Con la intención de recrear esa magia cuasi perfecta, los creadores de El regreso de Mary Poppins volvieron a la fuente.
EN 1934, la escritora P.L. Travers presentó a Mary Poppins, quien rápidamente se convirtió en el ideal de la niñera británica práctica para generaciones de niños. El personaje tenía ese nombre por su tendencia a aparecerse en las vidas de los niños a su cargo, enderezando las cosas con eficacia rápida y enérgica, confianza inquebrantable y el ocasional acto de magia (por ejemplo, fiestas de té cabeza abajo), los cuales ella negaba puntualmente. Mary era una mezcla irresistible de estabilidad y escapismo en un empaque remilgado y respingado, por lo menos como la dibujó la ilustradora Mary Shepard.
En la primera novela, Mary es llevada por el viento del este al número 17 de Cherry Tree Lane, hogar de la familia Banks. Walt Disney conservó ese detalle encantador, por lo menos, cuando adaptó el libro 30 años después para la pantalla, transformando a Poppins en una fantasía Technicolor protagonizada por una Julie Andrews en general más suave (en su debut cinematográfico), Dick Van Dyke y una fila de pingüinos coristas animados.
El musical de 1964 fue enormemente popular y aclamado por la crítica, recibiendo 13 nominaciones al Óscar. El tono era notablemente diferente al del libro, pero era posible amar ambos. Sin embargo, Travers no estaba contenta. Ella fue una consultora notoriamente quisquillosa en la primera película (como se dramatizó en El sueño de Walt,de 2013), y la citaron diciendo que los cineastas “nunca entendieron a Mary Poppins”. Andrews, quien ganó el premio a mejor actriz, era, en opinión de Travers, demasiado dulce, con toda la película espolvoreada con montones de cucharadas de azúcar. Pero muchos sospechan que ninguna actriz o adaptación cinematográfica habría satisfecho a la autora, quien escribió en una carta a Walt Disney: “La verdadera Mary Poppins, inevitablemente, según mi parecer, debe permanecer dentro de las tapas de los libros”.
Disney fastidió a Travers para hacer una secuela, y la autora finalmente cedió, escribiendo una segunda película en la década de 1980, con el guionista Brian Sibley. Nunca se produjo: Julie Andrews no quiso comprometerse, y hubo cambios de departamento en el estudio, así que “el proyecto se fue a pique”, le cuenta Sibley a Newsweek. Travers murió en 1996. “Hasta donde sé, los derechos pasaron a su hijo, Camillus, y después de la muerte de él [en 2011], a su esposa e hijos”.
Con la aprobación de la familia, la amada niñera —con el sombrero puesto y la sombrilla en mano— volará a Londres otra vez, esta vez al final de una cometa, en El regreso de Mary Poppins. Con 54 años, es la brecha más grande registrada entre secuelas de una película con actores y a estrenarse en cine. Aun cuando es imposible decir si Travers la habría aprobado esta vez, posiblemente hallaría a esta Mary, interpretada por Emily Blunt, más atractiva. (A los nominadores de los Globos de Oro les encantó lo suficiente para nominar a la película para cuatro premios, incluido uno como mejor musical y uno para Blunt.) La actriz, mejor conocida por su trabajo en obras adultas más descarnadas, como Un lugar en silencio y Sicario, era una fan de los libros de Mary, quien es “un poco más que una capataz, un poco más dispuesta a negar [que esa magia] sucedía”, dice el guionista David Magee. “También me gusta eso de los libros”. Mientras los leía, llevaba una lista de ocurrencias de Poppins. Una de sus favoritas —“¿Puliendo el ojo de la cerradura?”—, es la reacción de Mary a la sirvienta de la familia Banks espiando por la puerta de entrada. “Solo P.L. Travers habría pensado esa frase”.
En la película de 1964, está implícita una atracción entre Mary y el limpiador de chimeneas y bailarín de tap Bert (Van Dyke). Según Paula Sigman, historiadora de Disney, Travers exigió “ni pizca de romance” entre los dos. También le complacería ver una ausencia de tal sinsentido en la nueva película. Magee y el director Rob Marshall (En el bosque, Chicago) “exploramos brevemente la posibilidad de algún tipo de atracción, pero muy rápidamente dejamos de lado esa idea”, dice el guionista. “Si hay alguien por allí para Mary Poppins, todavía no lo conocemos”.
El reto más grande de esta película fue resolver por qué, “si Mary hizo todo el trabajo que todos creemos que hizo en la primera película, la familia Banks la necesitaría de nuevo”, comenta Magee. Para responder esa pregunta, él, Marshall y el productor John DeLuca regresaron a la fuente. Los libros de Travers “fueron ambientados durante la Depresión: el hogar de los Banks es descrito como la casa más destartalada de la calle”, explica Magee. “La primera película fue ambientada a principios de siglo porque [Walt Disney] no quería que se sintiera triste. Pero nos gustó más [la Depresión] como un punto de partida que una familia rica que no aprecia todo lo que tiene”.
Por lo tanto, los nuevos cineastas hicieron que los niños Banks, Michael (Ben Whishaw) y Jane (Emily Mortimer), fueran veinteañeros. Michael —recién enviudado y padre soltero de Anabel, John y Georgie— es un aspirante a artista obligado a tomar un empleo en el banco de su difunto padre para salvar el hogar de la familia. Su hermana soltera, Jane, ayuda con los niños mientras organiza protestas laborales y es cortejada por Jack (Lin-Manuel Miranda, de Hamilton), un ex aprendiz de Bert (Van Dyke aparece brevemente).
Las canciones, del compositor Marc Shaiman y el letrista Scott Wittman (ganadores del premio Tony por Hairspray), son, como la historia, totalmente nuevas, con algunas alusiones a la banda sonora original y ganadora del Óscar de los hermanos Sherman. “Queríamos tocar ciertos hitos sin reproducirlos, para hacerte sentir como si estuvieras en la misma aventura con una historia diferente”, dice Magee sobre los faroleros en vez de los limpiadores de chimeneas, globos en vez de cometas y, por supuesto, una secuencia animada. “Dicho esto, tal vez uno o dos pingüinos se colaron”.
Los libros originales están llenos de “maravillosas historias cortas independientes”, comenta él, así como excentricidades y personajes extravagantes, como la excéntrica prima Topsy de Mary, interpretada por Meryl Streep, una versión con diferente sexo de un personaje del segundo libro Ha vuelto Mary Poppins. Travers continuó escribiendo la serie hasta 1988, siendo el octavo y último libro Mary Poppins and the House Next Door.
Para Magee, este nuevo capítulo es una continuación de un legado que seguirá evolucionando. “Hay algo eterno en Mary Poppins y sea cual sea la magia que ella posee”, opina él. Y aun cuando el momento de estreno de la película pudiera parecer que aborda intencionadamente nuestra época dividida, “no estábamos respondiendo a los eventos actuales. Solo escribimos lo que sentíamos. Esta es una película sobre hallar la felicidad de nuevo. No hay donde más ir salvo arriba”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek