El Museo Mural Diego Rivera forma parte de las Red de los 18 museos del INBAL. Fue
creado expresamente para albergar el mural” Sueño de una tarde dominical en la
Alameda Central”, pintado por Diego Rivera en1947. El mural originalmente fue colocado
en las paredes del comedor principal del Hotel del Prado, ubicado al final de la avenida
Juárez frente a la Alameda Central. Tras los sismos del 85 se movió, gracias a la proeza
de la ingeniera moderna, hacia la calle de enfrente del hotel, permaneció embalado hasta
que el inmueble, que lo resguarda, fue inaugurado en 1988. Hoy este la misión del recinto
es investigar y divulgar la obra del gran muralista y de los artistas de su época.
El imponente mural, de vibrante cromatismo, es una suerte de crónica de la colonia, el
siglo XIX y la modernidad, retrata y narra los acontecimientos cruciales que conforman el
mapa histórico de nuestra nación. Se dice que es un sueño, un paseo imaginario en el
que Diego Rivera, cuyo dominio de la técnica es elocuente, permite constituir un equilibrio
matemático para la convivencia perfecta de figuras, colores y formas.
El recorrido tradicional de la mirada comienza de izquierda a derecha, el pintor arranca el
relato de nuestro pueblo con el retrato de Hernán Cortés, cuyo rostro denota poderío y el
arrojo del conquistador. Al subir los ojos se contemplan las verdes capuchas de los frailes
inquisidores que no tuvieron reparo en martirizar a Isabel de Carbajal culpándola de
judaizante y con quien Rivera representa el indigno período de la Inquisición que duró
más de 500 años. Siguiendo el recorrido la poderosa imagen de Sor Juana Inés de la
Cruz, la décima musa Fénix de México, a su lado llaman la atención los tristes ojos del
efímero emperador Agustín de Iturbide, parecieran reflejar el destierro del que fue objeto,
hacia abajo se encuentra el rostro abotagado y grosero de Santa Ana, capaz de reelegirse
once veces como presidente de la República, continuando la mirada a la derecha vemos
el binomio desolador de Maximiliano y Carlota ¿cuánto se ha dicho y escrito sobre la
pareja engañada?.
En la cresta simulando el oleaje, el artista sitúa a Benito Juárez, el político liberal, padre
de las leyes que separan al clero del estado, le siguen las figuras de Zapata y Madero,
algo en el orden de la colocación sugiere la honorable conducta de los cuatro. El
pensamiento liberal lo representan las figuras de Ignacio Ramírez “el Nigromante” e
Ignacio Manuel Altamirano. Al centro el cuarteto conformado por la imponente Catrina,
una hermosa Frida Kahlo, en cuyas manos yace el símbolo del eterno opuesto el Ying y el
Yang, un Diego Rivera niño, de cuya bolsa sale una culebra que acusa el carácter
belicoso del pintor, y José Guadalupe Posada, el maestro grabador, a quien Rivera
eternizó para mostrar su profunda admiración.
A lo largo de la obra el movimiento cadencioso de los árboles enmarca el sueño de
Rivera, la Alameda sigue siendo lugar de reunión obligada ya que fue y es a la vez
encuentro de ideas y movimientos políticos, marco ideal para recrear este paseo
magistral; representa el México de todos los tiempos, ese espejo en el que nos
reconocemos, y así continúa el desfile, un gobierno sucede al otro, un político al otro,
Porfirio Díaz ostenta charreteras y un sombrero bicornio, debajo pelean los
revolucionarios y aquellos de la posrevolución reciben grandes fajos de dinero, los ricos
empresarios disfrutan de los placeres, la modernidad se anuncia con el petróleo y las
torres de una nueva arquitectura emergen para conformar la nación de hoy.
El mural potencia la contemplación, el discurso pictórico deslumbra y emociona, el tiempo
corre sin prisa. El espectador se ve envuelto en una sensación embriagadora, lo
acompañan símbolos y tradiciones, globos de colores y niños voceadores, dulces y
golosinas, pero sobre todas las cosas sucumbe ante el genio creador de Diego Rivera. N