Hoy prácticamente nadie habla de la llamada Primavera Árabe, ocurrida entre 2010 y el 2012, que derribó a toda una serie de regímenes autoritarios en Oriente Medio. La caída de Hosni Mubarak, en Egipto; de Muamar al Gadafi, en Libia; Ben Ali, en Túnez, y Ali Saleh, en Yemen, conmocionó al mundo y las voces se multiplicaron para anunciar la democratización de Oriente Medio y el advenimiento de la tan añorada paz en la región.
En el contexto de la llamada Primavera Árabe, algunos analistas se preguntaron por qué esta no se había extendido a Siria, donde Bashar al Assad se mantuvo en el poder y prolongó por más de una década el control de un Estado autoritario, fundado al menos 50 años atrás por su padre, Hafez al Assad; no obstante, el país se vio sumergido en una cruenta y prolongada guerra civil.
El apoyo aéreo de Rusia y logístico de Irán fueron decisivos en aquellos momentos, no obstante, hoy esos apoyos se vieron disminuidos y consecuentemente la caída del régimen de la dinastía Al Assad en Siria fue inevitable.
El derrocamiento de los regímenes autoritarios impulsados por la Primavera Árabe finalmente alcanzaron a Siria, aliado fundamental de Rusia en la región, así como puente clave de Irán para el suministro de armas y equipo al Hezbolá en el Líbano. Hoy esa geopolítica, se ha desquebrajado.
¿Y LOS ALIADOS DE BASHAR AL ASSAD EN SIRIA?
La pregunta que surge es: ¿qué pasó con los aliados tradicionales de Siria? Rusia, enfrascada en la guerra de Ucrania, ha tenido que reenfocar sus prioridades, por lo que sus capacidades de apoyo al régimen de Damasco tuvieron que limitarse.
Por su parte, Irán tuvo que reducir la participación de sus milicias en Siria de apoyo al régimen de Al Assad como consecuencia del recrudecimiento de las tensiones frente a Israel. Baste recordar los intercambios de misiles entre ambas partes en fechas recientes y las acusaciones mutuas y amenazas recíprocas. Así, el principal aliado que mantuvo en el poder a Al Assad durante toda la Primavera Árabe, igual que Rusia, tuvo que reenfocar sus capacidades.
En este escenario, particular relevancia ha adquirido Turquía, ya que, durante esa prolongada guerra civil en Siria, apoyó la creación de una zona (en Idlib) en el noroeste del país, en la que los rebeldes que luchaban contra el gobierno de Damasco estuvieron protegidos bajo su tutela.
Además, financió, armó y entrenó a los rebeldes para conformar un verdadero ejército disciplinado y bien equipado que ahora derrocó al dictador sirio. Nos referimos al Hayat Tahrir al Sham (HTS), organización identificada como terrorista por un buen número de países occidentales constituida a partir de una rama del Al Qaeda y que hoy, finalmente, dirige los destinos de Siria.
Esto significa una victoria estratégica para Turquía en Oriente Medio, ya que logró romper el eje proiraní y consolidar su posición en la región como un actor fundamental que incidirá fuertemente en la geopolítica regional.
¿CÓMO REACCIONARÁ TRUMP FRENTE AL HTS?
Múltiples incógnitas se presentan en la actualidad de cara al futuro en la región. Por una parte, inquieta la actitud que tomará el nuevo gobierno de Damasco, en particular frente a Israel dada su orientación fundamentalista islámica, así como su postura ante la presencia rusa en la base marítima de Tartus, que le permite a Vladimir Putin ejercer maniobras militares en el Mediterráneo.
Otra incógnita va a ser la actitud que tomará el HTS frente al movimiento kurdo que desde los últimos años de la Primavera Árabe ha consolidado un protoestado en el norte de Siria. El Rojava, como un Estado autónomo kurdo en Siria, es una preocupación de Turquía, que se opone a dicho Estado.
De esta manera el recién llegado régimen sirio deberá decidir entre la estabilidad política entre los grupos sirios aceptando la existencia de la zona autónoma kurda, o “pagarle” a Turquía los apoyos recibidos eliminando la autonomía de Rojava, lo que seguramente implicaría nuevos enfrentamientos al interior del ya desgastado Estado sirio. Una nueva guerra Civil en perspectiva…
En este nuevo escenario geopolítico que se gesta, los dados aún tendrán una nueva jugada cuando Donald Trump llegue al poder, el próximo 20 de enero, y defina con claridad su posición frente a la región. N
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Luz Araceli González Uresti es profesora investigadora de Relaciones Internacionales de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tec de Monterrey. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.