El sistema financiero es una de las columnas más importantes para el desarrollo de un país. Desde la antigüedad, las naciones y las sociedades desarrollaron su comercio y sus actividades económicas gracias a que tuvieron el apoyo de lo que hoy se conoce como sistema financiero, intermediarios que lograron canalizar el ahorro con relativa seguridad a quienes lo necesitaban como crédito para crecer y desarrollarse.
La historia del sistema financiero en la historia moderna de México parece sacada de una novela en la que se incluyen nacionalizaciones bancarias, como la de 1982; privatizaciones del sistema, como la que se inició en 1989; quiebras sistémicas, como las que se sufrieron en 1994; ingreso de capitales extranjeros al sistema financiero mexicano y su consolidación hasta ahora cuando México tiene un sistema financiero moderno, eficiente, bien capitalizado que es pilar del desarrollo del país.
El sistema financiero mexicano es en efecto uno de los más sólidos del mundo. Los datos duros nos dicen que los bancos mexicanos tienen un índice de capitalización superior al 16 por ciento; que tiene una gran liquidez, con depósitos que representan cuando menos el 100 por ciento de la cartera de crédito y con acceso al financiamiento en los mercados y con una cartera de crédito cuya morosidad es menor al 2.5 por ciento, lo que indica que por cada peso prestado solo están atrasados en los pagos menos de 2.5 centavos.
Estos datos, la extensión geográfica de la cobertura bancaria, la variedad de servicios que se prestan, hacen del sistema financiero mexicano un verdadero apoyo para el desarrollo del país, el crecimiento de las empresas y el soporte para que las familias dispongan de créditos al consumo que les permitan mejorar su nivel de vida.
La crisis económica mexicana de 1982 marcó probablemente el nivel de crédito más bajo en la historia de México.
Sin embargo, luego de la reconformación del sistema financiero el crédito ha crecido exponencialmente. En los últimos años el otorgamiento de crédito ha crecido cinco veces lo que la economía y se calcula que para 2019 el crédito bancario será equivalente al 40 por ciento del producto interno bruto del país.
Hoy por hoy, el sistema financiero mexicano tiene una amplia red para proporcionar servicios.
Con datos a octubre de 2017 el sistema financiero tenía 12,692 sucursales en todo el país, estaban disponibles 48,647 cajeros y 127,219 personas trabajaban para dar atención al público.
El desarrollo de todas las actividades económicas necesita el crédito como palanca y en ese tenor la banca mexicana ofrece múltiples opciones para todos los sectores.
Por ejemplo, para la compra de vivienda, el sistema había otorgado créditos por 732,239 millones con saldos a finales del año pasado.
Para el sector privado, personas físicas y empresas el crédito otorgado por la banca ascendía a 3.8 billones a finales de 2017, cifra en la que destaca el financiamiento a las empresas manufactureras a las que la banca había prestado 523,628 millones de pesos; incluso, el agro es beneficiario del crédito bancario y le habían prestado 87,229 millones de pesos.
Las familias y las personas físicas también son apoyados por la banca. Los créditos al consumo otorgados hasta finales del año pasado ascendían a 928,155 millones de pesos de los cuales 361,794 se habían otorgado a través de tarjetas de crédito y sobresalía también el financiamiento para la compra de artículos de consumo duradero para los que la banca había otorgado créditos por 112,551 millones de pesos.
El crédito no es posible sin el ahorro. De hecho, el dinero que se presta en realidad es el que depositan las empresas y las personas en el sistema bancario.
A los ahorradores la banca les ofrece lo más importante para quien confía sus recursos al sistema, seguridad, seguridad de que el dinero estará ahí cuando lo necesite y, por ello, la política de crédito debe garantizar hasta donde sea posible que el crédito se recuperará.
Hay quienes critican a la banca por lo estricto de sus políticas crediticias. Sin embargo, la banca no presta el dinero de ella, sino que actúa como un intermediario entre quien ahorra y quien necesita crédito.
Y por ello debe asegurarse de que el dinero prestado regresará a la banca y a las manos de sus dueños cuando ellos lo requieran.
Los datos a diciembre del año pasado indican que los mexicanos tenían depositados en la banca, a través de muy diversos instrumentos, 6.1 billones de pesos.
Una preocupación de quienes solicitan crédito son las tasas de interés que van a pagar.
Las tasas de interés que cobran los bancos están relacionadas con la inflación del país, la solidez del Estado de derecho, la capacidad del sistema judicial de recuperar un crédito cuando alguien no paga, las garantías que ofrece quien recibe el crédito y, desde luego, los plazos a que dicho crédito se contrata.
Sin duda el crédito más caro es el de la tarjeta de crédito debido a que se trata, en realidad, de un crédito a la palaba. Una persona firma un contrato para recibir la tarjeta de crédito y luego de eso recibe dinero a través de un cajero o a través del cargo en la compra de un bien y un servicio. Y lo recibe de inmediato y sin firmar nada más que un váucher.
Hacia finales del año pasado, el promedio del sistema financiero mexicano cobraba una tasa de 34.9 por ciento anual en tarjeta de crédito, aunque hay que señalar que la tasa cambia según el tipo de tarjeta y por institución.
En créditos para automóviles, la tasa promedio del sistema se ubicaba a fines de 2017 en 12.9 por ciento, en tanto que el crédito sobre nómina que se ha vuelto tan popular tenía una tasa promedio de 20.5 por ciento.
México tiene un sistema financiero completo integrado por múltiples instituciones entre las que sobresale la banca; pero ahí están afianzadoras, arrendadoras, manejadoras de fondos de pensiones, aseguradoras y, desde luego, los mercados de dinero y capitales.
Los esfuerzos del sistema por captar más ahorro, por otorgar más crédito, por apoyar proyectos públicos y privados se observan todos los días, y gracias a ellos el país ha avanzado en infraestructura, muchas empresas han crecido y se han desarrollado y millones de mexicanos se benefician del crédito al consumo para sus necesidades diarias.
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El autor es periodista especializado en temas económicos y financieros.