Las noticias recientes de lo que acontece en Estados Unidos con relación al estilo de gobernar de Donald Trump, lo mismo que las acciones de Recep Tayyip Erdogan en Turquía, así como las políticas de Nayib Bukele en El Salvador, las iniciativas de la llamada cuarta transformación (4T) en México iniciadas por Andrés Manuel López y continuadas en la administración de Claudia Sheinbaum y muchas otras acciones emprendidas por los gobiernos de un importante número de países ponen en el centro de la reflexión una profunda interrogante: ¿qué está pasando con la democracia en nuestros días?
La democracia, entendida como ese sistema político en el que, teóricamente, el poder reside en el pueblo, se convirtió en el ideal de organización política-social en los últimos tiempos. De hecho, desde la disolución de la Unión Soviética y las subsecuentes transiciones democráticas en un buen número de países de lo que fue el bloque comunista y su zona de influencia, el modelo liberal democrático y de mercado se erigió triunfante, o al menos así parecía al cierre del siglo XX y la primera década del siglo actual. No obstante, hoy parece ir a la deriva.
El ideal del modelo democrático postula como bases fundamentales que quienes detenten el poder en los países deben ser elegidos a través de procesos abiertos, representativos y plurales. Además, este sistema se basa en la igualdad de derechos y el respeto a las libertades fundamentales como son la libertad de expresión, de reunión y de libre asociación, así como el respeto a las minorías y la protección de los derechos humanos que, al lado de la participación ciudadana en los procesos electorales, a través de su derecho a votar y ser votados en elecciones libres y justas, complementan el modelo.
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La democracia también considera la separación de poderes como otro elemento sine qua non, pues esta garantiza el equilibrio entre los distintos órganos del estado (legislativo, ejecutivo y judicial), de tal manera que se evite la concentración del poder en una sola instancia, lo cual se acompaña de esquemas de rendición de cuentas y de transparencia. Todo ello se basa y garantiza a través de un sólido estado de derecho en el que las leyes deben de aplicarse y respetarse por y para todos de manera justa e imparcial.
En los últimos años se observa un progresivo deterioro en la calidad y salud de la democracia tal y como se muestra en distintos índices, entre los que destacan el de la Unidad de Inteligencia de The Economist (EIU por sus siglas en inglés), que clasifica a los países en cuatro categorías: democracias plenas, democracias deficientes, regímenes híbridos y regímenes autoritarios.
Otro es el Global State of Democracy (GSoD), el cual evalúa aspectos como la representación política, los derechos humanos y políticos y el funcionamiento de los poderes del Estado. Si bien solo mencionamos estos índices, hay muchos más, y todos coinciden en una serie de elementos comunes que nos permiten reconocer la calidad de la democracia en los distintos países.
LA DEMOCRACIA ESTÁ EN DECLIVE EN VARIOS PAÍSES
Resulta preocupante observar cómo este ideal democrático cada vez se materializa menos en la práctica. Por el contrario, somos testigos de un retroceso continuo de la calidad de la democracia en todos los continentes tal y como lo refiere el EIU en su último reporte sobre el estado de la democracia en el mundo 2024.
En su reporte, el EIU clasifica a solo 25 países como democracias plenas, principalmente en Europa, con 17, y algunos en Asia y Oceanía. Destaca que de América solo tres se ubican en este rubro: Canadá, Uruguay y Costa Rica.
En el nivel de democracias deficientes ubica a 46 Estados, entre los que se encuentran, Estados Unidos, Francia, Polonia, Brasil, Argentina e India.
En la lista de países clasificados como regímenes híbridos, que combinan algunos elementos democráticos con otros autoritarios, encontramos a México, Perú, países de África oriental y de Oriente Medio, como Turquía. A estos se suman un gran número de Estados, catálogos como autoritarios entre los que destacan China, Rusia, la mayoría de los países de Oriente Medio y del norte de África.
La tentación autoritaria avanza paulatinamente no solamente en los regímenes híbridos que parecen decantarse más hacia el autoritarismo, sino también en las democracias deficientes, donde la emergencia de líderes carismáticos con tendencias autoritarias va en aumento.
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Estas tendencias avanzan lo mismo en Estados que se consideraban férreos defensores de la democracia, como Estados Unidos, que en otros como México, donde después de varias décadas de estar bajo el control de un partido dominante se logró la alternancia en el año 2000 y, con ello, una serie de transiciones democráticas que hoy están prácticamente extintas.
También Polonia y Hungría se suman a esta deriva autoritaria luego de haber salido del yugo comunista. Y qué decir de Turquía, que ha hecho de la eliminación de cualquier posible candidato que pretenda llegar a la presidencia una práctica continua.
Estos y otros Estados avanzan en caminos cada vez más autoritarios con prácticas como el control de las elecciones, el encarcelamiento de oponentes políticos, gobernar por decreto, acallar a la prensa crítica, eliminar órganos autónomos y de transparencia, desarticular los pesos y contrapesos del poder e, incluso, violar las leyes de manera sistemática y de facto eliminar la división de poderes.
Ante estas formas de hacer política bien vale la pena preguntarnos si la democracia se agota como forma de organización política y social. N
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Luz Araceli González Uresti es profesora investigadora de Relaciones Internacionales de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tec de Monterrey. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.