Los esfuerzos de la sociedad civil, así como de pobladores que los necesitan para vivir, han alcanzado triunfos legales históricos para la protección del agua. No pararán hasta que se cumplan las sentencias. Esta es su historia.
Tienen el mismo nombre, que en náhuatl significa “agua que corre”, pero están separados por cientos de kilómetros. Se trata de los ríos Atoyac de Puebla, Oaxaca y Veracruz. Los tres enfrentan un mismo problema: la grave contaminación de sus aguas y la organización de luchas ciudadanas para sanearlos.
La reacción civil sobre la defensa de estos tres ríos se ha dado desde hace 30 años y sus expresiones son extremadamente variadas. Van desde las manifestaciones y protestas campesinas, hasta la búsqueda de amparos con los que se obliga a las autoridades pertinentes a la reparación de los daños causados por la contaminación.
En Veracruz, por ejemplo, la lucha de un grupo de campesinos ha podido disminuir la contaminación del río, en tanto en Oaxaca se logró una sentencia histórica, por la vía del amparo, que obliga a las autoridades pertinentes a limpiar el río.
UN POCO DE HISTORIA
En el caso de Puebla, el río Atoyac nace en la sierra Nevada y recorre 200 kilómetros y 69 municipios. Por su parte, el Atoyac de Oaxaca riega los valles centrales de ese estado y pasa por 25 municipios. Y el Atoyac de Veracruz cruza por nueve municipios.
De acuerdo con el académico Luis Andrés Prado Trigo, de la Universidad Autónoma de Puebla, desde 1870 en el río Atoyac de Puebla proliferó la industria textil, y con ello comenzó una historia de descargas de los desechos de las fábricas de este ramo al río, además de los desechos municipales.
En el caso de Oaxaca, el río desde hace más de un siglo es asediado por las descargas residuales, los tiraderos a cielo abierto y la explotación de arena en su rivera.
En tanto, en Veracruz el río Atoyac es afectado por la deforestación en la cuenca alta, basureros a cielo abierto, contaminación de alcoholeras e ingenios azucareros, así como por la presencia de agroquímicos, entre otros.
ALTAMENTE CONTAMINADOS
No solo eso. Datos oficiales de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), obtenidos vía transparencia, y del informe: “Resultados Cuenca Río Alto Atoyac 2012-2017”, revelan que la calidad del agua del río Atoyac en Puebla es mala.
En este río hay al menos 1,129 puntos de monitoreo donde la presencia de coliformes totales (grupo de bacterias contaminantes, entre ellas, las emanadas por los residuos fecales) está por arriba de los 24,000 NMP/100 ml, y en otros 117 puntos del río están con más de 1,000 NMP/100 ml, cuando la cantidad aceptable para que el agua sea considerada como limpia es de solo 1,000 NMP/100 ml.
Además, hay por lo menos 19 componentes considerados como posibles cancerígenos por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), como dicloroetano, dinitrotolueno, bromodiclorometano, mercurio, cloruro de metileno, cloroformo y plomo.
De acuerdo con un informe de la Conagua de 2017, entregado a la asociación Litigio Estratégico Indígena, sobre la calidad del agua en el río Atoyac de Oaxaca, existen al menos seis puntos con más de 20,000 NMP/100 ml en coliformes, y en “lluvias” se encontraron 14 puntos arriba de 10,000.
El mismo informe determina que “el resultado de los indicadores permite inferir que la principal fuente de contaminación de la corriente son las actividades antropogénicas que derivan principalmente en las descargas de aguas residuales, vertido al río de basura, y desechos de origen agrícola, comercial, animal y doméstico”.
El río Atoyac de Veracruz, por su parte, no aparece en los registros y estaciones de monitoreo de Conagua. Aún así, este cauce está contaminado por fertilizantes, fungicidas, herbicidas y aguas residuales de los ingenios azucareros, según datos recabados por organizaciones de ciudadanos como la Coordinadora de los Pueblos en Defensa del Río Atoyac, Veracruz.
VERACRUZ: LA PROTESTA COMO LUCHA
José Alfonso Domínguez Rodríguez tiene 46 años y es campesino. Nació en el Municipio de Carrillo Puerto, Veracruz, y desde pequeño el río Atoyac ha estado en su historia.
“Yo desde que nací la he pasado en el río. Antes agarrábamos el camarón para vender. Y con el tiempo empezaron a contaminarlo, fue perdiéndose, el langostino también se perdió, y cuando se empezó a contaminar más feo yo tenía como 20 años”, dice en entrevista con Newsweek México.
Pero Domínguez no se quedó quieto. En 2003 formó junto con otros habitantes de la zona, la Coordinadora de los Pueblos en Defensa del Río Atoyac, Veracruz. Sus acciones han sido contundentes, y algunas las han hecho de la mano de organizaciones como el Centro Mexicano de Derecho Ambiental (Cemda).
“Nos empezamos a reunir en 2003 y empezamos a hacer paros a la alcoholera (una de las principales empresas que contaminan el río), y cuando los demandamos logramos que dejara de aventarle sus desechos”.
La empresa los contrademandó, pero con la ayuda de los abogados del Cemda ganaron la demanda.
Ahora la alcoholera contamina menos, pero aun así hay daños irreversibles en el río.
Domínguez ahora es uno de los activistas más visibles de la región. Él y el resto de los integrantes de la Coordinadora han encontrado en las protestas una forma de lucha. Algunas son simbólicas, y otras no tanto: “Hemos hecho de todo: clausurado rellenos sanitarios, rastros, basureros de cielo abierto, etcétera. La verdad, la protesta sí ha servido, ha mejorado, ya no contaminan igual”, concluye.
PUEBLA: EL AMPARO COMO ARMA
Subieron a las lanchas inflables de rafting en el Puente México de Puebla. Eran unos 20 amigos que, con trajes blancos y armados solo con cubrebocas, surcaron parte del río Atoyac en octubre de 2010.
“¿Están idiotas? Hemos detectado cepas, virus y bacterias que son mortales”, le dijo hace un par de años un médico a Carlos Eduardo Tapia Camino, uno de los creadores de Dale la Cara al Atoyac, A. C.
Miembros de esta organización hicieron cuatro expediciones en lanchas inflables por el río Atoyac, para llamar la atención sobre la contaminación del río, sin ser expertos.
En 2014 fue la última vez: “La verdad fue una irresponsabilidad las cuatro veces que nos echamos, yo de plano llegaba a vomitar a mi casa”, dice Tapia.
Y aunque desde marzo de 2017 la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) emitió la recomendación 10/2017 por la contaminación del río Atoyac, según investigaciones de la propia organización, más de 9,000 empresas siguen vertiendo sus desechos en el agua.
Pero este grupo, integrado aproximadamente por 14 personas, está usando otra vía para salvar el cauce. En marzo de 2017 interpusieron un amparo indirecto en materia administrativa, un recurso que responsabiliza a distintas autoridades.
Sobre este recurso, el abogado experto en derechos humanos y quien ha seguido muy de cerca esta nueva herramienta jurídica en otros casos ambientales, Luis Miguel Cano, apunta: “Sí sirve, y cada vez debería servir más, pero al final creo que hay un problema de ejecución de la sentencia.
“Los tribunales han sido muy formalistas y hay una batalla para que el sistema de justicia cambie de actitud, de orientación. Aún así, tiene mucho potencial, pues estamos en un momento de cambio”.
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Sobre este amparo, Tapia recuerda por qué decidieron interponerlo: “Nos encontramos con que nadie sabe qué le toca hacer bien. Pues nos agarramos a todos, y póngase de acuerdo. Algunos se han amparado”.
“Ni las industrias ni los municipios tienen plantas de tratamiento y todas vierten sus desechos al río”, recalca Violeta Trinidad, de Dale la Cara al Atoyac, A. C.
Para el abogado Vadir Arvizu Hernández, uno de los litigantes detrás de la histórica sentencia de hace dos años que obligó a las autoridades a sanear las aguas de Xochimilco y quien colabora con Dale la Cara al Atoyac, A. C., los amparos son un arma poderosa para la protección al medioambiente.
“Son herramientas efectivas, pero como cualquier juicio hay que saberlo litigar. Por ejemplo, en la acción colectiva en materia de medioambiente en Xochimilco ya tenemos una sentencia y ya estamos en etapa de ejecución; pero son cosas tardadas porque no hay un manual que le diga a un juzgado cómo llevar un tema de reparación de daño”.
Sobre el futuro del amparo en Puebla, adelanta: “Van a involucrar a todas las autoridades y les tendrán que pedir que presenten un programa de reparación de daño integral que tiene que aprobar su unidad técnica. Y si nosotros vemos algo que está mal, pues lo impugnamos”.
OAXACA: LA PRIMERA SENTENCIA PARA DEFENDER UN RÍO
Miembros de la asociación civil Litigio Estratégico Indígena lanzaron, en 2016, un llamado a la ciudadanía por medio de una radiodifusora local para interponer un amparo que les permitiera conseguir el saneamiento de los ríos Salado y Atoyac.
Un indígena de la etnia cuicateca respondió para sumarse a este recurso jurídico: su nombre permanece anónimo para su protección. “Esta persona vive a 178 metros del Atoyac y a 20 metros la zona del mercado de abastos; la contaminación la afecta directamente”, cuenta el abogado Carlos Morales Sánchez, especializado en litigios por los derechos indígenas y creador de esta organización.
La solicitud de amparo fue turnada al Juzgado Primero de Distrito en Oaxaca, pero el juez desechó la demanda el 4 de abril de 2016. Luego, la parte quejosa solicitó que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) atrajera el asunto, instancia que revocó el acuerdo de desechamiento y ordenó al juez que admitiera la demanda.
El camino rugoso siguió. El 26 de marzo de 2018, Elizabeth Franco Cervantes, jueza primera de Distrito de Oaxaca, concedió el amparo a los ciudadanos, pero cinco autoridades responsables se negaron a cumplir la sentencia, por lo que interpusieron un recurso de revisión.
¿Quiénes fueron? La Comisión Nacional del Agua (Conagua); la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat); el gobierno del estado de Oaxaca; el municipio de Oaxaca de Juárez y el municipio de Santa Cruz Xoxocotlán.
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A la lucha de la defensa del río, sin embargo, se unieron actores como el pintor Francisco Toledo, quien envió una carta al Tribunal Colegiado del Centro Auxiliar de la Séptima Región de Acapulco, Guerrero (donde se envió el caso), en la que mencionaba que era “hora de salvar a los ríos (Salado y Atoyac), ustedes tienen la última palabra”.
El pasado 23 de mayo, finalmente, se dio una resolución histórica para las luchas ambientalistas en México cuando el tribunal resolvió en una sentencia que las autoridades demandadas estaban obligadas a sanear los ríos Atoyac y Salado.
“Es la primera vez que se da una sentencia que obliga a proteger un río en México. Que el juicio de amparo se convierta en un mecanismo de protección al medioambiente significa una esperanza; una herramienta para la educación, la prevención”, dice optimista Carlos Morales respecto a esta sentencia.
La lucha por la defensa de los ríos Atoyac continúa en Puebla, Oaxaca y Veracruz. Sus defensores han buscado alianzas con organizaciones como Greenpeace y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) para seguir trabajando. Por lo pronto, han encontrado en las protestas y el amparo las mejores armas contra la contaminación de esos ríos separados por cientos de kilómetros, pero unidos por el mismo nombre.
Queda esperar, como dice el abogado Vadir Arvizu Hernández, que se haga la reparación integral del daño para que se inicien acciones concretas y coordinadas.
De no ser así, los triunfos serán en papel y, mientras tanto, el río sigue contaminado.