Los comicios celebrados en España se caracterizaron por una gran participación en el contexto de una crisis económica y social. Con el final de la alternancia histórica bipartidista entre el derechista Partido Popular y el izquierdista Partido Socialista Obrero Español, más de 36 millones de españoles fueron convocados a las urnas para renovar a los órganos legislativos, representados por el Congreso de los Diputados que eligió a 350 de sus integrantes y el Senado que hizo lo propio con sus 208 escaños. Siendo una forma de gobierno monárquico parlamentaria, con un sistema bicameral imperfecto, es el Poder Legislativo quien ejerce el control sobre el Poder Ejecutivo por lo que el candidato a Presidente del Gobierno debe ser aprobado, al menos, por mayoría simple de las Cortes Generales. De esta forma, el presidente puede permanecer en el cargo mientras conserve la confianza de los diputados o se disuelvan las cámaras ya sea por decisión suya o por conclusión de la legislatura. Cualquier partido requiere necesariamente de mayoría parlamentaria para proyectar sus políticas.
Con más de un millón de nuevos votantes jóvenes se llevaron a cabo las decimocuartas elecciones después de la transición a la democracia. Los poco más de 23 mil colegios electorales recibieron la mayor votación desde 1993, con una participación histórica superior al 75% que representa un incremento sustantivo respecto a las últimas elecciones de 2016, rebasando los 25 millones de votantes. Las formaciones políticas surgidas durante los últimos años serán cruciales para la gobernabilidad. Actualmente se han configurado dos bloques políticos; del lado del espectro conservador, además del Partido Popular, se encuentran las agrupaciones Vox —que se ha destacado en los últimos tiempos por su discurso abiertamente racista, xenófobo, antinmigrante y populista— y la centrista Ciudadanos; mientras que del lado progresista, se colocan junto al PSOE la organización Podemos y los independentistas catalanes cuyo voto se ha incrementado significativamente en 17.8% para alcanzar un techo histórico del 64.2%, lo que inclina la balanza de las preferencias políticas dejando claro que las agrupaciones independentistas representan un factor imprescindible para gobernar España.
En un contexto de elecciones competidas, con gran participación electoral y una enorme cifra de votantes indecisos, los resultados de este proceso electoral marcan el futuro de España y el camino que la Unión Europea seguirá. Recordemos que de 28 países de la zona solamente siete se encuentran gobernados por la izquierda. La derecha más recalcitrante y contraria al modelo unitario del bloque europeo gobierna diferentes países, entre los que destacan Italia, Hungría, Francia, Austria, Polonia y los Países Bajos. Esta derecha es representativa de un amplio abanico que va del nacionalismo extremista hasta el conservadurismo radical. La división de la derecha española tradicional la llevó a sus peores resultados electorales.
En los últimos años las democracias europeas han visto surgir, al lado de líderes carismáticos, una serie de formaciones políticas que pueden ser calificadas, por sus formas y estilos de acción, como populistas. El contenido ideológico y la retórica de esta forma política se resumen en la denuncia de la traición de las élites gobernantes quienes habrían expropiado de sus poderes al pueblo soberano. La importancia de la democracia española resulta vital para frenar los populismos que amenazan al federalismo europeo. La victoria de los socialistas requerirá, sin embargo, de un gobierno de coalición.
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