La trayectoria de Penpa Tsering, desde una infancia marcada por la condición de refugiado hasta convertirse en sikyong de la Administración Central Tibetana, se ha caracterizado por su inquebrantable dedicación a la causa del Tíbet. Sus experiencias y su activismo reflejan los retos a los que se enfrentan los tibetanos, tanto en el Tíbet como en la diáspora, y arrojan luz sobre la complejidad de enfrentarse a las políticas de China.
En esta entrevista exclusiva, Penpa Tsering nos habla de las luchas, las aspiraciones y la necesidad crítica de una concienciación mundial para preservar la identidad del Tíbet y hacer frente a los retos que plantean las acciones de China.
—Su infancia estuvo marcada por la experiencia de ser refugiado. ¿Cómo influyó esto en su camino hasta convertirse en sikyong?
—Mi infancia estuvo marcada por el exilio. Después de que mis padres huyeran del Tíbet, en 1959, vivimos como refugiados, dependiendo por completo de la ayuda internacional. Nací en una comunidad compacta y dependiente rodeada de pueblos en India. Mis padres, como muchos otros, eran agricultores.
“El gobierno indio asignó 3,000 acres de tierra para 3,000 personas, donde cultivábamos y asistíamos a escuelas especiales centradas en preservar nuestra cultura. De niño no me imaginaba convertirme en el sikyong, pero mi padre me inspiró para servir a nuestra causa y a su santidad, el dalái lama. Al principio, mi aspiración más grande era la de convertirme en guardaespaldas de su santidad”.
RESPONSABILIDAD POR EL TÍBET
—Su activismo abarca varios años. ¿Qué cree que necesita más la juventud tibetana en este momento?
—Los jóvenes tibetanos de la India y Nepal tienen la suerte de contar con escuelas y comunidades tibetanas. Así, creo que, en comparación con muchas otras comunidades exiliadas, hemos tenido éxito en la preservación y promoción de nuestra lengua, cultura y religión. Ahora, en la comunidad en el exilio, solo somos unos 130,000 tibetanos. Dentro del Tíbet hay siete millones. Preservar el patrimonio tibetano es un reto para las generaciones más jóvenes de diversos países, a quienes inculcamos la responsabilidad hacia nuestro propio pueblo dentro de Tíbet, y la de defender los valores no violentos de nuestra cultura y abogar por un mundo más pacífico.
—¿Y los jóvenes en el Tíbet? ¿Cómo afrontan sus circunstancias?
—La generación más joven del Tíbet se enfrenta a enormes desafíos debido a la agresiva supresión de la identidad tibetana por parte del gobierno chino. Desde 2009 hasta aproximadamente el año pasado, 157 tibetanos se han inmolado. La mayoría de estos tienen entre 17 y 35 años, y no fueron testigos de la revolución cultural entre 1966 y 1976, cuando todo fue destruido en toda China y, más concretamente, en Tíbet.
“Tampoco han visto nunca un Tíbet independiente. Solo ven lo que el gobierno chino está haciendo a los tibetanos, y se ven abocados a la desesperación de quemarse esperando contra toda esperanza que el gobierno chino preste algo de atención a su difícil situación o esperando contra toda esperanza que la comunidad internacional acuda en su rescate”.
VERSIONES CHINAS DE LA HISTORIA TIBETANA
“Ahora mismo —continúa Penpa Tsering—, el gobierno chino está empeñado en cambiar la identidad de los tibetanos. Hay cerca de un millón de niños internados en escuelas de estilo colonial donde solo enseñan tibetano durante un periodo muy breve, como una hora a la semana. El resto de las clases son versiones chinas de la historia tibetana.
“El actual gobierno chino pretende erradicar los cimientos de la identidad tibetana, que son la lengua, la cultura y la religión. Es un genocidio cultural dentro del Tíbet”.
—Abordar las cuestiones desde el exilio es complejo, especialmente cuando se trata del impacto de China en el Tíbet. ¿Cuál es su perspectiva al respecto?
—Abordar las políticas chinas desde el exilio es realmente complejo. El régimen chino ha reescrito la historia y reprime activamente la identidad tibetana. Ahora que el mundo entero avanza hacia el multiculturalismo, China es el único país que avanza hacia una nación, una cultura y una religión. Su enfoque no solo pone en peligro a los tibetanos, sino también el equilibrio ecológico de Asia, que afecta a miles de millones de personas.
“Levantar la voz contra las acciones de China es vital, a pesar de los temores y los desafíos. En este momento no pedimos la independencia, sino que abordamos la principal preocupación de China: la soberanía”.
—Sus esfuerzos por relacionarse con América Latina son significativos. ¿Hasta qué punto es crucial posicionarles en la comprensión de este asunto?
—Políticamente, no hemos podido llegar a América Latina tanto como nos hubiera gustado debido a nuestra situación: tenemos recursos humanos y financieros muy limitados. Pero es crucial que América Latina conozca las intenciones de China. La creciente presencia de China en América Latina exige comprender sus motivos y su impacto en otros lugares. Por eso visito América Latina”.
DEFENDER LOS VALORES DEL TÍBET ES CRUCIAL
—Las cuestiones climáticas y medioambientales en Tíbet tienen implicaciones de gran alcance. ¿Cómo puede contribuir la gente cuando los gobiernos dudan en actuar?
—El dominio de China ahoga la disidencia, pero defender los valores y la sostenibilidad es crucial. Los gobiernos temen las repercusiones, pero las sociedades deben hacerse valer. La dependencia de China, observada durante el covid-19 y las perturbaciones mundiales, subraya la necesidad de la autosuficiencia y de reducir la dependencia de las grandes economías.
Llamamos a nuestra tierra la tierra rodeada de montañas nevadas porque estamos rodeados por el Himalaya, el Karakor, el Khunloon y el conjunto de montañas y valles chinos. Los occidentales llaman al Tíbet el techo del mundo porque la altitud media del Tíbet es de unos 3,800 metros sobre el nivel del mar. Los asiáticos llamaron al Tíbet la Torre del Agua de Asia porque el río Amarillo y el Yangtsé entran en China. Si no fuera por estos dos ríos, el pueblo chino no sobreviviría.
También hay ríos que desembocan en cinco países del sudeste asiático. Otros dos ríos desembocan en Birmania. El Brahmaputra, que nace en el Tíbet, llega a la India y a Bangladés. El Ganges, que nace en la frontera del Himalaya con la India, y otros más pequeños, como el Karnali, que desemboca en Nepal. Los ríos de diez países nacen en el Tíbet. Desgraciadamente, China ha construido múltiples presas, una en particular, la mayor del mundo, está construyéndose ahora mismo, en donde el Brahmaputra da un giro de 180 grados y entra en la India.
Todo el Himalaya es una zona sísmica. Si algo le pasa a la presa de ese tamaño, ¿qué ocurrirá con todos los habitantes de esos países? Estamos hablando de algunos de los países más densamente poblados del mundo.
NO TEMEMOS A CHINA
—Si los gobiernos no se atreven a desafiar a China, ¿qué papel puede desempeñar la sociedad para lograr el cambio?
—Somos víctimas del comunismo chino y no tememos a China. ¿Por qué deberían tener miedo de China los países independientes? Hemos vivido con China durante muchos siglos y conocemos su mentalidad. A menos de que defiendas tu posición, a menos que defiendas tus valores, China nunca jamás te respetará. Si China sigue dictándote y tú sigues obedeciéndole, te tratará como a un burro. Seguirán montándote.
Creo que los gobiernos están más preocupados por su mandato, el desarrollo y todas las inversiones que reciben de China. Incluso ahora, cuando viajo por Sudamérica, piden a los gobiernos que no se reúnan conmigo. Aprovecho para dar las gracias al gobierno chino por ser nuestro mejor agente publicitario. Cada vez que vamos a algún sitio, protestan y entonces se convierte en noticia.
—¿Cómo percibe la necesidad de que los países afronten su dependencia de China y adopten la autosostenibilidad?
—A través del covid-19, de la guerra de Ucrania, descubrimos lo interdependientes que nos hemos vuelto, y lo dependientes que nos hemos vuelto de China. Cuando las cosas van mal, se interrumpe la cadena de suministro. En la medida de lo posible, creo que debería haber un cierto nivel de autosostenibilidad en la propia región. China es hoy muy insegura porque carece de poder moral. Nadie confía en ellos.
Además, económicamente, tienen muchos problemas. Hay grandes problemas con la vivienda, que constituye alrededor del 25-30 por ciento de la economía. La banca rural también tiene problemas. El nivel de desempleo se ha disparado. Han desaparecido dirigentes, desde los generales de la Fuerza Aérea hasta el ministro de Asuntos Exteriores y el ministro de Defensa. Hay muchos problemas.
ABOGAR POR EL CAMBIO EN EL TÍBET
—Su incansable dedicación a esta causa es evidente. ¿Qué le mantiene motivado para continuar?
—Creemos en la impermanencia. El cambio es la única constante. China debe cambiar. No hay otra opción. Somos positivos. No retrocederemos. Debemos tender la mano también a la comunidad internacional y no tenemos expectativas irreales.
“Pero cuando los intereses de esas naciones se alineen con los intereses de los tibetanos, entonces las fuerzas se unirán para lograr ese cambio. Si se quieren conseguir cambios positivos dentro de China, se necesitan tanto fuerzas internas como externas. Nosotros somos las fuerzas internas”, concluye el sikyong de la Administración Central Tibetana.
Las palabras de Penpa Tsering reflejan la urgencia de la situación a la que se enfrentan los tibetanos: una batalla no solo por su identidad cultural, sino por la supervivencia misma del equilibrio ecológico de su patria. Mientras sigue abogando por el cambio, haciendo hincapié en la importancia de las asociaciones y el entendimiento global, su dedicación sigue siendo inquebrantable. N