El Colegio Estadounidense de Médicos (ACP, por sus siglas en inglés) ha actualizado sus lineamientos sobre los tratamientos con testosterona para varones, afirmando que los suplementos pueden resultar útiles para los hombres que padecen problemas sexuales, pero al parecer, son poco útiles en problemas como la falta de energía.
Un grupo de investigadores analizó 58 estudios existentes, entre ellos, 38 ensayos controlados aleatorizados con una duración de, por lo menos, seis meses, para evaluar los posibles beneficios y perjuicios de los tratamientos con testosterona en varones sanos. El equipo estudió las bajas concentraciones de testosterona relacionadas con la edad, excluyendo otras categorías médicas de lo que se conoce como hipogonadismo.
Se encontró que la administración de testosterona resulta útil en varones mayores con bajas concentraciones de testosterona y reducción en la función sexual, incluidas las erecciones. Sin embargo, sus efectos fueron “escasos o nulos” en el desempeño físico de los varones, así como en las probabilidades de padecer depresión, en sus niveles de energía, en su sensación de vitalidad y en sus habilidades de pensamiento, se lee en el estudio, publicado en la revista Annals of Internal Medicine.
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La cantidad de varones que utilizan la testosterona para tratar de aumentar su energía y su capacidad de movimiento, así como mejorar su función sexual, ha aumentado en las últimas dos décadas, señalaron los autores, y en Estados Unidos, el interés en esta terapia supera al de otras naciones. Entre 2000 y 2013, el gasto en prescripciones de testosterona en Estados Unidos pasó de 70 millones de dólares a casi 2,800 millones.
Un hecho preocupante es que una “importante” proporción de varones no miden sus concentraciones de testosterona en sangre antes de iniciar un tratamiento hormonal, escribieron los investigadores, lo cual significa que el origen de sus problemas podría no radicar en la falta de dicha hormona. Por ejemplo, en un estudio, alrededor de una quinta parte de los varones a los que se midió su concentración de testosterona antes de iniciar el tratamiento presentaron concentraciones de 300 ng/dL, las cuales están por encima del intervalo normal de 270.
Por esta razón, es posible que los hombres estén desperdiciado su dinero al adquirir costosos tratamientos. De acuerdo con afirmaciones farmacéuticas patrocinadas, presentadas en la base de datos de 2016 de las Afirmaciones sobre Medicamentos de la Parte D (cobertura de medicamentos de prescripción) de Medicare, citada por los investigadores, la terapia de reemplazo de testosterona transdérmica tenía un costo anual de 2,135.32 dólares por beneficiario en 2016, y de 156.24 dólares, en el caso de la fórmula intramuscular.
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El Dr. Robert McLean, presidente del Colegio Estadounidense de Médicos, declaró a Newsweek que la organización decidió evaluar los tratamientos de reemplazo hormonal con testosterona debido a que, con frecuencia, surgen en las discusiones de su Comité de Lineamientos Clínicos. Los temas de la “menopausia masculina” también surgen con frecuencia en los medios de comunicación, en parte, debido a la publicidad dirigida directamente al consumidor, explicó.
McLean señaló que: “Las pruebas demostraron que los varones pueden experimentar ligeras mejoras en su función sexual, pero que no existen pruebas adecuadas que apoyen la prescripción de testosterona para esos otros síntomas. Esa es la conclusión proporcionada por las pruebas en esos estudios, en los que generalmente participaron grupos grandes de pacientes”.
McClean señaló que aconsejaría a los pacientes que afirman que dichos tratamientos tienen un efecto positivo en su bienestar, aparte de la función sexual, que considere la posibilidad de suspenderlos.
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“Los ensayos muestran que no existen pruebas significativas de que se produzca un beneficio o perjuicio a largo plazo, por lo que no existiría la preocupación de que, al suspender el consumo de dichos suplementos, se produjera algún efecto adverso”, afirmó.
“En esta era, donde existe tanta información disponible en línea, puede ser muy difícil para los pacientes distinguir entre la información basada en evidencias y las afirmaciones no científicas”, continuó McLean.
“Los sesgos y los conflictos de intereses están por todas partes, y los pacientes y los médicos deben analizar la información y estar dispuestos a mirar más allá de la superficie del proceso y del apoyo financiero subyacente cuando tomen decisiones sobre su validez”, dijo, y añadió: “Confiar en la Internet para obtener consejos sobre nuestra propia salud es algo extremadamente riesgoso y no recomendable”.