La estadounidense Adair Margo desoyó las advertencias de su gobierno sobre los riegos de viajar al norte de México y se subió al tren “El Chepe” con sus nietos para recorrer regiones criminales dominadas por narcotraficantes, majestuosas barrancas y poblados indígenas.
“La vida está llena de peligros”, dice a la AFP esta mujer de 69 años durante el recorrido, catalogado por National Geographic como uno de los mejores paseos en tren del mundo.
El trayecto arranca en Los Mochis, en el estado de Sinaloa, donde en enero de 2016 se capturó al jefe narcotraficante Joaquín Guzmán, el Chapo, y tras 350 kilómetros de recorrido, finaliza en Creel, localidad de Chihuahua y escenario de cruentas disputas entre criminales.
El Departamento de Estado de Estados Unidos ha recomendado a sus nacionales no viajar a Sinaloa y reconsiderar el visitar Chihuahua debido al riesgo de ser víctimas de un acto criminal. Pero esto no detuvo a Margo, residente en El Paso, Texas, que decidió subirse al tren junto a su familia, incluyendo a sus siete nietos de dos a 12 años, para cruzar las montañas de la Sierra Madre Occidental y las Barrancas del Cobre, más profundas que las del Gran Cañón de Estados Unidos.
“No quieres dejar de vivir. En un viaje como este, no terminas en medio de las guerras de los cárteles de la droga”, explica.
Emilio Carrazco, subdirector de El Chepe, explica que durante los meses de verano la mayoría de los viajeros son mexicanos, pero en otras temporadas los extranjeros pueden ser hasta la mitad.
Con excepción de un tren suburbano de la capital y otro de corto recorrido en la región de Tequila, en Jalisco, El Chepe es el único ferrocarril de pasajeros en México. Mientras que otro, el Maya, está siendo construido en la península de Yucatán.
“ES UNA TRAVESÍA LARGA, PERO QUE VALE LA PENA RECORRER”
“Es una forma de descubrir México. De México se conocen otros destinos como las playas de Cancún o Acapulco. Pero nosotros queríamos descubrir otros lugares y este tren es una oportunidad”, señala el francés Christophe Schild, de 55 años, que viaja con su pareja y sus hijas gemelas de 20 años.
La máquina recorre primero las fértiles llanuras de Sinaloa, donde los campesinos cultivan los campos de maíz. Esto antes de subir gradualmente por empinadas vías a un lado del cañón, atravesando 37 puentes y 86 túneles.
En el panorama, sinuosos ríos son reemplazados por veloces destellos de agua blanca, mientras que los cactus se convierten en pinos a medida de que “El Chepe Express” llega a Creel tras un recorrido de más de nueve horas.
“Es una travesía larga, pero que vale la pena recorrerla. Nosotros hemos tenido la oportunidad de varias veces recorrerla y no nos cansamos”, comenta Flor Corrales Chang, una doctora de 61 años de Los Mochis que viaja con su esposo y su hijo adolescente.
Hay otra travesía más lenta, “El Chepe Regional”, con paradas en los poblados indígenas de la zona. Una de las mayores atracciones es la sierra de los tarahumaras, indígenas también llamados raramuris. Y que son conocidos por su resistencia para correr largas distancias con huaraches (sandalias típicas mexicanas hechas de plástico de neumáticos).
LOS GRUPOS ARMADOS RESPETAN AL TURISTA QUE VA ABORDO DEL TREN EL CHEPE
Las riquezas naturales y culturales de la región solían atraer a muchos extranjeros, recuerda Javier Ávila, un sacerdote jesuita que ha trabajado en la región durante décadas.
Sin embargo, todo cambió luego de que en agosto de 2008 hombres armados irrumpieran en Creel y masacraran a 13 personas, incluido un bebé. “Se murió el pueblo. No venía un solo turista”, recuerda el religioso.
En años subsecuentes, la llegada de turistas, la mayoría mexicanos, se multiplicó gradualmente. Pero en 2018 vino otro revés cuando un estadounidense fue asesinado por presuntos narcotraficantes mientras caminaba por las Barrancas del Cobre.
Y en junio de 2022, dos sacerdotes jesuitas y un guía turístico fueron asesinados a tiros dentro de una iglesia en la región. Pero en general “los grupos armados, hasta ahora, respetan al turista. No los roban, no los asaltan, no los agreden”, resume Ávila. Margo, que se deleita con la impresionante vista que brindan las ventanas del bar del tren, lamenta que tanta gente se pierda la experiencia.
“No soy suicida. No quiero que mis nietos sufran algún daño, quiero que experimenten la vida y puedes experimentar mucha vida en México”, explica. N