A los 17 años, Martha García Juárez se casó con un pescador; ella provenía de una familia que no se dedicó a la pesca, por lo que con su esposo tuvo sus primeros acercamientos a la actividad marítima. Hoy es parte del grupo Las Guardianas del Conchalito.
Aunque en algunas ocasiones acompañaba a su pareja a pescar nunca se imaginó que décadas más tarde sería la lideresa de un grupo de 12 mujeres nombradas Las Guardianas del Conchalito, una laguna que durante años se mantuvo en pésimas condiciones medioambientales y que gracias a los cuidados de este grupo de mujeres hoy se ha recuperado.
Dedicadas al cultivo y comercialización de almeja, ostión y callo de hacha, estas mujeres actualmente, ya posicionadas en el oficio, continúan siendo víctimas de ataques por parte de personas que consideran que la actividad es solamente para los hombres.
Martha, de 44 años, confiesa que siempre pensó que su trabajo sería dedicarse a cuidar a sus hijos y a su esposo; empero, cuando se le presentó la oportunidad de ser ella quien se dedicara a trabajar en el mar aceptó luchar por un lugar de manera inmediata.
Para que este grupo de mujeres hoy tenga un trabajo comunitario viable y reflejado en el exitoso cultivo de mariscos y venta de estos en una pesquería de su propiedad tuvieron que padecer adversidades tales como años de despojos, atropellos y una lucha constante contra inmobiliarias que pretendían comprar sus terrenos.
ANTES Y DESPUÉS EN LA HISTORIA DE MARTHA Y LAS GUARDIANAS
“Tenemos una concesión para dedicarnos a la actividad pesquera y a la comercialización, pero la lucha no termina, a diario tan solo por ser mujeres nos enfrentamos al machismo e intentos de arrebatarnos nuestras propiedades porque nuestros terrenos están dentro de la ciudad y a diez minutos del malecón, una zona altamente turística”, explica Martha García en entrevista con Newsweek en Español.
Los padres de Martha migraron de Oaxaca a La Paz a inicios de 1970 y posteriormente ella nació en aquella región marítima. Desde pequeña, narra, se crio en medio del mar, de los barcos pesqueros y las especies marinas.
“Nuestro hogar estaba a dos cuadras del mar, por ello todos los niños de la zona nos juntábamos para ir a pescar y nadar, pero a los 17 años comenzó mi vida aún más cerca del mar al casarme con un joven dedicado a la pesca. Recuerdo que siempre me subía con él a la panga, nos íbamos a campos pesqueros, incluso cuando mi primera hija estaba muy pequeña la llevaba conmigo porque si alguna autoridad nos detenía al no tener permiso para pescar no se podían llevar a mi esposo detenido porque iban su esposa e hija pequeña”, narra Martha.
Como ella, muchas mujeres de su comunidad cumplían con la función de acompañar a sus esposos y protegerlos de una eventual detención que no era una negligencia, explica, sino que de manera generalizada se desconocían los procesos para tramitar un permiso de pesca por desinformación por parte de las mismas dependencias.
LA VICTORIA DE LAS GUARDIANAS
Con el tiempo y la creación de conciencia sobre la realidad marina y la extinción de especies, su comunidad, pero sobre todo las mujeres, comenzaron a preservar y restaurar la región. Han pasado 15 años de ello y, dice Martha, aún no tienen la receta exacta para continuar restaurando esa región marítima y sus alrededores, pero han comprendido que no se puede vivir de la pesca y el mar sin devolverle los cuidados necesarios.
Ahora, constituidas como Las Guardianas, han tenido logros como la restauración de manglares, de canales, obtuvieron permisos para la actividad pesquera, tienen una concesión de 2,048 hectáreas para el cultivo de mariscos, trabajan y viven del mar. Sin embargo, Martha es contundente al externar que ser mujeres en este oficio les ha costado sufrimientos.
La victoria es la restauración del estero El Conchalito, el cual consiguieron como grupo y que ahora está convertido en “un lugar precioso que cuidamos con bitácoras de vigilancia para que nunca más sea un espacio perdido donde nadie quiera trabajar”.
Hoy estás 12 mujeres están en espera de la entrega de cinco hectáreas más dentro de la zona para continuar con el cultivo de ostión y su posterior comercialización. “Todo ello también incluye dejar una huella de aprendizaje a otras comunidades de que sí se puede tener un medioambiente sano y, al mismo tiempo, obtener ganancias de nuestro trabajo dentro de este”.
LAS HUMILLACIONES A LAS MUJERES QUE PERTENECEN A LA ACTIVIDAD PESQUERA NUNCA SE DETIENEN
Era 2017 cuando Las Guardianas iniciaron este largo y sinuoso camino para ganarse un espacio en la actividad pesquera. En aquel momento había 104 hombres habilitados para ejercer el oficio y espacio solamente para cinco mujeres, recuerda Martha.
Pese a la insistencia del grupo de Las Guardianas, los hombres solo les dieron esos cinco espacios, que tomaron y esos cinco sueldos fueron divididos entre las 14 del grupo que en ese entonces lo conformaban. Así se dividieron también los sueldos y el trabajo entre 14.
Los hombres, lejos de apoyarlas, las cuestionaban y se burlaban de ellas. Martha recuerda que les preguntaban: “¿Cómo vas a vigilar?”, “Tienes que estar en la panga en la madrugada”, “Y cuando quieras ir al baño ¿cómo le vas hacer?”.
Otros ataques también incluían cuestionamientos como “Son mujeres, ¿cómo le van a hacer para no morderse entre ustedes como víboras?”, “Tu marido ya trabaja, ya tienes una bolsa llena de dinero, ¿para qué quieres otra?”.
Martha García recuerda que cuando a esa región llegó iAlumbra, un colectivo de organizaciones que cataliza modelos para el crecimiento económico que restauran el medioambiente, benefician a la comunidad e impulsan la salud y la prosperidad, hubo mayor claridad y apoyo, al grado de que los hombres dejaron de burlarse y cuestionar su trabajo.
El colectivo reunió a mujeres y hombres y antes de proponerles apoyarlos en sus proyectos impartió pláticas sobre la equidad de género en el mar, feminismo y comunidades colaborativas.
“Entendimos que nuestros compañeros querían lo mismo que nosotras, pero nos estábamos confrontando entre nosotros. A partir de aquellas capacitaciones aprendimos a trabajar en conjunto”, explica Martha.
LAS NUEVAS GENERACIONES SIGUEN EN LA PESQUERÍA
No obstante, la violencia contra las mujeres dedicadas a la pesca continúa. “Para el sector pesquero es muy difícil ver a una mujer coordinar proyectos. Muchos siguen sin estar preparados y por la incidencia que tenemos nos han llegado a cortar líneas de cultivo de ostión. Lloramos, nos enojamos y nos volvemos a levantar porque pasar por esto es luchar para que las próximas generaciones de mujeres dedicadas al mar no lo padezcan”, dice Martha García.
Ella, con alegría y emoción, cuenta que ahora las mujeres jóvenes, hijas de Las Guardianas, no solo decidieron tomar al mar como su principal oficio, también se preparan académicamente para aportar mayor conocimiento científico.
Algunas jóvenes estudiaron biología marina, acuacultura, ingeniería pesquera e incluso sistemas computacionales para introducir la tecnología al cuidado del mar y, puntualmente, en el estero El Conchalito. Todo ello impulsado por el trabajo y la lucha de sus madres.
Antes, recuerda Martha, sus padres no querían que su generación trabajara en el mar porque les decían que no iba a poder sobrevivir. Sin embargo, hoy su hija es bióloga marina y su hijo, biólogo acuacultor, ambos colaboradores en la restauración de manglares y vigilancia del estero de donde surgen mariscos como los ostiones y almejas que posteriormente llegan a los restaurantes turísticos de la zona.
Uber Enrique Méndez Camacho es un pescador de 53 años que toda su vida ha estado dedicado al mar. En entrevista con Newsweek en Español y con algunas lágrimas en el rostro dice estar orgulloso de Las Guardianas del Conchalito, pero, sobre todo, de su hija, quien se graduó de la ingeniería en pesquería y hoy también posee un doctorado en la misma rama.
EL MAR ES LA VIDA DE LAS GUARDIANAS
El hombre recuerda la anécdota de cuando su hija le pidió que la ayudara con algunas tareas de la universidad. Uber Enrique hace una pausa, se le corta la voz, contiene el llanto, y explica que él “tenía un lenguaje de pescador y ella transformó mis palabras en explicaciones más claras y salieron muy bien sus trabajos. Nunca pensé que podía ayudarle a mi hija con una tarea de universidad. Hoy ella ya está colaborando con los pescadores y hombres y mujeres hacemos caso de lo que nos enseña”.
Martha reflexiona sobre el impulso que las mujeres han tenido en la actividad pesquera de La Paz, Baja California, y diagnostica que la tradición del oficio se afianza con el conocimiento de los jóvenes.
“El mar para mí es mi vida. No podría vivir lejos de él, seguiré en el mismo oficio hasta que no pueda más. Somos privilegiados porque tenemos lo que muchos no: un amanecer espectacular, un atardecer maravilloso, comida en abundancia, es decir, pescados, almejas gigantes, ostiones frescos y mucho mar”, concluye. N