Hace algunos meses escribimos en este espacio sobre el avance tan significativo que están teniendo los partidos y movimientos políticos de derecha y más marcadamente de ultraderecha en distintos países de América Latina y el mundo.
El descontento y el hartazgo al que han llegado las sociedades crece continuamente como resultado de la pobreza, la carestía, la inflación y el progresivo deterioro de las condiciones de vida. A ello se suman las dinámicas propias de cada país, como los crecientes flujos migratorios, particularmente en países desarrollados, además de la inseguridad, el aumento del crimen organizado, el narcotráfico y otros lastres que vulneran aún más a la población en países menos avanzados.
Este escenario de crisis generalizada ha sido el terreno propicio para que nuevos partidos aparezcan en la escena política, los cuales juran revertir los problemas acumulados en décadas. Estos movimientos, que prometen fórmulas mágicas, han proliferado lo mismo que los líderes mesiánicos que con discursos radicales han atraído a las multitudes de votantes con las promesas de cambio, justicia social y transformación.
ULTRADERECHA EN AMÉRICA LATINA Y TODO EL MUNDO
Esto ha ocurrido lo mismo en Europa que en América Latina y en otras latitudes. Los países pasan de proyectos políticos de derecha a izquierda, de modelos socialistas a capitalistas, de economías abiertas a férreamente nacionalistas y proteccionistas, lo cual muestra lo difícil que es encontrar modelos verdaderamente efectivos ante las profundas necesidades estructurales de los países.
Los partidos tradicionales están en crisis, la izquierda se desdibuja progresivamente y los partidos liberales son vistos como los responsables de la crisis, por lo que, en su lugar, resurgen viejas fórmulas, como los partidos de ultraderecha, los cuales van ganando terreno, ya sea en los parlamentos como fuerzas opositoras o incluso han llegado al poder.
Esta tendencia la vemos en Europa con casos como el de Viktor Orbán en Hungría, el Frente Nacional en Francia con Marine Le Pen, Giorgia Meloni en Italia, Mateusz Morawiecki en Polonia, el partido Vox en España e, incluso, la coalición organizada por el partido Demócratas de Suecia mostró el arribo de la ultraderecha al gobierno sueco en las elecciones del año pasado, cuando este país se había caracterizado por su orientación de centro. Así, los partidos ultranacionalistas y de extrema ultraderecha avanzan significativamente y ya no solo en Europa, sino también en América.
Jair Bolsonaro, quien gobernó Brasil (2019-2022), lo mismo que Donald Trump en Estados Unidos (2017-2021), son claros ejemplos de esa orientación hacia la extrema derecha, a quienes ahora se suma Javier Milei.
EL CASO DE ARGENTINA ES SUMAMENTE REPRESENTATIVO
El pasado 19 de noviembre los argentinos decidieron sacar de la Casa Rosada al oficialismo peronista y darle su voto a Libertad Avanza cansados de la severa crisis económica que han vivido en las últimas décadas, la cual se refleja en una inflación galopante que se ha agudizado en los últimos años.
El peso argentino pasó, en la última administración, de alrededor de 38 pesos por dólar, en enero de 2019, a cerca de 900 en el último mes. Esta inestabilidad monetaria se ha visto agravada por la presencia de mercados cambiarios paralelos al oficial, existiendo el llamado dólar Blue, el dólar Qatar, el dólar turístico por solo referir los más utilizados en esta economía sacudida por una hiperinflación que alcanzó, en 2020, 36 por ciento; en 2021, 51 por ciento; en 2022, más de 95 por ciento, y que en 2023 ya superó 140 por ciento.
Durante su campaña, Javier Milei propuso eliminar los programas sociales y reducir el gasto público, ya que considera que el paternalismo existente de los gobiernos peronistas ha minado el impulso emprendedor y de la libre empresa. Por ello, en sus propias palabras, el cierre del Banco Central sería una decisión urgente y con ello dolarizar la economía.
Además, su plan de gobierno contempla al menos tres etapas para volver a poner a Argentina como una nación desarrollada y de pujante economía y erradicar lo que él llama el “modelo empobrecedor del Estado omnipresente”.
LA DEMAGOGIA SEDUCE A LOS VOTANTES
A pesar de lo polémico de sus propuestas, que incluyeron libertad de portar armas, la venta de órganos, estar contra el aborto y el feminismo y dolarizar la economía, la población argentina prefirió apostarle a esta plataforma política que promete la “reconstrucción de Argentina y volver a hacer de este país una potencia mundial”.
Durante los próximos cuatro años seremos testigos de la inviabilidad de tantas promesas de campaña dados los profundos problemas estructurales que sufre la economía argentina y que se han acumulado por más de cinco décadas. No obstante, la demagogia, sin importar de qué color sea, ha hecho eco en una población sedienta de estabilidad que le permita mejorar sus condiciones de vida. La demagogia seduce a las masas de votantes.
El drama argentino es la tónica permanente de prácticamente todos los países latinoamericanos. El péndulo se mueve de extremo a extremo, de izquierdas populistas a derechas reaccionarias.
Mientras prevalezca la pobreza, la marginación y la falta de oportunidades seguirán existiendo estos radicalismos políticos sean de izquierda o derecha, cuya demagogia es muy atractiva. Elecciones están en puerta en Estados Unidos, México y otras naciones en el continente… Veremos si la ultraderecha continúa su avanzada en América. N
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Luz Araceli González Uresti es profesora investigadora de Relaciones Internacionales de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tec de Monterrey. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.