Huyendo de la miseria y el horror de sus naciones, migrantes centroamericanos esperan en Tijuana que alguna de las promesas de recibir asilo en Estados Unidos se haga realidad.
TIJUANA, B. C.— En una casa refugio donde vive desde hace dos meses, Izamar espera con sus cuatro hijos la siguiente cita para tramitar su solicitud de asilo en Estados Unidos.
Su vida transcurre dentro de las amontonadas colchonetas que sirven como cama, un patio donde sus hijos juegan con otros niños migrantes y el trabajo en la cocina. De ahí no sale por miedo a que las pandillas de su natal Honduras la encuentren.
Oriunda de San Pedro, la mujer de 29 años de edad ya ha enviudado dos veces. A sus dos exesposos los mataron en Honduras. El segundo falleció en enero pasado, durante una protesta contra el presidente Juan Orlando Hernández.
“Yo logré meterme en una casa, pero a él lo alcanzó una bala; los militares decían que era de goma, pero esa bala lo mató y lo dejó tirado en la calle, no volvió… se murió”, relata y pide no ser identificada, pues teme sufrir represalias.
Desde que su exesposo murió, ha recibido amenazas y dos visitas de un grupo de mujeres que la persiguió para hacerle daño.
Por esa razón huyó a casa de un tío, ubicada en las afueras de la capital. Pero la volvieron a encontrar y, esta vez, la amenaza tocó también a su pariente.
“Le dijeron a mi tío que si me seguía teniendo en su casa se iban a ir contra él también. Entonces mi tío me dio dinero y algo de ropa para mis niños y me despidió. Me dijo: ‘Te tienes que ir ya y no regresar’”, recuerda anegada en llanto.
La caravana más grande que cruzó por México hacia Estados Unidos salió de Honduras en abril pasado. Izamar supo de esta movilización, pero decidió viajar por su cuenta, acompañada solo por su prima e hijos de 12, 10, 6 y 2 años.
“En la caravana no tienes control de con quién estás viajando; se puede infiltrar todo tipo de gente, y si tengo a personas buscándome para hacerme daño quería evitar la muchedumbre y no llamar la atención”, explica la hondureña con su niño más pequeño sobre sus piernas.
Todos los días, de las 6 a las 10 de la mañana, se instala afuera de la garita de San Ysidro un puesto. Ahí está el libro donde la lista de personas que buscan asilo en Estados Unidos es cada vez más nutrida.
Así es como los propios migrantes comenzaron a ordenar las solicitudes a partir de 2013: cuando unos 3,000 haitianos llegaron a Tijuana en el lapso de un año.
El encargado de la lista es un joven guatemalteco. Me explica que esta relación no es un documento formal, pero que idearon ese sistema para intentar procesar las desesperadas peticiones de asilo.
Cuando Izamar llegó a Tijuana lo primero que hizo fue madrugar para ir a anotarse en la codiciada lista. Un mes después obtuvo su cita con un agente del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos.
“Me da pena decirle cómo me trataron en Estados Unidos”, suelta sin mirarme a los ojos. “Hasta el tercer día nos atendieron, pero antes nos tenían en la hielera. Separan a los mexicanos de los hondureños y el tipo que me atendió me obligaba a firmar unos papeles que yo ni siquiera sabía que significaban; solo me decía: firma, firma, firma ya”.
CIUDAD SANGRIENTA
Tijuana fue clasificada como la ciudad más violenta del mundo por un reciente estudio del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal (CCSPJP).
Durante 2018, esta ciudad fronteriza registró 2,640 homicidios y una tasa de 138.26 muertes por cada 100,000 habitantes. Las autoridades locales y estatales niegan el estado de violencia de esta entidad mexicana.
De hecho, el secretario de Seguridad Pública de Tijuana, Marco Sotomayor, ha dicho que la situación no es como la pintan y que, por el contrario, el año pasado los delitos disminuyeron 8 por ciento.
El alcalde de Tijuana, el abogado Juan Manuel Gastelum, considera que el estudio del CCSPJP es una “oportunidad política para dar un golpe a Tijuana, que será el primer lugar en el país en tener elecciones para poder tener una relección en puestos políticos en junio de 2019”.
Por su parte, al académico Víctor Clark, estudioso del fenómeno de la violencia en Tijuana por más de dos décadas, el dato reportado le preocupa, mas no le sorprende.
“En Tijuana ha habido una lucha muy sangrienta entre cárteles por un mercado muy lucrativo y los migrantes, sobre todo quienes regresan deportados de Estados Unidos, son presa fácil; son reclutados por el crimen organizado para unirse a sus filas”, detalla el también antropólogo y director del Centro Binacional de Derechos Humanos.
El 2 de abril del año en curso fue capturado en Tijuana el operador financiero de la organización criminal de los hermanos Arellano Félix. Ricardo Verber Campos, el Richie, fue identificado como objetivo criminal prioritario. El detenido transitaba en una de las calles principales de Tijuana, Paseo de los Héroes, en una camioneta pick up con placas de California y en su vehículo transportaba un arma y crystal.
El crystal es la droga con la que se les paga a los migrantes deportados que recluta el cártel, refiere el profesor Víctor Clark. “Cinco dosis de crystal equivalen a 120 dólares y esto es lo que les pagan por día o por semana, dependiendo el rango”, apunta el académico de la Universidad de San Diego.
Izamar y las otras mujeres refugiadas que esperan en el albergue no saben esto, pero tienen una idea de lo que les puede pasar a sus hijos si abandonan el refugio y se pierden en las calles tijuanenses.
“Aquí las madres sufren por las desapariciones de sus hijos, los pueden secuestrar para vender sus órganos. Yo he visto a madres sufrir en México por la desaparición de sus hijos, un ardor en el corazón que no quiero de ninguna forma vivir”, me dice la hondureña, con determinación.
Otra de las mujeres que espera en el albergue su segunda audiencia con el juez que procesará su solicitud de asilo refiere que las pandillas que operan en su ciudad natal, San Salvador, son sanguinarias. Pero mucho menos comparadas con las que hay en Tijuana. Por eso no sale del refugio.
“Las pandillas trataron de reclutar a mi hijo más pequeño, de 11 años, varías veces”, cuenta.
Y prosigue: “Hasta que secuestraron y desaparecieron a uno de sus amiguitos fue cuando decidí salir de ahí; no quería que le pasara eso a mi niño”, me platica también temiendo poder ser identificada.
“Pero no vine aquí para estar encerrada en esta reja, lo que queremos es ir a Estados Unidos”, afirma, contundente.
Su petición de asilo se sumó a las 92,959 hechas para ingresar en Estados Unidos en 2018.
En solo un año, de 2017 a 2018, el aumento de solicitudes fue de 67 por ciento, según datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus cifras en inglés).
El abogado de migración Daniel Bribriescas trabaja aconsejando a las y los migrantes sobre cómo contestar las preguntas de los agentes. Sugiere qué tipo de material gráfico llevar para que las pruebas de asilo se sustenten.
Lo más relevante para justificar un caso de asilo, me explica, es demostrar que sufres violencia recurrente no intrafamiliar, sino endémica; y que, constantemente, estás siendo perseguida o acosada.
“Ellos llegan aquí con mucha fe, es impresionante ver cómo creen que van a pasar y que sus casos van a ser procesados; pero la verdad es que muy pocos lograrán hacerlo”, lamenta el abogado mexicano.
Para las migrantes que viajan con sus hijos pidiendo asilo en Estados Unidos no hay opción “B”. No pueden quedarse en Tijuana ni en otra ciudad de México.
Al cuestionarle a Izamar qué pasará si rechazan su solicitud de asilo en Estados Unidos en su próxima cita, me contesta: “Yo voy a hacer todo por estar allá, para eso vinimos”.
Frente a la desesperación por la espera, un grupo de 20 migrantes intentó cruzar de forma ilegal la barda que entra en el mar, en la zona conocida como Playas de Tijuana. En una semana se registraron dos intentos de cruces masivos en este punto. Esto ocasionó que dos helicópteros sobrevolaran el área mientras los migrantes fueron asegurados por agentes de la patrulla fronteriza.
Tijuana continúa siendo el lugar de espera de los peticionarios de asilo, después que el presidente de Estados Unidos firmara un acuerdo para que los migrantes esperen en esta ciudad.
CRISIS MIGRATORIA
Lo cierto es que los albergues en Baja California están saturados.
Tijuana y Mexicali son ciudades formadas por inmigrantes y están acostumbrados al flujo migratorio; sin embargo, el fenómeno de centroamericanos que viajan en caravanas ha dejado a estas ciudades sumidas en la crisis.
Las autoridades dicen estar rebasadas y ahorcadas por la falta de presupuesto federal, que se ha reducido para atender estas migraciones.
El responsable de atención a migrantes del gobierno estatal, Gustavo Magallanes, advierte que es imposible hacer frente a las necesidades de los miles de migrantes sin apoyo federal.
“Nosotros, el estado de Baja California, estamos encargados de suplir de agua a todos los refugios donde se albergan miles de centroamericanos. Y no alcanza”, revela el funcionario estatal.
César Palencia, encargado de la unidad de atención migratoria en Tijuana, concuerda que una estrategia federal en coordinación con los gobiernos locales serviría para controlar el desmedido flujo migratorio.
“El gobierno federal no sabe quién está entrando en el país; debería haber un censo de los migrantes desde que ingresan en México, vía Chiapas”, propone Palencia desde su pequeña oficina ubicada en el segundo piso del Palacio Municipal de Tijuana.
En esta ciudad fronteriza ha habido un crecimiento de lugares que funcionan como refugios: de 15 que había hace un año, hoy hay 23, y todos trabajan a su máxima capacidad.
“Estamos ahorcados por todos lados. Esta unidad que yo dirijo se creó para atender a los mexicanos que venían deportados de Estados Unidos, y desde 2013 hemos atendido casos de migraciones internacionales. Estamos saturados con el flujo migratorio”, dice Palencia, quien tiene a su cargo los albergues de Tijuana.
El refugio Madre Asunta es uno de los 23 espacios que da atención a migrantes y que opera en Tijuana.
Con más de dos décadas de existencia, este es uno de los primeros albergues de la ciudad.
“Cuando abrimos este espacio nadie hablaba del tema, o no con tanta fuerza”, comenta a su vez la directora Mary Galván.
A pesar de su amplia experiencia con personas en tránsito, Galván nunca había lidiado con una crisis migratoria de esta envergadura. El albergue tiene capacidad para 45 personas, pero actualmente duermen más de 100.
“Tuvimos que extender el tiempo para que los migrantes se queden en el refugio: de 15 días a dos meses, por los tiempos que exige su trámite de solicitud de asilo en Estados Unidos”, explica Galván.
En este refugio viven cuatro solicitantes de asilo que esperan su segunda cita; sin embargo, al no tener la representación de un abogado estadounidense sus posibilidades de lograrlo son pocas. Ello no obstante el haber logrado acreditar la violencia que los hizo huir de su país.
Y esto podría empeorar. El pasado 9 de abril oficiales de inmigración informaron sobre la propuesta de incrementar el tiempo de espera para los refugiados por un año y siempre. En Estados Unidos el tiempo para obtener un permiso de trabajo que permite emplearte va de los 180 a los 365 días.
MÉXICO, EN EL OJO DE LAS CARAVANAS
La quinta caravana migrante, conformada por 3,000 centroamericanos, entró en México el pasado 12 de abril. Lo hizo por Tapachula, cruzando el Río Suchiate, y se enfrentó a las autoridades migratorias de Chiapas, que no pudieron detenerlos y por lo que continuaron su peregrinaje.
Días antes, el presidente Donald Trump presionó a su contraparte en México con cerrar la frontera si su vecino del sur no controlaba la entrada de caravanas por territorio mexicano.
Cuestionado al respecto, el presidente Andrés Manuel López Obrador solo contestó:
“Voy a hacer muy prudente por una serie de circunstancias, entre otras cosas porque queremos llevar una muy buena relación con el gobierno de Estados Unidos. Estamos desarrollando actividades productivas en el sureste del país, y se están dando opciones de trabajo a nuestros hermanos centroamericanos, para quien quiera trabajar van a tener condiciones”, aseguró el mandatario mexicano el 29 de marzo.
En la misma conferencia, López Obrador aseguró que “el tema de las caravanas tiene mucho que ver con lo político y electoral, por eso no me voy a enganchar”.
Así, mientras Trump ha anunciado la reducción y término de ayuda económica vía programas implementados en Centroamérica para prevenir la violencia, que rondan los 450 millones de dólares, AMLO ha propuesto lo contrario: inversión y creación de trabajos en el llamado Triángulo Norte centroamericano, que agrupa a los países de Guatemala, Honduras y El Salvador. Sin embargo, esto no se ha ejecutado.
Nuevas caravanas continúan formándose desde Centroamérica, y Tijuana es la ciudad de llegada, para después esperar durante meses alguna resolución sobre sus casos.
TIEMPO INCIERTO
A un año de las elecciones en Estados Unidos en las que el presidente Trump se jugará la reelección, el Congreso aún no ha podido aprobar el presupuesto para su proyecto de ampliación de barda fronteriza.
Por ello ha declarado una “emergencia nacional” para poder atender el asunto. No obstante esta declaración, se desató un intenso debate entre políticos, académicos, congresistas y activistas. ¿Se trata de una emergencia nacional o de una crisis humanitaria?
Para el “Proyecto de ayuda a los refugiados por activistas comunitarios en el sur de Texas”, que representa casos de refugio en Estados Unidos, el tratamiento que las autoridades estadounidenses están dando a los centroamericanos que buscan asilo es inhumana.
Esta agencia no gubernamental (RAICES) lanzó una campaña para erradicar los malos tratos que los migrantes pasan; como su estancia en “la hielera”, y en las celdas de la patrulla fronteriza en las que estuvo, por ejemplo, Izamar.
Como le pasó a ella, todos los migrantes que cruzan la frontera tienen que pasar por lo menos de uno a tres días en ese cuarto de detención con temperaturas bajo cero, en donde no tienen acceso a servicios de higiene mínima, como usar jabón o pasta de dientes.
RAICES recreó el cuarto conocido como “la hielera” y lanzó una campaña para erradicar estas condiciones, la cual fue viralizada en redes sociales con el hashtag #NoMásHieleras.
“Esta práctica es innecesaria y cruel”, ha denunciado esta organización.
En un mural comunitario, creado por la artista local Yocelyn Riojas, se lee un mensaje contundente, rodeado por cadenas que simbolizan las barreras del sistema de inmigración estadounidense: “El Asilo es un Derecho Humano”.
Para Riojas, “esta exhibición honra a la comunidad y devela la manera en que somos tratados; le habla al rol que la migración juega en América”.
Al respecto, abunda: “Como artista, mi trabajo busca equipar a aquellos que luchan contra la máquina de deportación con imágenes tan poderosas como los testimonios que escuchamos de aquellos que han experimentado nuestro sistema de inmigración cuando buscan asilo”.
Miles de centroamericanos continúan cruzando el territorio mexicano en su intento de alcanzar la frontera con Estados Unidos. Guiados por la esperanza de refugiarse en aquel país, sus pasos no cesan.
Al arribar a las peligrosas calles de Tijuana su presente y futuro se han vueltos inciertos.