A sus diez años, Taylen Biggs presume de casi millón y medio de seguidores en redes gracias a sus entrevistas con famosos de la moda y el espectáculo, una actividad que “ama”, declara, bajo la mirada vigilante de su padre.
Vestida con ropa de marca de pies a cabeza y grandes gafas de sol, Taylen Biggs baja de la furgoneta que la conduce a un desfile de moda en París y suelta ante la cámara de la agencia con convicción: “Amo la moda y amo conocer a gente nueva“. Un camarógrafo la sigue a todas partes y su padre, Josh, a quien ella presenta como su “guardaespaldas”, vigila discretamente en segundo plano.
Los diseñadores no dudan en darles acceso privilegiado a decenas de influentes, en detrimento de los medios tradicionales. Con sus consejos de estilo o cosmética, una influente puede dar un importante empujón a las ventas.
Sin embargo, ese mundo opaco entre la publicidad y la autopromoción tiene sus riesgos. En 2018, un actor e influente, Luka Sabat, fue llevado a juicio por una firma de relaciones públicas en Estados Unidos porque no colgó suficientes fotos de unas gafas de sol.
“A uno le puede parecer esto divertido, encantador, pero creo que es algo perturbador ver una niña que adopta códigos de adultos”, explica a la AFP la psicóloga infantil francesa Claire Dahan.
La estadounidense Taylen Biggs cuenta con casi 1 millón de seguidores en TikTok y cerca de 380,000 en Instagram. Es una cara conocida de la Fashion Week de Nueva York o en Miami gracias a sus cortas entrevistas y sus poses estilo Shirley Temple. Y al desembarcar por primera vez en Milán y en París, el plan ha sido el mismo: lograr espónsores, entrar en desfiles y codearse con los famosos.
“Trabajamos con distintas marcas, cosas de este tipo, ya sabe, así funciona el negocio. He asistido a quince temporadas de moda “, explica vagamente Josh Biggs, 43 años.
“SI TAYLEN BIGGS SE CANSA, DEJAREMOS LA MODA EN SEGUNDO PLANO”
Su madre, Angelica Calad, es una colombiana que llegó con 13 años a Estados Unidos. Amante de la moda, empezó posando con su bebé de apenas unos meses en redes sociales. La cara risueña y rolliza de Taylen llamó la atención de publicistas y con año y medio de edad posó para una línea de ropa infantil, explica su padre.
A la pregunta de si su hija es un negocio, Josh responde con calma: “La gente lo ve a través de la cámara, o de fotos, pero en la vida real, es una niña, ante todo”. No obstante, Taylen parece olvidarlo en ocasiones. “¡Me encantan los niños!” asegura con convicción. “Tengo muchos amigos. Están tan orgullosos de lo que hago”.
“No me siento diferente. Me siento yo misma. Me siento bien”, remata.
La madre gestiona las redes sociales de Taylen desde Miami, precisa Josh. Y ella es la que da clases a la niña y a sus dos hermanos más pequeños, en casa. “Tomamos la escuela muy en serio, es la prioridad número uno”, asegura el padre. Taylen empezó clases un mes antes del curso escolar en Miami para hacer una larga pausa y viajar a Milán y París, revela.
“La verdad es que no soy muy partidario del sistema escolar, ya sea público o privado. Creo que hay muchas concepciones erróneas en torno a la educación en casa. ¿Y si Taylen se cansa algún día? Dejaremos el mundo de la moda en un segundo. Sin dudarlo”, enfatiza Josh. N