Desde la creación del concepto en la antigua Mesopotamia hasta nuestros días, la banca ha sido el agente financiero que más ha coadyuvado al crecimiento, en primera instancia, del comercio y, en buena medida, del desarrollo económico. En efecto, en sus orígenes comenzó con la obligada práctica de hacer préstamos de granos para impulsar su comercio, posteriormente los créditos evolucionaron a dinero, el cual se inventó para facilitar los actos de comercio y evitar la incomodad por la práctica del trueque.
El nombre del juego comenzó a ser la fiducia como centro de la práctica bancaria. A partir de entonces los conceptos de banca, dinero y fiducia se galvanizaron. Desde Babilonia pasando por Grecia, Roma, Venecia, los Templarios hasta la época medieval, el vehículo del crédito fue creciendo significativamente.
No obstante, es fundamental entender que el concepto de banca no nada más se circunscribe al crédito: los préstamos de bienes, dinero o prendarios no es hacer banca. La operación bancaria obligadamente consta de la entrada de dinero a los bancos, que conocemos como ahorro, y la salida de este de la misma institución convertido en créditos.
Así, en Alemania y Holanda comenzó a agregarse el concepto de ahorro de unos para ser prestado a otros a través de la banca. Este vocablo proviene de la palabra germana bank, que se refiere a aquella persona de gozaba de plena confianza de la comunidad, sentada en un banco recibiendo el dinero de las personas, para guardarlo y posteriormente prestarlo a otras personas que lo necesitaban, siempre para fines productivos.
LA BANCA ES UN MOTOR DEL DESARROLLO
En este sentido, se amplía el concepto general incluido el ahorro y fines productivos al crédito, fiducia y dinero. Los bancos entonces son una cadena de procesos que comienza en el ahorro —entrada—, préstamo —salida— de dinero para actividades productivas, todo sustentado en plena fiducia —confianza.
Pocas personas son conscientes de que el dinero de sus ahorros es la base para que otras reciban créditos para satisfacer sus necesidades inmediatas de dinero para diversas actividades. Lo cierto es que, detrás del ahorro, base de la operación bancaria, existen muchos procesos, entre ellos, la forma para multiplicar el dinero vía colocación de dichos ahorros en créditos viables, por lo que se cobrará un interés suficiente para devolver al ahorrador sus recursos con un interés, que fue la forma de atraerlo para formar una masa de dinero suficiente para intermediar entre los ahorradores y los acreditados de los créditos.
Al círculo virtuoso ahorro-tasa de interés-crédito-tasa de interés, que multiplica los recursos y fomenta el desarrollo económico, se le agrega, sin duda, el riesgo que provoca toda operación con dinero en la banca. El sistema financiero bancario se ha convertido, dentro del circuito de circulación del dinero en las economías, en el sustento mismo del circuito económico y, por tanto, el que deviene menor riesgo.
ESCASO NIVEL DE COMPETENCIA EN MÉXICO
El origen del dinero en una economía se encuentra literalmente en su fabricante que conocemos como banco central, quien lo entrega a los bancos del sistema del país que se trate para que comience a circular por toda la economía, facilitando el intercambio de bienes y servicios, entre otros. No hay forma de que concibamos una economía sin un sistema de banca central-bancos; de no haberlo simplemente el dinero y el desarrollo no existirían en un entorno en el que el ser humano tiene la proporción natural tanto al intercambio como a la satisfacción de sus necesidades, lo que nos regresaría a la incomodidad y limitaciones que el truque tiene.
En la actualidad es casi imposible que una economía crezca y se mantenga en actividad eficiente sin los bancos. Su importancia ha llegado a tales niveles que hoy día el tema del acceso a fuentes de ahorro confiables y crédito abundante no es visto como una mera actividad financiera; es un medio indispensable para erradicar la discriminación de las personas en el mismo rango que los aspectos de raza, género y creencias religiosas.
Es, además, un elemento central para la eficiencia en los procesos económicos. Lo anterior no puede lograrse sin la competencia entre los oferentes de alternativas al ahorro y crédito: los bancos necesariamente deben competir para beneficiar a los clientes, ya sean ahorradores o acreditados de crédito.
MÉXICO TIENE BAJA PENETRACIÓN DE CRÉDITO
En este rubro, nuestro país tiene un nivel escaso de competencia en el sector bancario, pues existen 45 marcas de bancos, de las cuales cinco concentran 80 por ciento del mercado y las utilidades; 60 por ciento del territorio nacional no tiene sucursal bancaria y, por tanto, 70 por ciento de la población desconfía de ellos simplemente porque no los conoce, como tampoco sabe de los enormes beneficios que el circuito ahorro–crédito tiene.
En tanto, Brasil tiene 137 marcas de bancos; Francia, 160, y Estados Unidos, más de 5,000. El número de marcas o sucursales bancarias es relevante, como lo es el concepto de penetración bancaria, que se refiere al porcentaje del PIB que se destina al sector privado para llevar a cabo sus actividades económicas.
México tiene el nivel más bajo de penetración del crédito en América y el mundo con 31 por ciento, mientras que el promedio de la región es de 53 por ciento, nuevamente con Brasil a la cabeza, con 60 por ciento, y en donde los países de desarrollo medio como el nuestro alcanzan 107 por ciento. Para el caso de los países desarrollados, encontramos niveles de 135 y 150 en Inglaterra y Estados Unidos, respectivamente.
El virtuosismo del sector bancario con sus componentes: ahorro, crédito, tasa de interés, actividades productivas y fiducia dependen al final del día de su capacidad efectiva para detonar y mantener niveles crecientes de desarrollo en sus asentamientos. En el caso de nuestro país, infortunadamente esto no sucede desde hace tiempo. N
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Carlos Alberto Martínez Castillo es doctor en Desarrollo Económico, Derecho y Filosofía y profesor en la UP e Ibero. Correo: drcamartí[email protected] Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.