En cada foto del artista visual oaxaqueño hay una historia intervenida por la fantasía, el nahualismo y las leyendas que escuchó de niño.
LA FANTASÍA irrumpe en la realidad rural de Baldomero Robles (San Pedro Cajonos, Oaxaca; 1979). El fotógrafo ganador de la primera Bienal de Artes Indígenas Contemporáneas México en 2012 lleva al límite los recuerdos de su infancia, los mezcla con adelantos tecnológicos e inventa realidades paralelas.
Las imágenes del oaxaqueño, originario de la Sierra Norte, rompen con el estereotipo de los campos de siembra, el señor de sombrero que ara la tierra, la desigualdad presente en la fotografía documental.
El artista visual, quien ha expuesto de manera colectiva su obra Loö litz beë (La casa del viento, por su traducción del zapoteco al español), en España, Estados Unidos, Bélgica, Brasil, Chile y Francia, así como en México, forma parte de esa generación de artistas indígenas que rompen con la tradición y crean una nueva propuesta.
El registro de la realidad forma parte permanente del artista, sin embargo, su obra va más allá de la técnica: en cada fotografía hay una historia intervenida por la fantasía, el nahualismo y las leyendas que escuchó de niño.
RAÍZ REVALORADA
En entrevista, Baldo recuerda que llegó a la ciudad de Oaxaca cuando tenía 14 años. El choque cultural que vivió fue fundamental para que, durante algunos años, se alejara de su comunidad y sus costumbres.
“Mi familia consideró que tenía que dejar el pueblo para estudiar en la ciudad. No fue fácil, por lo menos durante un año cargué el peso de haber dejado la casa, mis padres, hermanos y amigos, a lo que se sumó el problema del idioma; si bien hablaba español, no podía expresarme de la misma manera que en mi lengua materna”, afirma.
Durante esos primeros años, el fotógrafo reconocido también con la mención honorifica en la primera bienal de Fotografía Oaxaca 2014, entabló amistad con un grupo de punks, de quienes adoptó el gusto por la música y también la ideología.
Arquitecto de profesión, Baldo descubrió su amor por la imagen mientras cursaba sus estudios de licenciatura en la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca (UABJO).
A los 22 años tomó cursos de fotografía, revelado e impresión en el Centro Fotográfico “Manuel Álvarez Bravo”.
“En mi trabajo hay siempre fantasía, procedente de mis lecturas de literatura fantástica. Mientras estudiaba, acudía constantemente a la biblioteca del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), donde encontré libros de todo tipo y me forjé de manera autodidacta”, reflexiona.
La lectura sobre otros pueblos le llevó a revalorizar sus orígenes. El conocimiento de las tradiciones de otras culturas le generó interés sobre sus raíces zapotecas, lo que incentivó el orgullo de pertenecer a un grupo étnico.
Mientras trabajaba como arquitecto, leía en el IAGO, escuchaba música punk y se vestía de negro –como todavía lo hace–, Baldo documentaba el proceso de restauración del exconvento de San Pablo. En esa época retomó también su identidad, pero debía de pasar una década aún para lograr trastocar con su performance la realidad de su comunidad.
LO COTIDIANO Y LO EXTRAORDINARIO
El municipio del cual es originario Baldomero Robles, San Pedro Cajonos, está ubicado a 90 kilómetros de la capital oaxaqueña, envuelto en árboles de pino y pese a su riqueza natural, se encuentra en el número 206 a nivel estatal por expulsión de migrantes, en esa población enclavada en la montaña, las casas estilo californiano contrastan con la arquitectura vernácula.
En la localidad, el artista comenzó en 2005 su primer proyecto “Presencias-ausencias”, consistente en documentar el abandono de las casas que en muy pocos años habían sido deshabitadas.
Un año después, y durante el conflicto político social que enfrentó Oaxaca tras el desalojo fallido del plantón que mantenían en el zócalo los integrantes de la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), el 14 de junio, ordenado por el entonces gobernador Ulises Ruiz Ortiz, el fotógrafo documentó los sucesos.
Sin colaborar para ningún medio de comunicación, el artista retrató las barricadas, los enfrentamientos, las detenciones, los gases y el estado de excepción que vivió durante meses la capital del estado, esta obra se encuentra en el libro “Memorial de agravios Oaxaca, México, 2006” (Marabú Ediciones; 2008).
“Ya con experiencia y una carpeta que mostrar, solicité trabajo como fotógrafo en el periódico Noticias Voz e Imagen de Oaxaca, ahí estuve más de un año y medio”, refiere.
En el fotoperiodismo experimentó el diarismo, las presiones y la objetividad. Sin embargo, luego de tomar un seminario de “Fotografía contemporánea” en el Centro de las Artes de San Agustín (CaSa), su obra dio un giro.
“Había realizado fotografía estenopeica y de paisaje en la zona de la Sierra Norte, pero este seminario me abrió la puerta a la mezcla de los géneros: lo documental, la ficción y la foto construida”, afirma.
Y así surge Loö litz beë, esas imágenes cargadas de fantasía en la que la iluminación, los personajes, los rituales, las creencias, lo rural, lo urbano, los niños, los abuelos, lo cotidiano y lo extraordinario se mezclan en una imagen.
El trabajo, con el que obtuvo el premio en la Bienal Indígena y la selección para ser acreedor a la beca “Roberto Villagraz” 2013 , que ofrece la Escuela de Fotografía y Centro de Imagen (EFTI) en Madrid España, tuvo una duración de cinco años, dividido en tres capítulos.
Pese a que las imágenes de Baldo parecen salidas de sueños, el proceso de creación se adapta a la realidad: tomar una fotografía de un lugar, inventar una historia, intervenir el espacio, iluminar, prueba, error y finalmente, capturar la foto construida en sus ideas.
Las tres etapas de “La casa del viento” tienen un escenario común: San Pedro Cajonos, pero con personajes diferentes: sus familiares en un primer momento, el mismo Baldomero en autorretratos y las personas de la comunidad.
“Los participantes de este proyecto tomaron con mucho agrado formar parte de la construcción de historias. Algunas veces ellos aportaban sus recuerdos y yo los iluminaba”, asegura.
En octubre de este año, el trabajo de Baldomero Robles fue elegido para estar presente en la 3ª Bienal de Fotografía Oaxaca, con la intervención “Instalaciones involuntarias”, que recrea las casas efímeras de “peregrinos” que piden milagros a la cruz de San Andrés Yaa, Sierra Norte de Oaxaca.
Y este diciembre su obra formará parte de la subasta de la galería Hydra en la Ciudad de México.
Mientras todo esto pasa, el artista visual sigue explorando su identidad y mezclándola con la ficción para recrear esas imágenes que tiene acumuladas en sus ojos, agolpadas de luz, pero sobre todo, de historias fantásticas.