Emitir ruidos durante el ejercicio podría servir a un propósito: mejorar el rendimiento de los atletas cuando realizan su máximo esfuerzo.
¿De veras tienes que gruñir durante tu rutina de ejercicios? Muchos sulfurados asistentes a gimnasios han hecho esta pregunta, que también formuló un equipo de científicos del ejercicio. Y si bien sus hallazgos no zanjarán un debate, al menos confirman que gruñir no es meramente un sonido, sino una herramienta.
De todos los profesionales del deporte, los tenistas son los gruñidores más nefastos. Maria Sharapova, Monica Seles y Serena Williams han sido acusadas de distraer a los jugadores con los bramidos que profieren cuando golpean la pelota. En 2009, Martina Navratilova declaró que gruñir era “trampa, así de simple”, insistiendo en que amortigua el sonido de la pelota al golpear contra la raqueta, el cual sirve de pista a los contrincantes.
Los profesionales no son los únicos quejosos. La cadena nacional de gimnasios, Planet Fitness, prohíbe los gruñidos y cancela la membresía de cualquier infractor persistente. La protesta de los atletas aficionados es más comprensible: dicen que gruñir es, simplemente, irritante.
Investigadores de la Universidad de Hawái en Mãnoa y de la Universidad de Columbia Británica decidieron averiguar si los gruñidos servían a un propósito, bien para mejorar el ejercicio o como perturbación. En un experimento, 20 estudiantes de una academia de artes marciales mixtas patearon un saco de 45 kilogramos al tiempo que gruñían, y también en silencio. Un acelerómetro adaptado al saco permitió que los investigadores midieran la fuerza de cada patada. Según los resultados, publicados en febrero en PLOS One, siempre que los estudiantes gruñían movían el saco con una fuerza 9 por ciento mayor que cuando suprimían a su Sharapova interior. Con base en ese resultado, los investigadores concluyeron que esos ruidos podrían cumplir una función durante el ejercicio.
Los hallazgos apoyan una evidencia anterior, la cual afirma que el gruñido mejora el rendimiento cuando las personas realizan su máximo esfuerzo. Kevin Heffernan, científico del ejercicio en la Universidad de Syracuse, quien no participó en el nuevo estudio, opina que gruñir puede ser más un reflejo que una decisión consciente. “Durante el ejercicio intenso, contienes la respiración de manera instintiva y emites un pequeño gruñido”, explica Heffernan.
Un segundo experimento exploró el tema de la concentración. Los investigadores pidieron a 22 personas que miraran videoclips de un artista marcial que lanzaba patadas y, luego, que determinaran si la patada fue alta o baja. Proyectaron dos veces cada uno de los 40 clips, con o sin una fuerte emisión de sonido blanco ideada para imitar un gruñido. El gruñido afectó tanto la atención como el tiempo de respuesta de manera negativa. Al proyectarla con un “gruñido”, los participantes tardaron más en señalar la dirección de la patada, y tuvieron más dificultades para indicar su dirección. En otras palabras, el gruñido tiene el potencial de ser un arma de distracción masiva excelente.
Con todo, los gruñidores deben ser cautelosos: esas vocalizaciones pueden dañarlos. La respiración contenida antes de emitir un gruñido crea presión en el pecho y comprime la aorta. El aumento de presión arterial resultante obliga al corazón a trabajar con más fuerza para mantener el flujo de la sangre, y esto podría provocar la ruptura de vasos sanguíneos. También existe el riesgo de que la persona que está haciendo spinning junto a ustedes les propine un golpe con una toalla sudada.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek