Una investigación reciente apunta a que la administración de una dosis única de ketamina podría ayudar a reducir el consumo de alcohol en individuos que abusan de la bebida.
Realizado en el Reino Unido, el estudio en cuestión reclutó a 90 voluntarios con una edad promedio de 28 años, habituados a consumir más alcohol que el establecido en la recomendación nacional vigente, y con el requisito de que no hubieran recibido el diagnóstico de trastorno alcohólico. Dado que los varones consumían por lo menos 40 unidades semanales de cerveza, mientras que las mujeres ingerían un promedio semanal de 30 unidades de la misma bebida, los investigadores consideraron que todos los participantes corrían el riesgo de desarrollar un trastorno de abuso alcohólico.
El estudio se llevó a cabo en periodo de tres días, con diez días intermedios entre la primera y la última sesión. En los días uno y tres, los investigadores interrogaron a los voluntarios en cuanto a su actitud hacia la bebida. También proporcionaron a cada cual un vaso de cerveza de 150 ml, el cual podían consumir una vez que hubieran terminado de ver una serie de imágenes proyectadas en una pantalla. Los participantes observaron fotografías de cerveza, vino, y bebidas no alcohólicas como jugo de naranja. Se les pidió que calificaran el grado de atractivo que ejercían las imágenes, así como su deseo de ingerir la cerveza durante la proyección y cuánto habrían disfrutado de esa bebida. De pronto, la pantalla mostró un mensaje instando a los voluntarios a beber la cerveza a su ritmo y a reflexionar en cuánto les satisfizo, así como en la intensidad del deseo de seguir bebiendo.
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Unas 48 horas después, los voluntarios participaron en un segundo experimento en la que observaron imágenes de cervezas y bebidas no alcohólicas. En esa ocasión, se les proporcionó un vaso de cerveza o de jugo, y se les pidió que calificaran el deseo de beber lo que las imágenes mostraban. La pantalla volvió a invitar a los sujetos a consumir la cerveza o el jugo que les habían servido, pero, esta vez, los participantes recibieron la indicación inesperada de que se detuvieran, y los investigadores retiraron los vasos con bebidas. La intención del equipo era desestabilizar lo que se conoce como la “memoria de la recompensa” asociada con el acto de beber.
Los investigadores distribuyeron a los voluntarios en tres grupos, dos de los cuales fueron sometidos a lo que el equipo describe como un “proceso de reactivación de la memoria”. A lo largo de la sesión de 30 minutos, el primer grupo recibió una inyección de ketamina (un anestésico que usan los veterinarios y que también se utiliza como estimulante ilícito), mientras que el segundo recibió un placebo. El tercer grupo también recibió una dosis de ketamina, pero sin pasar por el proceso de reactivación de la memoria, a fin de servir como control para los efectos propios de la ketamina. Según la explicación de Ravi Das, investigador de la Unidad de Psicofarmacología Clínica en University College Londres, este anestésico parece interferir con la reactivación de la memoria.
Los autores del estudio hallaron que los niveles de consumo de alcohol se desplomaron en los individuos tratados con ketamina y en quienes se había desestabilizado la memoria de la recompensa. Esto se manifestó como una reducción promedio de 23.5 unidades semanales, así como en la cantidad de días que bebieron. Por otra parte, los voluntarios señalaron que el impulso de beber había disminuido, igual que la satisfacción derivada del consumo de alcohol. Estos efectos persistieron durante nueve meses.
Das informa que es común que las personas tratadas por un problema de abuso de alcohol recaigan después de un tiempo, además de que el tratamiento suele requerir de semanas o hasta meses. “Sin embargo, durante los nueve meses que hicimos el seguimiento de los participantes, ninguno volvió a los niveles de consumo de antes. Dado que toda la ‘intervención’ experimental fue una sesión única que duró menos de una hora, este nivel de respuesta es realmente asombroso”, afirmó.
Al explicar la decisión del equipo de emprender esta investigación, Das agregó: “Nos interesaba determinar si podíamos reducir el deseo de beber administrando ketamina después de un procedimiento ideado para desestabilizar la memoria de la recompensa asociada con el consumo del alcohol”.
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“Otras investigaciones experimentales han demostrado que es posible desestabilizar la memoria de la recompensa proyectando ‘señales’ breves asociadas con dicha memoria. En nuestro caso, las ‘señales” que usamos fueron fotografías de cerveza, de personas bebiendo y ambientes de bar; el tipo de imágenes que el individuo asocia con el consumo de cerveza”.
De ser validada en ensayos clínicos, la ketamina podría servir para tratar trastornos relacionados con el alcohol y las drogas. “Sin embargo, lo más probable es que pasen varios años antes que pueda utilizarse con esa finalidad”, advirtió Das.
El investigador insistió también en que los lectores no deben tratar de replicar los hallazgos del estudio por su cuenta.
“Esto no deja de ser una intervención experimental, y todos los procedimientos estuvieron a cargo de investigadores expertos y bajo estricta supervisión médica”, prosiguió Das. “El proceso de reactivación de memoria y la dosificación farmacológica conllevan muchas sutilezas, por lo que es muy poco probable que puedan obtenerse los mismos efectos con la ketamina que venden en las calles”.
Celia Morgan, profesora de psicofarmacología en la Universidad de Exeter, Reino Unido, no intervino en el artículo, pero dijo a Newsweek que “este estudio es importante porque es el primero que utiliza bebedores humanos para demostrar que es posible modificar la memoria [de la recompensa] y reducir el consumo alcohólico en el mundo real”.
Morgan comentó que la conclusión principal es que “podemos modificar nuestros recuerdos personales, ya que no están fijos y se actualizan constantemente, lo cual tiene implicaciones para muchos aspectos de la vida”.
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“Lo más sorprendente es que el procedimiento de recuperación de la memoria (mostrar una cerveza en un ambiente de laboratorio y decir a la persona que no puede beberla), y de tan corta duración, impactó realmente en el consumo de alcohol. Aun cuando, por sí sola, la ketamina reduce el consumo de alcohol, su efecto es mucho mayor en combinación con el procedimiento utilizado en esta investigación para desestabilizar el recuerdo de la recompensa”.
En cuanto a las limitantes, Morgan dijo: “Si bien es fácil observar el proceso de la memoria en animales, es mucho más difícil estudiarlo en personas, ya que no podemos inspeccionar las células del cerebro humano. Por ello, es necesario emprender más investigaciones para determinar las dosis y los mecanismos, y confirmar que el resultado es una consolidación real”.
Pese a ello, Morgan considera que la ketamina tiene el potencial de utilizarse como tratamiento, no solo para el alcoholismo sino para cualquier tipo de adicción.
En un comunicado dirigido a Newsweek, Matt Field, profesor de psicología en la Universidad de Sheffield, Inglaterra, comentó: “Los hallazgos son muy prometedores. Pero, con base en los datos proporcionados, no hay justificación para declarar que la ketamina y el desequilibrio de la memoria de recompensa conducen a una reducción perdurable y ‘sin precedentes’ en el consumo de alcohol”.
“Para sustentar esta afirmación, se requieren investigaciones adicionales con muestras poblacionales más amplias, y con el prerrequisito de precisar la hipótesis y los métodos antes de iniciar la obtención de datos”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek