Frente a un mundo en donde resurgen ideas extremistas y conservadoras, Silvia Pasternac reconsidera el alcance actual de Manci, su primera novela, protagonizada por una mujer histriónica e inteligente, inmoral a ratos y que se vale de su ingenio para sobrevivir a etapas históricas llenas de oscuridad y agitación que la autora creía irrepetibles.
La realidad la contrarió, cuenta la escritora argentina: “Yo pensé, cuando la escribí, que ningún aspecto de Manci resonaba con la actualidad. Pero pienso, por un lado, que las conexiones más obvias son la violencia y las guerras que están ocurriendo en el mundo ahora. Y ciertos gobiernos. Pienso específicamente en Trump, por ejemplo, que a mí me hace pensar en [Nicolae] Ceausescu y en todos esos grandes dictadores, supuestamente presidentes, pero que se quedaron años en el poder”.
Manci (editorial Lumen) cuenta la historia de una mujer nacida en Transilvania durante la Primera Guerra Mundial, que vive en carne propia los grandes acontecimientos del siglo XX —desde la Segunda Guerra Mundial hasta la caída del Muro de Berlín— y enfrenta situaciones extremas como la pobreza, el exilio, el antisemitismo y el desamor.
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Basada en la figura de una tía abuela de la autora, Manci se presenta como un personaje rebelde y tenaz, capaz de reconstruirse una y otra vez ante la adversidad. Su determinación por seguir adelante la convierte en un emblema de resistencia y en una figura poderosa de la fortaleza femenina.
En términos históricos y sociales, la violencia es sin duda el paralelismo más alarmante y desalentador. Pero en detalles más íntimos y relacionados con los personajes, la autora destaca un rasgo de la protagonista al que vale la pena considerar.
“Yo siento que Manci tendría que ser una maestra para nosotros en una cosa. Y es que ella se quería mucho a sí misma y así sobrevivió, como pasando por encima a veces, siendo prioridad. Me parece que esa puede ser la forma de pensarlo. Y lo que pasa es que, a nosotros, no solo a las mujeres, pero más a las mujeres, nos educan para cuidar, para estar ahí”.
Incluso aquellas mujeres que, como Silvia Pasternac, se han liberado y han abandonado ese molde, fueron criadas para cocinar y actuar para mantener, ayudar y proteger a alguien. Para la autora, esto no es algo intrínsecamente negativo, pues los ciudadanos también poseen un costado muy hermoso y valioso en el mundo.

“TENEMOS QUE PENSAR UN POCO MÁS EN CADA UNO DE NOSOTROS”
“En última instancia, si tengo que escoger entre hacer guerras o cuidar niños, prefiero cuidar niños, mil veces. Entonces tampoco me voy a convertir en una militar, pero sí creo que tenemos que pensar un poco más en cada uno de nosotros y hacer lo necesario para no dejar que nos pasen por encima. Yo creo que es lo que más me suena a mí de Manci para esta época”.
Y resuena de tal manera, detalla la autora, porque vivimos en una época en la que la dignidad se exige y pelea cada vez más. Pasternac resalta ese ánimo actual en el que, tanto mujeres como hombres, manifiestan el deseo de vivir seguros, alegres y felices. En esta línea, la autora reflexiona sobre el egoísmo como una manera de liberarse de los moldes y la opresión.
“Yo creo que hay que ser egoísta en las cosas pequeñas, en las necesidades que tenemos. Ser lo suficientemente egoísta para tener un rato para ti misma, para seguir tu vocación sin importar lo que se esperaba de ti, para hacer un berrinche y decir no. No ser egoísta hasta el punto de simplemente encerrarte en tu concha y ya no mirar al mundo”.
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De vuelta a la naturaleza de Manci, Pasternac detalla que el personaje está inspirado en su tía abuela, llamada Margareta, de quien había escuchado un par de cuentos que la dejaron muy impresionada y que le picaron la curiosidad lo suficiente para visitar Transilvania, el lugar de origen tanto de la Manci de carne y hueso, como de la protagonista.
“Pasaron muchos años, porque yo escribo cine y no sabía mucho qué hacer con esta historia. Traté de adaptarla a una película que ocurriera en los Altos de Jalisco, en la época de los cristeros, pero no se dejó y pues hubo un momento durante la pandemia, al que tengo que agradecer que me quedé sin hacer nada, encerrada en mi casa, y decidí que lo hiciera como lo hiciera, iba a escribir la historia”.
A pesar de que la autora ya había investigado muchas cosas sobre el entorno, la zona, el contexto histórico, las guerras y los detalles que rodean a la protagonista, detalla que, para ese momento de arranque, de Manci no sabía nada. Así, comenzó a escribir y resultó muy divertido, como tener un tablero de serpientes y escaleras en el que se le permitió inventar con qué piezas quería jugar.
SILVIA PASTERNAC Y LOS DESAFÍOS FRENTE AL PAPEL
“Llegué muy lejos imaginándome a esa mujer y usé mis propias experiencias y los recuerdos de mi entorno, porque había que inventar un personaje que correspondiera con lo que yo sabía. Y Manci es una mujer que, sin darse cuenta, fue libre durante todo el tiempo que vivió. No sé si mi parienta real, no sé mi tía Manci era así de libre, pero como la manipulé yo, digamos, siento que es una mujer que fue libre, que vivió a su aire, que no se dejó detener en su moverse por el mundo prácticamente por nada”.
Al escribir cine, Silvia Pasternac contaba con una escaleta de la novela, lo que le permitió conocer toda la historia antes de empezar a escribir y gracias a la cual se lanzó a escribir con mucha soltura. Sin embargo, hay un momento en la historia, que fue difícil de escribir: el juicio popular en Cluj a los colaboradores de los nazis, uno de los dos Tribunales Populares Rumanos que el lector atraviesa en la historia.
En medio de su investigación, la autora se enfrentó a la transcripción de ese juicio y se apoyó en la función de traducción de Google, pues los originales estaban escritos en húngaro, lo que complicó la interpretación.
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“Todo el tiempo había que descifrar, pero era tan espeluznante lo que contaban las víctimas y los fiscales y lo que iba saliendo, que lo dejé aparte. Seguí con lo demás. Yo a mis alumnos, porque tengo un taller de largometraje en la escuela de cine, y siempre les digo que cuando encuentren un bache, cuando tengan un hueco en donde se atoran, que no se dejen atorar por eso, que brinquen ese bache, lo dejen marcado y se sigan caminando por donde sí saben. Y eso es exactamente lo que hice”.
Según detalla Silvia Pasternac, fueron muchos días de empezar a escribir y detenerse con una sensación de impotencia; días de frenar y decir: no puedo. Este momento concreto en la vida de Manci es tal vez el más crudo y sangriento de toda la historia y fue escrito al final, cuando llenar ese hueco en la obra era inevitable.
La complejidad y rigor de ese fragmento contrasta con las otras vidas de Manci, las otras partes del libro llenas de anécdotas familiares, amores y travesuras, con las que la autora espera que, quien tenga en las manos la historia, se divierta tanto leyéndolo como ella se divirtió escribiendo.
“Creo que lo que más me gustaría que se sintiera es que la vida es hermosa y realmente vale la pena protegerla. Protegerse uno y proteger a tu entorno y respetar la vida a como dé lugar, pero no como un precepto vacío, sino que de verdad encontremos ese camino sensacional. Manci hizo que su vida fuera sensacional siempre, que fuera como ella realmente quería. Siempre a su aire. Siento que esa es la enseñanza. Tenemos que ser un poco libres en nuestra manera de enfocar la vida, sin atropellar a nadie”, concluye la autora. N