Adrián Martínez inicia su día en Tijuana y el trabajo lo lleva a cruzar la frontera.
En San Diego, donde pasa la mayor parte del tiempo como conductor de Uber y Lyft, tiene claro su destino.
Pero en su vida hay una meta incierta: la universidad.
Estudió en México y Estados Unidos, habla español e inglés. Es ciudadano norteamericano y dejó truncos sus estudios.
“En realidad no pensé en qué quería establecerme, en qué quería ejercer. Todavía hasta hoy a veces la pienso. Puedo trabajar allá y vivir acá, pero creo que ahorita quiero hacerlo más por la experiencia. Simplemente por decir: fui a la universidad”, comenta.
Nació en Yuba, California hace 27 años. Creció en Tijuana donde cursó hasta los primeros dos semestres de preparatoria, y continuó en Estados Unidos donde llegó al Colegio, un grado antes de la Universidad.
Como él, hay miles de jóvenes que se desarrollan entre ambos países y sus escuelas.
Para esta región tienen un valor incalculable por ser binacionales, aunque esa oportunidad de desarrollo podría perderse por el impacto que la migración tiene en sus aspiraciones educativas.
El universo de los estudiantes binacionales es variado. Entre ellos están los nacidos en esta frontera, ya sea en California o en Baja California; los que se adaptan cuando llegan del sur de México; los que regresan de Estados Unidos y los que son deportados.
Particularmente los dos últimos grupos atrajeron la atención de investigadores, en épocas recientes.
Encontraron que en Tijuana hay estudiantes nacidos en Estados Unidos que no siempre ven necesario seguir una carrera profesional.
Su nacionalidad les da acceso a salarios como el de Adrián, que sin tener un título gana más que algunos profesionistas en México.
El salario mínimo de Estados Unidos, de entre 15 y 20 dólares la hora, es un alivio para una apretada economía familiar, especialmente en México por el tipo de cambio que hoy ronda los 17.50 pesos por dólar.
Aunque con ese sueldo muchos pueden resolver sus necesidades a corto plazo, el desinterés por estudiar afecta al desarrollo de la región porque se pierde capital humano.
Hoy la iniciativa privada resiente la falta de personal especializado en sectores clave para el crecimiento regional como el aeroespacial, de dispositivos médicos, tecnologías de la información o robótica.
Yara Amparo López es coordinadora del Programa Binacional de Educación Migrante (Probem), que hace más de una década trabaja con alumnos que cambian de escuela y de país.
Algunos escolares transitan de un país a otro más de una vez a lo largo de su educación formal.
Yara explica que algunos estudiantes binacionales pueden aislarse de sus compañeros, ser tímidos y participar poco en clase, o mostrar descontento y causar problemas en el salón.
El programa atiende a los estudiantes en el nivel básico de Baja California que comprende desde preescolar hasta secundaria. Conoce las necesidades de alumnos y docentes.
El programa informa a padres y alumnos, ayuda a inscribirlos y acerca apoyos educativos. También reúnen a profesores de ambos lados de la frontera para capacitación y que compartan experiencias.
La necesidad de ayudar a estos jóvenes binacionales en su formación educativa es evidente.
Su número creció casi durante una década por las deportaciones y la recesión económica, pero en 2017 ese aumento se detuvo. “No hay una explicación lógica”, dice Yara Amparo.
En el ciclo escolar que terminó a mediados del año pasado, tan solo Tijuana tuvo 31 mil estudiantes nacidos en el extranjero y el 98% venía de Estados Unidos.
“Estamos ahorita esperando qué va a suceder”, dice la coordinadora del Probem en referencia a la agresiva política migratoria del republicano Donald Trump.
Adelanta que este mes presentará con El Colegio de la Frontera Norte (El Colef), un estudio sobre mil estudiantes encuestados en Tijuana, Tecate y Playas de Rosarito, para conocer las barreras económicas y del uso del idioma que enfrentan los alumnos binacionales.
Otras instituciones académicas están prestando atención a jóvenes de preparatoria y tercero de secundaria en ambos lados de esta frontera.
Dicen que en México hay medio millón de jóvenes en edad escolar que nacieron en Estados Unidos, y en California hay 750 mil hijos de indocumentados mexicanos en riesgo de salir de aquel país.
Los datos son de la investigación: “Los estudiantes que compartimos en la frontera San Diego y Tijuana”, iniciada en 2016 con seis mil encuestas en salones de clase.
Fue elaborada por el Centro de Estudios México-Estados Unidos de la Universidad de California en San Diego (UCSD), la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), y El Colef.
Encontraron que 11% de los estudiantes entrevistados en México estuvo en Estados Unidos, y el 21% de los encuestados en San Diego tuvo estudios en este país.
“No estamos preparando a los jóvenes para tomar los trabajos que aquí hay”, afirma Melissa Floca, directora asociada del Centro de Estudios México-Estados Unidos.
La investigación binacional encontró que los estudiantes en San Diego con experiencia en Tijuana tienen menor nivel económico que el resto de sus compañeros. Por el contrario, los alumnos que vienen de Estados Unidos a Tijuana viven mejor que el resto de estudiantes.
Pero los dos grupos presentan mayor propensión que el resto de jóvenes a caer en depresión, y esto podría incidir en su éxito profesional.
“A pesar de su importancia para la economía binacional, estos estudiantes muestran menores aspiraciones educativas que sus compañeros sin experiencia migratoria”, reporta el estudio.
En el país del norte, el mayor obstáculo para ir a la universidad sigue siendo el costo. Adrián vivía con familiares y recibió apoyo gubernamental para sus estudios, pero sostenerse económicamente y pagar una carrera ya no era posible.
Para los jóvenes que no son nacidos en Estados Unidos como él, la situación es más complicada porque los costos pueden triplicarse para ellos.
Ese es el caso de Rito González Villaseñor, que llegó ilegalmente a Estados Unidos con sus padres cuando tenía unos tres años de edad.
Estudió hasta la preparatoria desanimado por el costo de una carrera profesional y porque como indocumentado no podría ejercer. Desde los 18 trabajó en la construcción, hasta que fue deportado, nueve años después.
Perdió la oportunidad de entrar al Programa de Acción Diferida para Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés).
“Estaba en el proceso, y aunque hubiera finalizado me quitan los papeles. Porque yo tengo una felonía”, dice. Fue deportado en 2016 por un problema de drogas que antes lo tuvo preso.
Estima que la mitad de sus amistades fueron beneficiadas con la protección a estudiantes en la administración de Barack Obama.
En los planes de Rito ya no está la universidad, sino aprovechar que es bilingüe para conseguir un buen trabajo. Como muchas personas deportadas trabaja en un centro de atención telefónica en Tijuana. Gana poco más de nueve mil pesos mensuales.
Hablar inglés y español es un atractivo de esta frontera que tantos promueven como una mega región. El problema es que los estudiantes que por su condición natural pueden ser el motor de desarrollo, no están siendo integrados.
“La magnitud del problema empequeñece los esfuerzos existentes en México y California para ayudar a los estudiantes binacionales”, consignan los investigadores.
El sector de los servicios está empleando al personal que habla ambos idiomas.
Los empresarios dicen que los técnicos se refugian en la manufactura y con todos los ingredientes aquí, tienen que recurrir a otros estados del país para atraer al personal que no encuentran.
Adriana Eguía Alaniz, directora de Desarrollo Económico e Industrial de Tijuana (Deitac), dice que vienen porque el salario es más alto que en el sur del país.
Atribuye la falta de personal calificado en la región a la transición de la manufactura y los servicios, a los avances tecnológicos.
“Era la concentración de industrias en las que nos encontrábamos. Nos habíamos enfocado en traernos mucha gente para lo que es la mano de obra pesada, la parte obrera de la manufactura”, menciona.
Según Deitac, las plazas especializadas pagan a un egresado entre 35 mil y 45 mil pesos mensuales, y la cifra aumenta según los conocimientos. Pero con poco personal disponible, el año pasado la rotación subió de 4% a 7%.
“Hay lo que le llaman literalmente ‘la robadera de gente’. Encuentran un talento que ya está dando resultados en una empresa y le hacen un ofrecimiento más alto”, apunta.
Ahora consideran a profesionistas de terceros países. Pueden ser de la India u otra región asiática, que esperan visa de trabajo para Estados Unidos.
Aunque tenga todo para hacerlo con los miles de estudiantes compartidos entre California y Baja California, por el momento ven esto como una solución.
En México la Ley Federal del Trabajo y las normas migratorias regulan la contratación de extranjeros. Por cada 10 empleados solo puede haber uno foráneo y los contratos son temporales. Por eso la iniciativa privada quiere cambios.
“El sistema no está listo para tener este tipo de personas. Por eso si existe un programa por parte de la I.P., por allí podríamos empezar a poderle probar al mercado que es necesario hacer algunos cambios que impliquen que el congreso y el senado lo voten”, destacó Adriana Eguía.
El Consejo de Desarrollo Económico de Tijuana (CDT), uno de los organismos que promueven la región binacional como una sola, no atendió las peticiones de entrevista para hablar sobre el tema.
Pero no todo está perdido para los jóvenes que tienen las capacidades que esta creciente región necesita.
En años recientes, el programa Probem con apoyo económico de organizaciones comunitarias de ambos lados de la frontera, invirtió tiempo y recursos para que los alumnos transnacionales que llegaron a Tijuana no pierdan el interés por el estudio.
La coordinadora de Investigación y Posgrado de la Facultad de Economía y Relaciones Internacionales de UABC, Ana Bárbara Mungaray, comenta que la investigación conjunta con UCSD detectó el mismo interés.
“Los que traen la aspiración, que son muchos, tienen aspiraciones muy altas. Esto es un poquito como ‘rompe corazones’, porque sabemos lo difícil que va a ser para ellos el camino”, dice Mungaray Moctezuma.
Yara López valora el estudio binacional como un avance.
“Hace visibles a los estudiantes, lo valioso para mí es esta parte. Lo que deberíamos a lo mejor de aterrizar de forma más directa es ¿qué vamos a hacer con esos resultados?, y ¿cómo vamos a formar a los docentes para que puedan dar respuesta?”, asienta.
Las autoras del estudio encabezado por UCSD recomiendan facilitar el acceso a los sistemas educativos a estos estudiantes, habilitar o reforzar su conocimiento del inglés y el español y capacitar a padres y maestros para atender las necesidades de los estudiantes transfronterizos.
Programas como Probem han trabajado previamente en esos aspectos, con alumnos de educación básica.
UCSD y UABC anunciaron un programa de seguimiento para los alumnos que participaron en la investigación.
Prometieron acceso a ese trabajo para documentarlo en este reportaje, pero después argumentaron que los padres no dieron su consentimiento para que este medio entrevistara a los menores.
En medio de las necesidades y los esfuerzos aislados están los alumnos que viven por encima de la frontera, pero esta parece unida más por cifras y discursos promocionales que por lazos humanos.
Hace un año la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), se reunió con autoridades e impulsores de la llamada mega región, y en comunicado de prensa, dijo que produce anualmente 230 mil millones de dólares.
“Sí actuamos como una mega región, aunque a veces hay mucha discusión si somos o no. Nuestros jóvenes sí son, realmente son muy parecidos en muchos sentidos”, asegura la directora de la Facultad de Economía en UABC.
Está claro que la riqueza regional no crecerá igual sin el activo que representan los estudiantes binacionales.