongol que fue vendido al nacer por siete dólares por sus padres desesperados. Algunos son ricos porque inventaron cosas que nos encantan: Uber, Netflix, Chobani, Spanx, Kinko’s y dispositivos biomédicos que salvan vidas. Son multimillonarios porque nosotros los hicimos multimillonarios. Y están dando un paso al frente en grande en la crisis del COVID-19.
F. Scott Fitzgerald dijo estupendamente: “Déjame hablarte de los muy ricos. Son diferentes a ti y a mí”. Pero muchos no son en realidad tan diferentes. Dalio explica: “Los multimillonarios son principalmente gente de clase media que accidentalmente hizo mucho dinero. La mayoría de nosotros no provenimos de mucho dinero. Sabemos cómo es”. “Accidentalmente” tal vez sea una exageración, pero la pasión en su voz cuando habla de resolver la pobreza en los barrios bajos es innegablemente auténtica.
Pero también hay un problema más grande en juego. El domingo 23 de febrero, The New York Times publicó un editorial criticando a los multimillonarios por hacer su dinero mediante “pararse en nuestra espalda, inmovilizándonos”. Es parte de una tendencia general de atacar a los multimillonarios. Estos no son un segmento especialmente empático de la población. Pueden pasar por sordos. Cuando David Geffen publicó una imagen de su lujoso superyate en las Granadinas, donde pasaba la cuarentena a causa de la pandemia, la respuesta negativa fue tan desagradable que él cerró su cuenta de Instagram.
No obstante, agrupar a la gente y acosar a ese grupo es un asunto peligroso. Es un truco barato tomado directamente de la caja de herramientas de la demagogia. Está bien criticar la política inmigratoria. No está bien describir a todos los inmigrantes como violadores y asesinos. Está bien criticar un sistema tributario que les permite a los multimillonarios evitar pagar lo justo, y denunciar a multimillonarios individuales que hacen cosas malas. No está bien vilipendiarlos como grupo, como lo han hecho la representante Alexandria Ocasio-Cortez y otros.
Y de todas las cosas que se les podría criticar a los multimillonarios, firmar el Compromiso no debería ser una de ellas. ¿Qué quieren los críticos que hagan los multimillonarios? Aun siendo imperfecto, el Compromiso es una herramienta para redistribuir cantidades enormes de riqueza de quienes tienen demasiado a quienes tienen muy poco. Y hacerlo ahora. En una columna elocuente y razonada en Bolder Giving, una red de apoyo entre pares para filántropos, Silverstein y Obelnicki dicen: “Nuestra intención todavía es donar nuestra riqueza en vida. No queremos dejar detrás algunas instituciones duraderas, solo un cambio duradero”.
Dime de nuevo por qué tenemos un problema con estas personas.
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Sam Hill es consultor, autor y colaborador de Newsweek. No lo han invitado a firmar el Compromiso porque le faltan 1,000 millones de dólares.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek