Mientras la prensa y el público se centran en Irán, el ejército de Estados Unidos se prepara para una guerra contra Rusia.
EN EL PUNTO MÁXIMO de las tensiones con Irán, el año pasado, Estados Unidos realizó una serie sin precedentes de ejercicios militares. Durante cinco meses, desde mayo hasta finales de septiembre, llevó a cabo 93 ejercicios militares individuales, en los que el ejército operó de manera continua dentro, por encima y alrededor de 29 países.
Los ejercicios, en los que se practicaron desde tácticas de pelotones en tierra hasta la guerra cibernética, no se realizaron en Oriente Medio ni tenían como objetivo a Teherán. Estaban dirigidos contra Moscú, y constituyeron el conjunto de ejercicios más intenso e ininterrumpido desde el final de la Guerra Fría.
Esta actividad fue la culminación de un proceso de intensificación que comenzó cuando Rusia se anexó la península de Crimea, la cual pertenecía a Ucrania, en marzo de 2014. Aunque las fuerzas armadas estadounidenses combatían en varias “guerras calientes” y participaban en despliegues de crisis como respuesta a Irán y Corea del Norte, el paso a la realización de ejercicios militares de “alto nivel” fue dominante. El enfoque fue innegablemente anti-Rusia, y la cantidad de ejercicios militares realizados en Europa fue diez veces más que la cantidad de ejercicios relacionados con China y efectuados al mismo tiempo.
“Bajo la sombra del deteriorado entorno de seguridad de Europa, el tamaño y alcance de los ejercicios militares de Rusia y de la OTAN se ha incrementado de manera notable e incluso alarmante”, informó en octubre un comité parlamentario de la OTAN.
Al Comité le preocupaba que la OTAN no poseyera suficientes elementos en tierra en Europa Oriental para disuadir a Rusia de intervenir o de atacar. También señalaba los propios ejercicios de guerra de alto nivel de Moscú, muchos de los cuales se realizaban en situaciones que incluían el uso de armas nucleares en una guerra europea.
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Si bien el punto de vista convencional indica que Rusia tiene la ventaja, las nuevas cifras muestran que Estados Unidos y sus socios europeos superan con creces a Moscú. Estas operaciones “persistentes y consecutivas”, como se dice en la milicia cuando un ejercicio inicia al mismo tiempo que otro termina, hacen énfasis en rápidos despliegues de aeronaves y su dispersión en bases de avanzada. Gran parte del énfasis del año pasado se puso en la dispersión de aeronaves de combate y bombarderos y mostró las ventajas geográficas de Occidente, al tiempo que se exhibían operaciones aéreas combinadas, refinadas en dos décadas de combates en Oriente Medio.
Según declaraciones hechas la primavera pasada ante el Congreso por el entonces general del Ejército de la OTAN Curtis Scaparrotti, dichas operaciones tenían la intención de “mostrar una imprevisibilidad operativa a nuestros adversarios”. La pregunta es, ¿a qué costo? Es decir, ¿estamos provocando precisamente lo que la OTAN espera evitar, es decir, una nueva Guerra Fría? O, más concretamente, ambas partes están en un camino en el que los ejercicios militares son cada vez más numerosos y la intervención de fuerzas aumentan las tensiones, mientras que, al mismo tiempo, crecen las posibilidades de tener un error de cálculo.
“Cien mil toneladas de diplomacia internacional”
Desde el día en que el exasesor de seguridad nacional de Estados Unidos John Bolton se paró ante el micrófono, en mayo pasado, para anunciar que bombarderos B-52 y el portaaviones Abraham Lincoln se dirigían hacia Oriente Medio debido a “indicios perturbadores y en aumento” por parte de Irán, Europa ya estaba en vías de romper todos los récords relacionados con la actividad militar.
El Lincoln se encontraba en el Mar Mediterráneo y operaba con el portaaviones USS John C. Stennis, en lo que fue la primera ocasión en el gobierno de Trump en que dos portaaviones de ataque realizaban operaciones dobles. El día del anuncio de Bolton, aviones de combate F/A-18F Super Hornet transportados por el Lincoln hicieron vuelos de bombardeo de 1,126 kilómetros hacia blancos situados en Rumania. Al día siguiente, los Super Hornet volaron de nuevo, esta vez en misiones de 1,600 kilómetros desde el Mar Jónico al oeste de Grecia, atravesando Europa Oriental hacia Lituania.
En ese lugar, aviones de ataque de la Marina trabajaron con observadores en tierra para realizar bombardeos de práctica, a menos de 800 kilómetros de Moscú. “Estamos mostrando al mundo que somos capaces de ejecutar misiones en el espacio aéreo de nuestros aliados con poco tiempo de antelación”, señaló el teniente comandante de la Marina Stephen Gay, coordinador del ejercicio.
Jon M. Huntsman Jr., embajador de Estados Unidos en Rusia, se encontraba en el Lincoln durante la operación. “Cada uno de los portaaviones que operan en el Mediterráneo en este momento representan 100,000 toneladas de diplomacia internacional”, dijo el exgobernador de Utah.
Al terminar su simulacro de bombardeo a Rusia, el Lincoln canceló una escala programada en Croacia y se dirigió al Golfo Pérsico. Cuando se trasladó hacia el sur a través del Canal de Suez y alrededor de la Península Arábiga para estacionarse frente a las costas iraníes, se realizaron no menos de siete ejercicios militares individuales de la OTAN: Flecha y Búsqueda Audaz, en Finlandia; Tormenta de Primavera, en Estonia; Escudo Formidable, frente a las costas de Escocia; Respuesta Inmediata, en Croacia, Hungría y Eslovenia; Cerbero Robado VI, en Grecia, y Erciyes, en Turquía. Y en esas dos semanas, una docena de aviones de combate F-16C estacionados en Florida llegaron al Reino Unido y los nuevos jets F-35 Lightning II se desplegaron desde Utah al norte de Italia, estos últimos, por primera vez.
Ningún despliegue en Europa fue cancelado o retrasado por causa de Irán, de acuerdo con un oficial de comando europeo de alto nivel que no está autorizado para realizar declaraciones oficiales. Y no solo eran aeronaves estadounidenses las que operaban cerca del espacio aéreo de Rusia. A principios de mayo, las fuerzas aéreas de nueve diferentes naciones de la OTAN se desplegaron a bases de avanzada en los estados del Báltico, Polonia y Rumania, en misiones de “vigilancia aérea”.
Los ejercicios y despliegues se realizaron según un programa del Pentágono denominado Iniciativa Europea de Disuasión (EDI, por sus siglas en inglés). Tras comenzar después de la crisis de Crimea, la EDI ha aumentado la presencia de la OTAN en el Báltico y en Polonia, ha mejorado las defensas aéreas de los países bálticos, del sureste de Europa y de Islandia, y ha acelerado los despliegues aéreos desde Estados Unidos según los programas de “garantía de bombardeo” y “seguridad aparente”.
En marzo pasado, el gobierno de Trump solicitó 5,900 millones de dólares para financiar la EDI, lo que representó una reducción de 10 por ciento en comparación con el año anterior. Ello fue interpretado por algunos observadores como una señal de la suavidad personal de Donald Trump con respecto a Rusia. Tras calificar la amenaza de Rusia para Europa como “real y creciente”, Scaparrotti, el extrovertido funcionario principal de la OTAN, declaró al Congreso que “no se sentía cómodo todavía con la postura disuasiva” hacia el continente.
“Buscamos que la carga sea más equitativa”, declaró a la prensa Elaine A. McCusker, subcontralora del Pentágono, haciendo eco de las muchas declaraciones del presidente estadounidense en las que afirma que las naciones europeas ricas deben contribuir más para su defensa, lo que disminuiría la carga económica para Estados Unidos.
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Sin embargo, las letras pequeñas mostraban que no había ninguna reducción real. En realidad, el recorte fue resultado de la terminación de construcciones y otros costos “no recurrentes” que estabilizaron la EDI. Y la cantidad asignada a la realización de ejercicios y entrenamiento se elevó más de 100 por ciento en comparación con el año anterior, de 291 millones a 609 millones de dólares.
El 4 de diciembre, después de un maratón de ocho meses en Oriente Medio, el USS Abraham Lincoln atravesó el Estrecho de Ormuz para volver a casa. La crisis iraní aún estaba en proceso y aumentaría aún más con el asesinato del general iraní Qassem Soleimani, ocurrido un mes después. Los despliegues de crisis que Bolton había anunciado incluían un total de seis bombarderos en dos grupos, los cuales habían llegado y se habían ido. Un grupo del tamaño de un batallón de la Infantería de Marina también había abandonado la región. Los despliegues de emergencia en tierra sumaron menos de 10,000 soldados en total, la mayoría de ellos en unidades de defensa antiaérea Patriot. Las aeronaves de la Fuerza Aérea estadounidense habían aumentado la presencia en el aire del Lincoln en la escena. Tres escuadrones de F-15E Strike Eagles, F-35A Lightning IIs y F-22 Raptors constituían la totalidad de los movimientos anti-Irán.
Al mismo tiempo, nueve escuadrones estadounidenses de aviones de combate se desplegaron en Europa para realizar ejercicios militares anti-Rusia, de acuerdo con documentos del Pentágono. En la tercera semana de junio, cuando Irán derribó un avión no tripulado estadounidense, el ejercicio Águila de Anatolia estaba en su apogeo en Konya, Turquía. Aunque Turquía colinda con Irán, el ejercicio, financiado por la Iniciativa Europea de Defensa, tenía un enfoque totalmente europeo y de la OTAN.
Cuando dos buques tanque fueron impactados por minas magnéticas en el Golfo Pérsico, operadores especiales de diez naciones merodeaban como parte del ejercicio Huella Troyana 19, que se realizó en Bulgaria, Hungría, Rumanía y el Mar Negro. En las aguas del norte, las Operaciones en el Báltico (BALTOPS) reunieron 50 barcos y 40 aeronaves de naciones de la OTAN, además de Suecia y Finlandia. Se realizaba un total de siete ejercicios militares de la OTAN, que incluían el ejercicio Lobo de Hierro, en Lituania; Dragón 19, en Polonia, y Respuesta Rápida, en Croacia, Bulgaria y Rumania.
En términos generales, más de 50,000 efectivos militares de la OTAN y de países aliados entraron en acción contra Rusia. Aviones de combate F-35 de la Fuerza Aérea de Estados Unidos fueron desplegados por primera vez en Finlandia y Noruega. Junto a ellos estaban los bombarderos B-52 con sede en Luisiana, que se habían desplegado en avanzada hacia Inglaterra y que realizaron bombardeos simulados contra Rusia simultáneamente sobre las regiones del Báltico y del Mar Negro.
Inmediatamente después de la conclusión de las BALTOPS, comenzó el ejercicio Mangosta Dinámica en las aguas del Ártico noruego. El ejercicio Brisa Marina también se puso en marcha en el Mar Negro para complementar el Mangosta Dinámica. Mientras Ucrania estaba en boca de todos en Washington debido a las audiencias del juicio político contra Trump, un total de 32 barcos y 24 aeronaves de 19 países operaban dentro y alrededor de la nación del Mar Negro.
Ninguna de esas operaciones se realizó sin recibir respuesta por parte de Rusia. La misma semana en que Bolton hizo su anuncio sobre Irán, un avión de combate húngaro que operaba en Lituania interceptó un avión de la Fuerza Aérea de la Federación Rusa que volaba sin señal de transpondedor. Rusia envió sus propios bombarderos para que volaran a lo largo de la costa occidental de Alaska y en las Islas Aleutianas. A finales de mayo, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov, dijo que a Moscú le preocupaba el incremento de las actividades de la OTAN cerca de sus fronteras.
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La agencia noticiosa rusa TASS informó que el número de intercepciones de vehículos aéreos por parte de Rusia había crecido diez veces durante los últimos tres años. Mientras tanto, las movilizaciones rápidas de la OTAN se habían incrementado 300 por ciento, de acuerdo con documentos clasificados de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Cuando un avión de combate y bombardero ruso Su-24 Fencer pasó peligrosamente cerca de un barco de la Marina española que operaba en el Mar Báltico, la OTAN lanzó una enérgica protesta.
Cuando comenzó la temporada de ejercicios de mayo, el general de la Fuerza Aérea Tod Wolters tomó el mando de la OTAN de manos de Scaparrotti. Una de sus primeras órdenes fue sentarse con el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Rusia, el general Valery Gerasimov, para hablar sobre “evitar conflictos” en la actividad militar. Wolters dijo a la prensa, unos días antes del incidente con el barco español, que la actividad “disuasiva” de Estados Unidos había suavizado la conducta de los rusos, y que se había producido una disminución de la “conducta poco profesional” de Rusia.
Ambos generales se reunieron de nuevo el 10 de julio en Baku, capital de Azerbaiyán, en lo que fueron conversaciones más aleccionadoras, de acuerdo con funcionarios militares que tuvieron conocimiento del encuentro. Ese mismo día, la Marina ucraniana informó que un destructor ruso entró en el área restringida de la operación Brisa Marina durante los ejercicios con artillería real, lo que generó “una situación de emergencia”. Cuando la OTAN lanzó una advertencia por radio al destructor, de acuerdo con una declaración de la Marina ucraniana, el barco ruso “fingió tener problemas de comunicación”. La flota rusa del Mar Negro señaló que las afirmaciones de Ucrania eran falsas. La Guerra Fría estaba de vuelta.
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William M. Arkin, autor de media docena de libros sobre armas nucleares, actualmente escribe Ending Perpetual War (Acabar con la guerra perpetua).
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek