Entender la tradición de la pianística cubana y su misma música es hablar de pilares como Bebo y Chucho Valdés, Ignacio Cervantes, Emiliano Salvador y, sin duda, Rubén González. Fue Santa Clara, en la Cuba de 1919, donde Rubén nació, cuyo destino estaba en la música, en las teclas negras y blancas, en el son, la rumba y el auténtico sabor de la isla.
Su fama y reconocimiento internacional llegaron tarde y por un periodo breve. No fue sino hasta 1997, con Buena Vista Social Club, que al mundo llegó la pasión de su forma de tocar el piano y sus solos únicos y reconocibles. Rubén González murió sin homenaje alguno en 2003, en su casa de La Habana, a los 84 años.
Por eso, en el centenario de su nacimiento, su propio hijo y heredero de su tradición musical, Rubén González Jr., y el pianista mexicano Írving Lara, lo homenajean este viernes 31 de mayo, a las 20 horas, en el legendario Salón Los Ángeles de CDMX con un concierto a dos pianos.
Este esfuerzo es posible por el interés de la revista especializada en música tropical Bembé y el mismo Salón Los Ángeles.
A propósito de este homenaje póstumo, en Newsweek México conversamos con Rubén González Jr.
Referirse a la colonia Guerrero es, por antonomasia, hablar de los viejos barrios del México antiguo, barrio fundado en el siglo XIX, de los primeros en la ciudad. Lleno de tradición e historia, ahí en su corazón está el salón Los Ángeles, emblema de abolengo para los bailes de aquellos tiempos dorados. A unos pasos del salón —hoy casi en el abandono y alejado de su esplendor de época—, hay una pequeña cantina, en cuyo interior suenan vasos y cristales que truenan al saludarse entre sí mientras se brinda. En el centro, en una mesa larga, los maestros del piano Rubén González Jr. e Írving Lara beben un par de tequilas y cerveza. El calor es apabullante, y al fondo un son cubano susurra: “Duerme en mi jardín / las blancas azucenas, los nardos y las rosas / mi alma, muy triste y pesarosa / a las flores quiere ocultar su amargo dolor”.
El único músico del Buena Vista fue Rubén González.
—Maestro Rubén, ¿qué representa para usted la fecha 26 de mayo de 1919?
—Es una fecha muy importante, nace la persona más importante en mi vida. A pesar de que su éxito llegó un poco tarde, yo tengo el honor de ser su hijo, el más chico y el único que fue músico. Él siempre fue un excelente músico, un gran pianista, son cien años de su nacimiento.
—¿Qué nos espera de este homenaje?
—No se había realizado en ninguna parte. Es muy emotivo porque voy a tocar junto a Írving Lara, que también conoció a mi padre. Es una gran responsabilidad e implica mucho este homenaje, será festivo y con toda la música que a él le gustaba.
“En general, vamos a interpretar los números más representativos de su repertorio, de sus discos como Chanchullo, del Buena Vista Social Club, y del Presentando a Rubén González. Creo que es el único homenaje que se le ha hecho, es un homenaje realmente como se merece, ninguna disquera lo ha hecho, solo a Ernesto de la revista Bembé y con la gente del Salón Los Ángeles se les ocurrió este esfuerzo.
“La misma Omara Portuondo lo dijo: ‘El único músico del Buena Vista fue Rubén González’. Sigan de cerca la música tradicional cubana, con el transcurso del tiempo se ha ido perdiendo, las nuevas generaciones deben conocer esta música, se puede perder si no se recuerda. Se necesita más difusión de este género, desde que pasó la euforia del Buena Vista Social Club ya no se acerca tanto la gente a escuchar esta música”.
—¿Qué recuerdos tiene de su infancia al lado de su padre?
—Desde que tengo uso de razón, estudio el piano. Mi padre me llevaba a un lugar en Cuba que se llamaba CMGU, era una emisora de radio, ahí lo escuchaba y también, ya más grande, en los cabarets tradicionales. Me sorprendía cómo acompañaba a los cantantes incluso sin partituras, así, de oído. Era un gran músico, por ejemplo, yo no me considero músico, yo toco el piano y trato de hacer las cosas lo más parecido a lo que él hacía. Cuando él entra de lleno en la música popular, los solos que hacía y cómo improvisaba son Rubén González y lo que me hizo querer tocar como él.
—¿Qué le faltó hacer con su padre?
—Él se debe sentir muy contento, sabía que tocaba el piano, pero perdió un poco la memoria. Hay cosas que no se hicieron, como tomarnos una foto juntos o, lo más importante, tocar el piano juntos.