Juan Guaidó, reconocido como presidente interino de Venezuela por 60 países, reflexiona sobre los costos de que el mandato de Maduro se prolongue.
A principios de este mes, la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente me retiró mi inmunidad. Pero no se trata de lo que me ocurra a mí. En este artículo hablo sobre todos los venezolanos que trabajan duro para restaurar nuestra democracia. Y no se trata de un conflicto entre el presidente de Estados Unidos y un líder revolucionario, como quiere hacernos creer la propaganda de los amigotes de Nicolás Maduro. Se trata de un conflicto entre el pueblo, que quiere libertad, y un tirano.
La dictadura de Maduro ha sido una tragedia para Venezuela. Desde 2014, el producto interno bruto del país se ha contraído 50 por ciento. Durante varios años ha tenido la más alta inflación en todo el mundo, y el año pasado entró en hiperinflación. Varios millones de venezolanos han huido del país. La pobreza ha aumentado hasta cerca de 90 por ciento, y más de 65 por ciento de la población pasa hambre de manera habitual, el índice más alto de que se tiene registro. Decenas de miles de niños y ancianos han muerto de desnutrición o de enfermedades prevenibles.
En los últimos 15 años, más de 250,000 venezolanos han muerto por la violencia. Estas cifras son similares a las de México durante el mismo periodo, pero este país tiene más de 130 millones de habitantes, mientras que Venezuela solo tiene 31 millones. Venezuela tiene el más alto índice de homicidios por cada 100,000 habitantes en América del Sur. A la gente se le advierte que puede producirse una carnicería, pero la carnicería ha venido ocurriendo desde hace años.
En este trágico recuento de vidas perdidas debido al colapso social y a la criminalidad debemos añadir a las víctimas de la represión política perpetrada por organizaciones como la Fuerza de Acción Especial, que ha cometido numerosas violaciones a los derechos humanos, entre ellas, casi 9,000 ejecuciones extrajudiciales, tres veces más que el número de desaparecidos durante la dictadura militar de Augusto Pinochet en Chile.
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Este aterrador panorama se complica aún más por la presencia de cientos de cubanos en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana de Venezuela, así como miembros del Ejército de Liberación Nacional y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia en amplios sectores de nuestro país.
A la cabeza de esto se encuentra Maduro, que se ha aferrado descaradamente al poder usurpando la presidencia desde el 10 de enero pasado. Sin embargo, antes de eso, pasó por alto la voluntad de los votantes en las elecciones parlamentarias de 2015, y en 2017 orquestó un golpe de Estado y violó la actual Constitución de Venezuela al promover a una Asamblea Constituyente cómplice, fascista e ilegal que atestó con sus acólitos.
Mientras tanto, los cuatro principales partidos políticos democráticos tienen prohibido participar en las elecciones presidenciales. Lo mismo se aplica a los líderes principales de la oposición. Desde el 23 de enero de 2018, más de 800 venezolanos han sido arrestados, entre ellos, 84 menores, y más de 40 personas han sido asesinadas por los organismos represores leales a la dictadura.
Para superar esta situación, nosotros, desde la oposición, hemos propuesto un plan político en tres pasos con el objetivo de restaurar las instituciones políticas de Venezuela, acabar con la usurpación de la presidencia, constituir un gobierno de transición y llamar a elecciones libres y transparentes. Estas elecciones deben garantizar la participación de todos los venezolanos sin excepción, incluidos los propios chavistas de Maduro, si lo que pretendemos es construir una realidad política en la que todos los partidos puedan asumir su legítimo lugar, el cual sea un reflejo de la voluntad del pueblo.
Al mismo tiempo, dada la desesperada situación de millones de venezolanos, luchamos por que se admita la entrada de ayuda humanitaria al país para garantizar el acceso a medicinas y alimentos y ayudar, en todas las formas que se requieran, a los miembros de nuestra población que más sufren.
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En este esfuerzo, los venezolanos tienen el apoyo de la mayoría de las democracias de América y Europa. De hecho, en agosto de 2017 la mayoría de los países latinoamericanos, con los que compartimos lazos históricos y culturales, formaron el Grupo de Lima para apoyar el esfuerzo de restaurar la democracia en Venezuela. Estamos agradecidos con ellos y con todos aquellos que nos han apoyado desde otros países y que han dado la bienvenida a la diáspora de venezolanos que han sido desplazados por la fuerza. Lo mismo se aplica al gobierno de Trump y al Congreso estadounidense, cuyo apoyo ha sido verdaderamente alentador. En especial, nos anima el hecho de que esta política de presión diplomática y económica contra la dictadura de Maduro sea bipartidista y haya unido a republicanos y demócratas por igual.
Yo he desempeñado un importante papel en este esfuerzo colectivo como presidente de la Asamblea Nacional ya que, en estricto apego al proceso establecido en nuestra Constitución, asumí poderes ejecutivos. Esto ha conllevado riesgos para la seguridad física y la libertad de mi familia, de mis colaboradores y de mí mismo. Muchas personas temen que el despojo de mi inmunidad pueda ser el paso final antes de un arresto.
Sin embargo, esa decisión, mi posible arresto o lo que sea que me depare el futuro, no son mis mayores temores. Lo que temo es que los venezolanos sigan sufriendo por la escasez de medicamentos para sus hijos. Temo que los ancianos sigan muriendo de desnutrición y de enfermedades prevenibles. Mi mayor temor es que se permita que la dictadura continúe, y con ella, el hambre y las dificultades que tienen que soportar millones de venezolanos.
Como siempre, nosotros, en la oposición, seguimos rechazando absolutamente una resolución violenta a esta situación. Sin embargo, como dijo Nelson Mandela, “siempre es el opresor, y no el oprimido, quien dicta la forma de la lucha”.
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Juan Guaidó es presidente interino de Venezuela y presidente de la Asamblea Nacional. Su presidencia interina ha sido reconocida por casi 60 países del mundo. Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del autor.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek