Termina en México el quinto año de gobierno del sexenio 2018-2024 dando paso al año de elecciones y cambio de poderes. Tradicionalmente, el último año de gobierno suele dar resultados positivos para la economía porque nuestros gobernantes suelen gastar significativamente más de lo acostumbrado para que, por un lado, el legado económico del presidente saliente luzca mejor y, por el otro, lograr en los electores un ánimo positivo para obtener el beneficio de su voto.
Lamentablemente, el efecto positivo que llega a tener el excesivo gasto gubernamental se revierte en el primer año del nuevo gobierno. La experiencia más notable fue el cambio entre los presidentes Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo.
En aquel entonces el gobierno saliente (1988-1994) sintió la necesidad de terminar exitosamente el último año, que había sido caótico. El sexenio había transcurrido como uno de los más exitosos en todos los campos del quehacer nacional: reformas políticas, apertura en las relaciones con la Iglesia católica, proyectos sociales innovadores y una política económica basada en la apertura comercial cuya cúspide fue y es el TLCAN.
Pero en 1994 todo se descompuso, el Estado tuvo que allegarse de recursos a un enorme costo que incluyó la colocación de deuda pública en pesos liquidable en dólares. Llegó el cambio de gobierno y estalló una de las peores crisis de la historia económica reciente con el quebranto del sistema de pagos.
LOS RIESGOS QUE TRAERÁ A MÉXICO EL 2024
En nuestro país, como en pocos, elecciones y transiciones políticas tienen un altísimo impacto económico. A lo largo del tiempo, la economía mexicana sustentó buena parte de su escaso desarrollo en la explotación de recursos naturales, la proveeduría de materias primas a las economías desarrolladas y el gasto público generalmente deficitario. Es hasta la llegada del TLCAN que comienza a surgir un nuevo enfoque para formar empresa y crear riqueza que complementa la capacidad que por décadas produjeron pequeñas y medianas empresas, así como una importante comunidad de migrantes que generaron abundantes beneficios para todos.
Infortunadamente, 30 años de generación de empresas que no tienen relaciones con el gobierno y miles de empresas pequeñas y medianas no han podido suplir la rapaz capacidad de extracción de enormes sumas de riqueza que se han quedado en manos de un puñado de personas en contubernio con políticos. La concentración excesiva de los recursos, la insana relación de “empresarios” con el gobierno y gastos gubernamentales crecientes y deficitarios representan deficiencias estructurales aunadas a la joven democracia mexicana que notoriamente aumentan las alarmas.
El proceso político que tenemos enfrente presenta serios riesgos tanto en el lado económico como en el político, circunstancia similar a la observada en el cambio de gobierno entre Salinas de Gortari y Zedillo con el agravante de que existe probabilidad de elecciones cerradas. En todo caso, gane una coalición u otra, existen riesgos.
¿CÓMO NOS IRÁ EN LO POLÍTICO?
En lo político, en 2024 asistimos a un intento más en la historia del México de la Revolución de aplicar un nuevo modelo de desarrollo económico. Naturalmente, esto incluye modificar los arreglos económicos —cambios de empresarios allegados al régimen—, sociales —reivindicación de causas— y políticos —mayor concentración de poder en uno de los poderes con desaparición de contrapesos—. En esta octava ocasión que se hace en nuestro país, las tensiones políticas son infinitamente mayores a las de cualquier otro momento, a lo que sumamos la expresa intención del actual régimen de desaparecer la base de la independencia del Poder Judicial y eliminar al árbitro electoral, lo que va rebasa por mucho un viraje económico común.
En la parte económica hay que decir que venimos de un sexenio prácticamente perdido con crecimiento cercano a cero. Desde la época del presidente Miguel de la Madrid (1982-1988), con tres crisis en un mismo sexenio, no se tenía un crecimiento tan bajo.
¿Y LA CRISIS FISCAL?
La economía mexicana hoy es más pequeña que la que existía en el sexenio anterior, el de Enrique Peña Nieto. Es cierto que al actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, le tocó la crisis de la pandemia; empero, la mayoría de los países del mundo logró superarse económicamente, incluso en niveles prepandemia mayores. No es el caso de México, pues ha habido incertidumbre en demasía por el agudo cambio de reglas.
Hay que sumar la crisis fiscal en la que nos encontramos. En el agregado, este gobierno ha gastado más de lo que ha recaudado y aumentado nominalmente por sí solo la deuda en 6.2 billones de pesos —millones de millones—, cuando los anteriores 12 presidentes juntos alcanzaron entre ellos 10.5 billones, y ya tiene que pedir prestado para pagar deuda.
Todos sabemos lo que pasa cuando un gobierno gasta de más. Así, el balance de riesgos políticos y económicos esboza lo que será 2024, un año con serias posibilidades de que las cosas salgan mal en México. N
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Carlos Alberto Martínez Castillo tiene doctorados en Desarrollo Económico, Derecho y Filosofía, los tres con mención summa cum laude. Es profesor en la UP y la Ibero. Ha colaborado en el Banco de México, la Secretaría de Hacienda y la Presidencia de la República. También fue ministro de Asuntos Económicos de la Embajada de México en Estados Unidos. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.