Estos partos vergonzosos e indignantes nos deben hacer reflexionar sobre nuestro fracaso institucional.
Atrapados en la vorágine informativa concentrada en Michoacán, los grupos de autodefensa, la creación de comisiones para la seguridad y contra el secuestro, las leyes secundarias y muchos otros temas de la agenda mexicana, pocas veces prestamos atención a asuntos que demuestran nuestro fracaso institucional y hasta como sociedad.
Perdida entre todas esas notas —en las páginas interiores de los diarios y durante algunos escasos segundos en las transmisiones de radio y televisión—, nos enteramos de un caso más, sí, otro, ocurrido en Oaxaca; el quinto en menos de un año en el que una mujer tuvo que dar a luz en plena calle, en condiciones insalubres y bajo temperaturas congelantes, y todo por la insensibilidad del personal médico.
Nancy Salgado López, de 22 años, acompañada por su esposo, Ángel Soriano Sánchez, de 26, llegó con trabajo de parto al Hospital General “Pilar Sánchez Villavicencio”, en Huajuapan de León, Oaxaca, desde las primeras horas del domingo.
Tras una auscultación realizada por los médicos de guardia le señalaron que el producto “aún no estaba listo”, por lo que solicitaron que se retirara del lugar y que regresara más tarde. A las cuatro de la tarde el matrimonio volvió a la clínica donde estuvo hasta las 10 de la noche; fue entonces cuando a ella se le rompió la fuente. Luego de una nueva revisión la respuesta fue —otra vez— que aún no era hora para el alumbramiento, por lo que la mujer debió abandonar la zona hospitalaria.
Quince minutos después dio a luz en la banqueta a una pequeña de tres kilos 350 gramos. Quienes presenciaban el nacimiento solicitaron la ayuda de un médico para la joven madre; el hecho fue registrado en video por testigos y subido después a Youtube, donde se hizo viral.
Una vez que Nancy dio a luz, el médico que minutos antes se negó a recibirla en el hospital la asistió en el piso. El secretario de Salud de Oaxaca, Germán Tenorio Vasconcelos, acudió al nosocomio para comprobar el buen estado de salud de la madre y la pequeña.
El director del hospital, Ernesto Garzón Sánchez, y el doctor del caso presentaron su renuncia mientras la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), abrieron las investigaciones para dar seguimiento al hecho y aplicar las sanciones respectivas.
Todas ellas, acciones a toro pasado.
Lo peor es que no se trata de situaciones aisladas. En septiembre de 2013, Cristina López Durán pasó exactamente por lo mismo en un hospital del municipio de San Felipe Jalapa de Díaz; un mes después, en ese nosocomio, se le negó atención a Irma López Aurelio. El 25 de octubre, en la clínica de San Jacinto Amilpas, municipio conurbado de la ciudad de Oaxaca, una mujer dio a luz en el baño del hospital. Y el 5 de noviembre se repitieron los hechos con Ruth Mendoza Hernández, en San Antonio de la Cal.
Sin embargo, el caso de Nancy Salgado López puede marcar la diferencia. A raíz de este, las organizaciones sociales que conforman el Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad en Oaxaca exigieron la renuncia del secretario de Salud en la entidad, Tenorio Vasconcelos.
Mediante un comunicado, el organismo descalificó la estrategia del funcionario de “cortar cabezas de chivos expiatorios, sin encontrar soluciones estructurales”. Y es que, en efecto, las sanciones aplicadas por estos casos se han limitado a despidos, multas e inhabilitaciones. No se han fincado responsabilidades penales, menos aun, en un acto mínimo de ética, los médicos se han puesto a disposición de las autoridades aceptando sus fallas. Eso es, quizá, lo más preocupante: que los médicos estén olvidando el juramento que realizan antes de ejercer su profesión: usar todos sus conocimientos en provecho de los enfermos y “apartar de ellos todo daño e injusticia”.
Una agravante más: hace casi tres años, el gobernador Gabino Cué presentó al Congreso estatal una iniciativa para tipificar la violencia obstétrica como de género, en el marco de la Ley de Acceso a una Vida Libre de Violencia para las Mujeres. El propio secretario de Salud, Germán Tenorio Vasconcelos, la boicoteó argumentando que la relación médico-paciente “es un asunto entre particulares” y que no debe estar regulada por ley.
Al respecto, el Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad en Oaxaca señaló que “en estos tres años, lejos de preocuparse por dar soluciones verdaderas y duraderas a la sistemática violación de los derechos de las mujeres y la falta de calidad en la atención, el secretario de Salud se ha mantenido fiel a la declaración que hizo en su momento cuando paró la iniciativa de ley: la ley no debe entrar en la relación médico-paciente”.
Estos hechos vergonzosos e indignantes nos deben hacer reflexionar sobre nuestro fracaso institucional (médicos, enfermeras y funcionarios que no están comprometidos con el único objetivo para el que se dedicaron a esa profesión: dar salud a los enfermos); y también sobre nuestro fracaso social (más allá de su profesión, a nadie se le debería dejar de brindar ayuda, por humanidad, por un mínimo gesto de solidaridad).
En los tiempos de la violencia no podemos olvidar esto: el compromiso y la sensibilidad deben guiar nuestro proceder, independientemente de la actividad a la que nos dediquemos, de lo contrario, ese fracaso será definitivo y estaremos terminantemente perdidos.
Hannia Novell es periodista y conductora del noticiario Proyecto 40. Twitter: @HanniaNovell