Hace más de 30 años, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) transformó las economías de México, Estados Unidos y Canadá al crear la región de compraventa más grande del mundo. Casi 20 años después, el Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) —la reedición del TLC— ha integrado como nunca al mercado norteamericano y ha abierto las puertas a nuevas industrias, empleos y modelos productivos como jamás se había visto.
Sin embargo, hemos atravesado una transformación similar en los meses recientes, pero sin un nuevo convenio de por medio. La dinámica actual entre los tres países participantes del T-MEC tiene poco que ver con lo que se vivió en los años 1990. En este nuevo rompecabezas global México se ha convertido en una de las piezas más valiosas, especialmente para Estados Unidos: fue su principal socio comercial en 2024, superando a Canadá, China, Alemania y Japón.
Las exportaciones mexicanas de bienes superaron los 588,000 millones de dólares en 2024, un incremento de 5 por ciento con respecto a 2023, y más de 84 por ciento de esas exportaciones se destinaron a Estados Unidos —no habíamos tenido una integración comercial tan profunda hasta ahora.
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Por otro lado, empresas de todo el mundo han estado buscando cómo acortar sus cadenas de suministro, asegurar la entrega de sus mercancías y reducir los costos logísticos con sus principales mercados posterior a la pandemia por covid-19. Todo esto se ha agudizado a pesar y, quizás en parte, por el contexto geopolítico complejo que hemos experimentado desde el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.
Con la reactivación de las políticas proteccionistas en Estados Unidos, incluida la considerable cantidad de nuevos aranceles, muchas empresas están apostando por México, no sólo por eficiencia, sino por certidumbre: producir cerca de uno de los mayores mercados comerciales del mundo significa menos exposición al riesgo. Esta evolución no ha sido coyuntural, sino estructural.
Hoy en día la competencia no está del otro lado del río Bravo, sino del otro lado del Pacífico: China y los países asiáticos. El nuevo motor del intercambio comercial se llama nearshoring (o relocalización) y considero que México está sabiendo aprovecharlo.
LAS VENTAJAS DE MÉXICO CON EL NUEVO TLC
Sumado a su geografía, México ofrece una serie de ventajas competitivas que explican por qué está volviéndose atractivo para las cadenas globales de suministro. El país cuenta con una red de tratados de libre comercio con más de 50 países, lo que facilita el acceso preferencial a distintos mercados y reduce barreras arancelarias. Sus costos laborales siguen siendo competitivos frente a otras economías emergentes, lo que permite a las empresas operar con eficiencia sin sacrificar calidad.
Además, me parece que su capital humano es uno de sus activos más subestimados: bastante técnico y especializado, preparado para insertarse en industrias de alto valor agregado, desde la automotriz hasta la electrónica, pasando por la agroindustrial y biotecnología.
Esa combinación de talento, acceso comercial y costos razonables ha convertido al país en una plataforma confiable para la manufactura, la logística regional y la distribución global. Son ventajas estratégicas que, en el contexto actual, México no debería de darse el lujo de desaprovechar.
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Aun así, este momento de evolución también implica responsabilidades. Para consolidar este rol estratégico, México necesita garantizar estabilidad jurídica, mejorar el estado de derecho y continuar simplificando el acceso a infraestructura y financiamiento, especialmente para las pequeñas y medianas empresas (pymes), que generan más de 52 por ciento de los ingresos de la economía nacional, y emplean a 21 millones de personas: más de 40 por ciento de la población ocupada del país.
Lo que está en juego es más que un ciclo económico, es la posibilidad de reescribir el papel de México en la economía global. Considero que no se trata únicamente de exportar más; se trata de convertirse en un socio confiable para el mundo: que cumple, que entrega a tiempo, que apuesta por la calidad y que construye cadenas de suministro más resilientes, eficientes y humanas —la buena noticia es que los fundamentos están puestos.
Por eso creo que no es exagerado decir que estamos viviendo un “nuevo TLC”, no escrito en papel ni refrendado en ceremonias diplomáticas, sino siendo sellado en las decisiones estratégicas de miles de empresas que, frente a un mundo incierto, están optando por México como su base productiva. Este “nuevo TLC” ya está ocurriendo.
Si sabemos aprovechar el momento, México no solo participará en esta evolución comercial, sino que tiene todo el potencial para liderarla. N
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Martín Pustilnick es CEO de Mundi. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.