En estas fiestas de Pascua, los chocolateros belgas no suelen dar abasto. Pero este año, Laurent Gerbaud de Bruselas, está solo en su tienda, cerrada, y prepara los paquetes de chocolate encargados por internet.
Este chocolatero cerró su tienda hace más de tres semanas tras las medidas de confinamiento adoptadas por las autoridades belgas para luchar contra la propagación del nuevo coronavirus.
“Como comercio del sector alimentario, podría haber seguido abierto. Lo intenté tres días, pero fue una catástrofe”, explica este comerciante, que apenas llega al 10% de su volumen de negocios habitual de Pascua. Ello le impide pagar los sueldos a seis personas que trabajan con él a tiempo completo, y a los 25 estudiantes que colaboran de forma parcial.
En este barrio del corazón de Bruselas, a dos pasos de los principales museos, la clientela turística ha desaparecido. El chocolatero se ha resignado a poner a su personal en situación de desempleo temporal, y vende sus existencias gracias a dos plataformas de venta en línea, dependiendo de una clientela fiel.
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“Va a ser complicado”
Gerbaud ya conoció las restricciones tras los atentados de París en noviembre de 2015, pero nada de eso es comparable con lo que ocurre ahora.
“A nivel de tesorería, puedo aguantar hasta mediados de mayo, pero luego va a ser realmente complicado”, admite el chocolatero, que pese a todo se fuerza “a mantener el optimismo, porque si no, caemos en depresión”.
En total, más de 13 millones de huevos, conejos, galletas y otros dulces han sido entregados por los chocolateros belgas a las estructuras de hospitales y centros de salud, según la asociación Choprabisco que agrupa a 170 profesionales del sector en Bélgica
Pascua representa habitualmente entre 15 y 30% del volumen de negocios de estos artesanos del chocolate, pero “este porcentaje será menor este año” estima el secretario general de la asociación, Guy Gallet.
Las ventas en los lugares turísticos y en aeropuertos se ven especialmente afectadas, subraya Gallet. En el aeropuerto de Bruselas, conocido por ser “el mayor punto de venta de chocolate del mundo con más de 800 toneladas por año”, el tráfico de pasajeros está reducido a la mínima expresión.
En cambio, según la asociación “se dispara el comercio electrónico”.
Las creaciones del confitero estrella Pierre Marcolini, que también tuvo que cerrar “hasta nueva orden” sus tiendas en Bélgica, París y Londres, solamente están disponibles en línea.
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“Necesidad de chocolate”
Alejado de los circuitos turísticos, en un barrio del sur de Bruselas, Jérôme Grimonpon ha decidido volver a abrir, una semana después de haber cerrado su tienda.
“Recibía llamadas de personas que me decían ‘necesitamos chocolates en estos momentos, llega la Pascua'”, cuenta en su taller con grandes ventanales donde trabajan dos obreros portando mascarillas.
Ahora los clientes son recibidos en una tienda contigua, con horarios reducidos y cita previa. También ha implementado un servicio de entrega a domicilio.
“Dejamos de ganar dinero, claramente”, admite Grimonpon, que calcula que hace la mitad de sus ventas habituales en Pascua, el segundo período más importante para el sector tras las fechas de fin de año.