En marzo de 2025, Estados Unidos tomó la decisión sin precedentes de suspender el suministro de agua del río Colorado a Tijuana, argumentando que México no ha cumplido con sus obligaciones establecidas en el Tratado de Aguas de 1944. Este tratado, firmado el 3 de febrero de 1944, establece la distribución de las aguas de los ríos Colorado, Tijuana y Bravo entre ambos países. Según el acuerdo, Estados Unidos se compromete a entregar a México 1,850 millones de metros cúbicos de agua anuales del río Colorado, mientras que México debe proporcionar 431.7 millones de metros cúbicos del río Bravo en ciclos de cinco años, de acuerdo con lo publicado en el sitio web de El País en su versión mexicana.
La administración estadounidense, respaldada por autoridades de Texas, sostiene que el déficit de agua ha afectado gravemente la agricultura en ese estado. El senador Ted Cruz señaló que los agricultores texanos están en crisis debido al incumplimiento de México, y aseguró que presionarán para que se cumpla el tratado y se garantice el acceso al agua en su región. Este posicionamiento fue documentado también por El País.
Sheinbaum dice que ya se están tomando medidas para atender el problema del suministro de agua
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha declarado que ya se están tomando medidas para atender el problema del suministro de agua, con la intervención de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y la Comisión Internacional de Límites y Aguas (CILA), organismos encargados de mediar este tipo de controversias hídricas binacionales.
Esta decisión de Estados Unidos se enmarca en una crisis mayor que involucra no solo a Baja California, sino también a California, donde numerosas empresas dependen de las cadenas de suministro y servicios localizados en Tijuana. Al dejar sin agua a Tijuana, también se limita indirectamente la capacidad operativa de estas empresas estadounidenses que aprovechan las ventajas logísticas y fiscales de la zona fronteriza. Una interrupción en los procesos de producción o en los servicios industriales puede tener efectos colaterales que repercutan en el sur de California, especialmente en sectores como el automotriz, el tecnológico y el médico.
Exige una revisión urgente del sistema de distribución
Además, la situación hídrica de la región es frágil desde hace años. El diario The Guardian en su versión en línea ha señalado que la sequía prolongada ha reducido drásticamente los niveles de los lagos Mead y Powell, principales reservorios del río Colorado. Esta disminución impacta directamente en el flujo de agua disponible para ambas naciones, lo que exige una revisión urgente del sistema de distribución pactado en la década de los cuarenta, cuando la población y las necesidades hídricas eran muy distintas a las actuales.
Autores como Peter Gleick, especialista en seguridad hídrica, han advertido desde hace años que las disputas por el agua se intensificarán a medida que se agrave el cambio climático. Gleick ha señalado que el agua se está convirtiendo en un recurso geopolítico estratégico, y que las tensiones en la frontera México-Estados Unidos pueden ser un ejemplo claro de cómo la falta de previsión, cooperación y gestión sostenible puede derivar en crisis diplomáticas y sociales.
Economias entrelazadas
Por su parte, el historiador Peter Burke ha hablado sobre el “hibridismo estructural” en contextos globales, y aunque se ha referido principalmente a temas culturales, el concepto resulta útil para entender la manera en que las economías de ambos lados de la frontera están profundamente entrelazadas. Dejar a Tijuana sin agua no solo es una sanción política, sino también una autolesión económica para California.
Los efectos ya comienzan a hacerse visibles. En medios locales como El Imparcial y El Sol de Tijuana se han reportado alertas por disminución de presión en las colonias de Tijuana, posibles cortes escalonados y preocupación entre los sectores industriales que requieren un uso intensivo del agua. Aunque el gobierno estatal ha asegurado que se están aplicando estrategias para mitigar los efectos de la suspensión, las medidas a mediano plazo siguen siendo inciertas.
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El conflicto entre ambas naciones por el agua del río Colorado revela la necesidad de replantear la gestión binacional de los recursos naturales. México debe asumir su parte del acuerdo, pero Estados Unidos también debe actuar con responsabilidad, entendiendo que las consecuencias de una suspensión total no se limitan a una represalia diplomática, sino que afectan el delicado equilibrio económico, social y ambiental de toda la frontera.
Si la región fronteriza ha funcionado históricamente como una zona de interdependencia, cooperación económica y crecimiento binacional, es urgente que ambos países actúen con visión de largo plazo y espíritu colaborativo. La gestión del agua ya no puede depender únicamente de tratados firmados hace más de 80 años, sino de un marco moderno que considere la realidad climática, la presión demográfica y la profunda conexión económica que existe entre Baja California y California. Negarse a compartir el agua es también negarse a sostener la prosperidad que por décadas ha surgido entre ambos lados del muro. N