Mientras los negocios ponen la mirada en el paisaje lunar, los astrónomos temen perder el último rincón apacible a su alcance.
La yerma luna está lista para el desarrollo. Una compañía de teléfonos celulares pretende instalar puestos de avanzada para dar servicio allá. Estudiantes chinos de posgrado viven en colonias lunares simuladas. Y el presidente Donald Trump quiere que Estados Unidos regrese a nuestro satélite natural a principios de la década de 2020. No obstante, todos estos proyectos interferirían con el sueño de muchos astrónomos: los radiotelescopios.
Las ondas de radio —las más largas del espectro electromagnético— pueden cruzar todo el universo. Esa característica las convierte en la mejor esperanza de los científicos para estudiar los orígenes del cosmos. Los radiotelescopios pueden captar señales muy tenues del espacio lejano, las cuales nos darían pistas sobre el funcionamiento del universo. Los radioastrónomos aseguran que la luna es el sitio ideal para hacer ese trabajo. “La otra cara de la luna es el mejor lugar en todo el sistema solar interior”, afirma Joseph Silk, astrónomo de la Universidad Johns Hopkins.
En la Tierra, donde los siete continentes albergan más de cien radiotelescopios, esas señales enfrentan una competencia creciente, pues los humanos usan ondas de radio para comunicarse y ahogan los sonidos del universo.
Los astrónomos de la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos, dependencia que asigna la banda de radio, presionan para que la ciencia siga siendo una prioridad. Sin embargo, esos acuerdos no protegerán a la radioastronomía de toda esa interferencia.
Es allí donde entra en juego la luna. La logística es en extremo complicada: los humanos no han vuelto a poner un pie en la luna desde 1972. Pero Silk argumenta que construir la infraestructura necesaria para los telescopios lunares encajaría, perfectamente, con los proyectos actuales de la presidencia de Trump para regresar allá. Podrían usarse robots que lleven a cabo gran parte del trabajo de construcción, señala Silk, quien imagina una gran área cubierta con telescopios. “En principio, no debe existir razón alguna por la cual no podamos hacerlo”, asegura.
Excepto por todos los negocios lunares en ciernes. Las nuevas “oportunidades espaciales”, como las denomina Jill Tarter, astrónoma del Instituto SETI, organización dedicada a buscar vida inteligente, “podrían contaminar [la luna] muy fácilmente, antes de que tengamos oportunidad de explotarla para la radioastronomía”.
A fin de salvar nuestra última oportunidad de silencio radial, intereses comerciales y astrónomos tendrían que establecer tiempos compartidos en las longitudes de onda de radio, agrega Tarter. “La única oportunidad que tenemos para ese tipo de investigación es la luna”, concluye.
—
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation whit Newsweek