Putin ha reventado la burbuja tecnológica de Rusia
Actualmente, Rusia podría ser un Silicon Valley con sabor a borsch, proporcionando al mundo innovaciones con giros que nunca se le habrían ocurrido a Occidente. En lugar de ello, cuando la mayoría de las personas ponen juntas las palabras “tecnología” y “rusa”, su primera idea es entrar pánico y cambiar sus contraseñas.
Este es el crimen oculto de Vladimir Putin: justo cuando la cultura de las nuevas empresas de Rusia tenía la esperanza de ponerse en marcha, las acciones de Putin en Ucrania han ayudado a derrumbarla. Dado que el poder económico fluye cada vez más hacia las naciones que innovan alrededor del software y los datos, Putin básicamente está exiliando a Rusia a los páramos económicos de la próxima década o dos.
“La última tecnología que Rusia lanzó con éxito en todo el mundo fue el Tetris”, bromea con una triste sonrisa Dennis Adamovich, un inversionista radicado en Rusia. Para que conste, aquello fue en 1984.
“Hay muchos programadores y tecnólogos brillantes en Rusia”, afirma Bill Browder, director ejecutivo de Hermitage Capital Management, empresa con sede en Londres que invierte en Rusia y ha atacado públicamente a Putin. “Pero es más probable que estén en California que en Rusia.”
Las cosas no tendrían que ser así. En 1991, justo antes de la desintegración de la Unión Soviética, visité a Stepan Pachikov en las oficinas centrales en Moscú de ParaGraph, su compañía de software semi-legal. Uno sólo puede imaginar lo sombría que era la situación en ese tiempo para las nuevas empresas. ParaGraph tenía que dar de comer y de cenar a sus empleados porque, de no hacerlo, éstos hubieran tenido que esperar todo el día en la fila de alimentos. La empresa tenía su propio taller de reparación de automóviles, ya que era difícil mantener funcionando un automóvil en Moscú. ParaGraph era como uno de esos microbios que increíblemente se las arreglan para vivir en un conducto de ventilación en el fondo del océano.
Pero Pachikov, que había estudiado en la Academia de Ciencias de la URSS, y otros ingenieros soviéticos, me dijeron en ese entonces que estaban seguros de que lograrían grandes cosas en la tecnología. El hardware informático soviético siempre había estado muy a la zaga del hardware occidental, y la computación siempre fue un recurso limitado. Los programadores soviéticos tenían que hacer más con menos y aprendieron a escribir ingeniosos algoritmos y códigos. Con las condiciones correctas, el talento encerrado en el viejo sistema soviético podría haber estallado en un calidoscopio de nuevas empresas rusas.
ParaGraph fue un indicio de lo que pudo haber sido. A pesar de todo lo que tenía en su contra, la compañía desarrolló el mejor software de reconocimiento de escritura de esa época, y autorizó a Apple a usarlo en el Newton, su dispositivo de mano. Más tarde, la tecnología de ParaGraph ayudó al servicio postal de Estados Unidos a automatizar la clasificación de sobres manuscritos.
Pero mientras la nueva Rusia se desmoronaba en la década de 1990, Pachikov emigró a Silicon Valley y puso en marcha otra compañía. Es posible que usted tenga su aplicación en su teléfono: Evernote.
Durante la siguiente década, muchos rusos con talento siguieron el ejemplo de Pachikov y pusieron pies en polvorosa. En la década de 2000, Rusia finalmente empezó a producir algunas nuevas empresas interesantes, entre ellas, el motor de búsqueda Yandex y Qiwi, la compañía móvil de pagos. No obstante, “lo que sirvió como innovación fue copiar los mejores conceptos, pero produciéndolos en Rusia”, dice Adamovich.
En la década de 2010, algún capital de riesgo esperanzado proveniente de Estados Unidos comenzó a fluir hacia nuevas empresas rusas, en parte porque el mercado ruso local para las aplicaciones móviles estaba creciendo. Para 2013, el ruso era el segundo idioma más usado en la Internet (muy por debajo del inglés y ligeramente arriba del alemán). De acuerdo con Fastlane Ventures, 245 compañías rusas consiguieron financiación de capital de riesgo en 2013, muy pocas si se comparan con las 3,700 compañías que obtienen financiación de ese tipo en Estados Unidos todos los años, pero era un principio.
Incluso a comienzos de 2014, la tendencia iba en aumento. La inversión en proyectos rusos de Internet durante primera mitad de 2014 tuvo un incremento de 77 % con respecto al mismo período del año pasado, de acuerdo con CB Insights.
Es aquí donde entra Putin. Desde que Rusia invadió Ucrania en marzo y quedó atrapada por las sanciones internacionales, los inversionistas occidentales han deseado invertir en Rusia tanto como el Espantapájaros del Mago de Oz desea tener una cita con la Maligna Bruja del Oriente. Añádanse a ello las incursiones autorizadas por Putin contra empresas rusas, la intromisión del gobierno, las leyes anti-blogging y los rumores de la próxima instalación de un cortafuegos alrededor de Rusia, y el panorama de la tecnología se vuelve cada vez más sombrío.
Victor Belogub, funcionario de inversión de Direct Group en Rusia, dice que encuentra “una importante disminución en la velocidad del mercado de capital de riesgo. No es necesario ser adivino para darse cuenta de que las nuevas empresas reducirán considerablemente sus ambiciones y valuaciones anteriores a la capitalización en los próximos meses. El único consejo que uno podría dar en este momento a una nueva empresa es que, si por casualidad pueden llegar a salir tablas, ¡háganlo inmediatamente!”
Los empresarios de tecnología ambiciosos simplemente se irán, dice Browder. “Las oportunidades de que cualquier nueva empresa funcione ya son bajas, y si añadimos el riesgo de corrupción y el riesgo legal y político, sería una locura poner en marcha una nueva empresa [en Rusia] si uno pudiera establecerla en California o en Inglaterra.”
Durante el tercer período de Putin, han salido del país cinco veces más rusos en comparación con quienes lo hicieron a comienzos de la década de 2000, siendo los genios de la tecnología algunos de los emigrados más prominentes. En uno de los casos más sobresalientes, Pavel Durov, el dinámico fundador de VKonkakte, la réplica rusa de Facebook, y defensor de la libre expresión, exasperó a Putin porque no suspendió las charlas políticas de oposición. Huyó a San Cristóbal y Nieves, donde puso en marcha una nueva empresa y viste ropas mucho más ligeras.
Para Occidente, parecería que los codificadores más listos que aún quedan en Rusia se han unido a la cleptocracia. Las muestras más públicas del talento tecnológico ruso se han relacionado con robos de identidad en Internet tan descarados que podían ser usados como base para escribir continuaciones de la película La gran estafa. El más reciente caso fue el de una red de piratas informáticos rusos que robaron más de 1000 millones de contraseñas.
Todo esto es muy triste. Uno tiene que preguntarse cuáles son los problemas únicos que un vibrante sector tecnológico ruso podría haber solucionado si hubiera seguido la trayectoria de Tetris y ParaGraph, inventando nuevas cosas en lugar de hacer copias, en el mejor de los casos, y cometer delitos, en el peor de ellos.
@kmaney