Las plantaciones de uva extraen agua y saquean arena de los arroyos de los pueblos a su alrededor. Los bellos paisajes de los viñedos contrastan con la pobreza y descuido que viven quienes trabajan para los vitivinicultores.
ENSENADA, BC.— Una antigua aldea de refugiados rusos transformada hoy en una comunidad con aspiraciones a pueblo mágico padece desde hace años carencias urbanísticas a pesar de que en la actualidad se encuentra en medio de opulentas casas vitivinícolas que en tan solo dos décadas han convertido el Valle de Guadalupe de Baja California en una de las principales productoras de vinos de la república.
El pueblo de Francisco Zarco, cabecera municipal de la parte noroeste del vasto municipio de Ensenada, ha visto desde el inicio del milenio una explosión en la promoción, inversión y desarrollo. También ha observado cómo empresarios, inversionistas y políticos la han convertido en una de las mejores del país para la cocina gourmet.
En menos de 20 años se han establecido 108 vinícolas, vitivinícolas y restaurantes de alta cocina en un radio de 60,000 hectáreas beneficiadas por un clima tipo mediterráneo óptimo para el cultivo de la uva y la visita de miles de turistas comensales nacionales y de Estados Unidos, que también ha posicionado el valle en una seria competencia de Napa Valley de California.
“Pero nomás los vemos pasar por nuestra carretera de dos sentidos. Los turistas visitan los campos, gastan su dinero allá y de regreso usan nuestros malogrados servicios y causan numerosos accidentes por el consumo excesivo de vino”, dice Juan Kachirisky, miembro de la Asociación de la Ruta del Vino del Valle de Guadalupe.
“El beneficio al pueblo es muy limitado —agrega—. Nuestra extrema necesidad de agua potable se ha visto mermada por la sustracción de nuestros sobrexplotados mantos acuíferos, el saqueo de la arena de nuestro arroyo y la muy limitada atención de las autoridades en los servicios públicos básicos y vigilancia.
“Ya se nos viene encima el invierno y nuevamente tendremos problemas para llegar a nuestras casas por lo mal que se ponen las calles, con hoyos y lodazales”, lamenta.
En tiempos de lluvias, las calles del pueblo se llenan de lagunillas por la condición de tierra a pesar de que se nivelan en verano, cuando los residentes presionan a las autoridades para que envíen trascabos y motoconformadoras. El daño a las suspensiones de los automóviles es constante debido a este problema.
A un costado de la planta tratadora de aguas negras (ubicada dentro del pueblo) los pocos residentes sufren de alergias en la piel y en los pulmones, pues la contaminación brota a cielo abierto en plena calle. “Eso es un gravísimo problema ambiental que no han querido resolver”, dice Kachirisky.
Un contrastado panorama se registra en los caminos vecinales que existen en las casas vitivinícolas, pues si bien hay lodazales, la maquinaria para mantenimiento es de particulares y operan con presupuesto propio, así como el drenaje diseñado para reciclado debido a su relativo poco uso.
Guadalupe Cortés, presidenta de la Asociación Ciudadana y propietaria de una vinícola en Francisco Zarco, considera que la explosión de desarrollo en el Valle de Guadalupe fue enfocada desde un principio exclusivamente hacia las empresas del vino, a la comunidad vecina del Porvenir y no a la cabecera municipal, pues durante los tres últimos sexenios la compra de terrenos óptimos para el cultivo de la uva y de restaurantes gourmet se ha dado entre funcionarios y exfuncionarios encabezados por exgobernadores y socios cercanos.
Existe una gran necesidad para la población de 8,000 habitantes en el ramo de escuelas, centros sociales y culturales, de recreo, de prevención para mejora de salud que no es atendida a plenitud, dice. “Ni siquiera han considerado la posibilidad de crear una escuela que eduque y promueva el personal de servicio en la industria de la gastronomía a pesar de la enorme demanda que existe aquí”.
Francisco Zarco solo cuenta con la antigua carretera principal pavimentada de asfalto. Apenas la década pasada nivelaron la primera calle que conduce a la delegación municipal, pero quedó inconclusa.
Actualmente por gestión y presión de la asociación, las autoridades empezaron la pavimentación de una segunda calle cercana a una escuela, pero no la pueden terminar, pues no existe tubería para el drenaje ni el agua potable.
“Vemos la desproporción de atención del gobierno (en sus tres niveles) hacia las vinícolas y hacia el pueblo”, considera Kachirisky. “Observas que apenas se da la pavimentación minúscula de una calle en el pueblo y por otro lado está la pavimentación de cuatro kilómetros de longitud para acceso a cuatro viñedos con el pretexto de que atienden a indígenas de la región”.
Y, en efecto, durante el presente año el gobierno federal plantó un espectacular que anuncia la reconstrucción del camino hacia la comunidad de San Antonio Necua; sin embargo, la pavimentación pasa por cuatro vitivinícolas y el asfalto se suspende un kilómetro antes de llegar a la comunidad autóctona. Los realmente beneficiados son los viñedos L. A. Cetto, Doña Lupe, La Esperanza y La Bruma.
AÑOS DE ATRASO
Kilómetros al oeste, dentro de la misma delegación de Francisco Zarco, empieza la pavimentación de otra vialidad a la comunidad indígena de San José de la Zorra, pero no llegará hasta el caserío y solo beneficiará otros viñedos ajenos a la colectividad indígena.
“No sé qué tantos años o décadas tenemos de atraso en materia de servicios urbanos, pero son muchísimos, mientras que para los viñedos la atención es casi inmediata”, recalca el activista Kachirisky de ascendencia rusa y nativo de Francisco Zarco.
La Asociación de la Ruta del Vino del Valle de Guadalupe ha documentado que el crecimiento generado por la promoción de vinerías alrededor del pueblo crea problemas en cadena que generan crisis en los muy limitados servicios públicos a los que las autoridades simulan solucionarlos con falsa publicidad y engaños.
Ante esta actitud han organizado y ejecutado bloqueos, denuncias públicas, acusaciones y hasta cierres de válvulas de extracción de agua potable que era conducida hacia el puerto de Ensenada.
El Ayuntamiento de Ensenada reconoce que cuenta con un gran rezago presupuestal y urbanístico para Francisco Zarco, a pesar de que es un polo de desarrollo que se dio de manera vertiginosa en los últimos años.
“Esta administración heredó un rezago de parte de la anterior, pero se está atendiendo en lo posible”, dice el director de relaciones públicas del XXII Ayuntamiento de Ensenada, Luis David Lobo.
También reconoce que mucha de la atención ha sido hacia el vecino poblado de El Porvenir, zona donde se encuentra la mayoría de las casas vitivinícolas dado que existe una mejor organización de comités de vecinos y disponibilidad de ejidatarios a pesar de la tendencia paternalista.
Lobo informa que lo más próximo a resolver para la zona es la creación de un centro de transferencia para basura que será uno de dos en el municipio y que solucionará un excesivo gasto que genera el mantenimiento de equipo de recolección, ya que actualmente los desperdicios son recolectados en las diferentes delegaciones y enviadas al relleno sanitario ubicado a 40 kilómetros de distancia, cerca del poblado de Ojos Negros.
Pero tal centro de transferencia será construido no en Zarco, sino en el vecino El Porvenir.
Los endebles planes del ayuntamiento no parecen responder a los llamados inmediatos del Comité Ciudadano de Francisco Zarco, que se basan en la urgencia por tener infraestructura para agua potable, pavimentación y, sobre todo, vigilancia policiaca.
Guadalupe Cortés considera que por la escasa y raquítica atención que prestan las autoridades municipales o estatales a Francisco Zarco podrán afectar el proyecto mayor del Valle de Guadalupe y revertir el éxito, ya que, a mayor crecimiento e inversión, incrementa también la delincuencia. “Están matando a la gallina de los huevos de oro”, advierte.
Para la zona existen solo tres policías municipales que acarrean los vicios de poca supervisión como son corrupción, abuso y falta de prevención a los delitos.
La inexistente política de prevención para evitar accidentes automovilísticos por el consumo de alcohol ha ocasionado fatalidades en la zona que carece de equipamiento de rescate óptimo y de atención de urgencias a víctimas de conductores ebrios.
“Las vinerías no se responsabilizan de los consumidores. Ellos nomás venden el producto y hasta ahí. Los accidentes ocurren a menudo los fines de semana y en las épocas del año donde hay muchas visitas de consumidores”, comenta Kacherisky.
INSEGURIDAD Y CRIMEN
La asociación ciudadana de la ruta del vino a menudo pone énfasis en el problema de inseguridad que prevalece en la zona, pero es opacada por las promociones y publicidad que minimizan e ignoran la problemática.
La organización de ciudadanos ha exigido mejor atención, pues en los últimos meses se generaron multihomicidios relacionados con el crimen organizado y narcotráfico, el asalto a turistas que acuden por caminos vecinales a casas vinícolas y a secuestros de familias de comerciantes del pueblo Francisco Zarco.
Y la asociación considera que fue la afectación de clientes de vinerías la que de inmediato provocó el patrullaje por parte de policías federales y de soldados de la Secretaría de la Marina a la zona, pero lamenta que sea una escasa solución temporal.
Otras limitaciones como la falta de infraestructura para el agua potable, servicio continuo del líquido, pavimentación y tratamiento de aguas residuales son criticadas por los residentes. En septiembre, el presidente municipal Marco Antonio Novelo cortó listón en una obra de conducción de agua potable que residentes inmediatamente criticaron porque está limitada a un escaso tubo y un hidrante para un servicio que aún no existe.
Hay una planta tratadora de aguas residuales que opera solo a un mínimo porcentaje y el resto es vertido a la calle y es un constante foco de infección para los residentes y agricultores.
Han impedido y expulsado a empresas que extraen arena del Arroyo Guadalupe, pues a la vez afectan los mantos acuíferos en complicidad con autoridades locales. La asociación documentó un caso en que la policía municipal rehusó actuar contra choferes de camiones de constructoras particulares que extraían arena, a pesar de acuerdos con las autoridades para denunciarlos y detenerlos.
Como enorme logro, aunque limitado, los vecinos de Francisco Zarco pudieron aliviar la sed, ya que hasta 2016 recibían una mínima cantidad de agua a pesar de que existían 11 pozos que desviaban 360 litros por segundo hacia Ensenada. Hoy obtienen 37 litros por segundo que se entrega solo durante algunas horas al día.
“Esa es una de las más grandes afectaciones que hemos tenido de parte de las casas vinícolas. Mucha agua es usada para el riego de sus viñedos y la extracción de sus pozos es cada vez más profunda, lo que impide que llegue el líquido a nosotros”, manifiesta Kacherisky.
“No es amarillismo ni sensacionalismo. La gran mayoría de los visitantes pasan por aquí, llegan a las vinícolas y se van con la buena impresión que ahí causan, pero la realidad en que vivimos es otra y esa misma gente tiene que saberlo”, recalca el activista.
PUEBLO MÁGICO
Como opción a la atención de los problemas de servicios indispensables que padece Francisco Zarco se ha planteado la posibilidad de que lo consideren pueblo mágico y, así, tener acceso a presupuestos federales para mejoras urbanísticas que vayan a la par con las empresas vitivinícolas del Valle de Guadalupe.
Durante la pasada administración municipal de Gilberto Hirata Chico se hizo la petición formal que a la fecha no ha tenido respuesta de parte de la Secretaría de Turismo federal.
Sin embargo, para los líderes comunales de Francisco Zarco tal opción es considerada una lejana posibilidad para el mejoramiento del pueblo porque carece de una infraestructura urbanística que justifique el nombramiento de mágico.
La desatención a los servicios más básicos como agua potable y drenaje alejan aun la posibilidad, aunque el clima generado por la buena producción de vinos, la existencia de leyendas relacionadas con la creación de la aldea de parte de una comunidad religiosa rusa perseguida por sus creencias y la existencia de algunas ruinas de esa secta podrían valorar la atención.
El pueblo de Francisco Zarco se encuentra ubicado a unos 40 kilómetros al noroeste del puerto de Ensenada y la orden dominica registró haberse establecido en 1830 para explotar cultivo de la vid y la evangelización, pero a mediados de ese siglo fueron expulsados por las comunidades indígenas que ahí continúan.
A mediados del siglo pasado, tras el asalto a las tierras en el Valle de Mexicali por parte de campesinos mexicanos, se organizaron grupos de agricultores que actuaron contra terratenientes de Ensenada y la comunidad rusa en el Valle de Guadalupe. Desposeyeron a los líderes rusos establecidos y renombraron al pueblo como Francisco Zarco.
Existen aún vestigios de la destrucción de templos y escuelas en la zona. El redescubrimiento de parte de casas vitivinícolas se dio en la década de 1990, y a partir del año 2000 la promoción del vino bajacaliforniano cobró auge hasta posicionarse en primer lugar en el mercado nacional, muy por encima de Querétaro, según el gobierno de Baja California.
Desde hace meses, el gran letrero empolvado donde el gobierno de la república anuncia la pavimentación en diferentes zonas del pueblo, se erige como una promesa que nunca llega. Cimentado en la terracería, da cuenta de su propia contradicción.