Alguna vez el filósofo y teólogo danés Søren Kierkegaard dijo que los genios son como relámpagos en la tormenta: asustan a la gente y limpian el aire de los espacios cerrados. ¿No es acaso el rock una bocanada de aire fresco en una sociedad a presión? Esto lo supo desde siempre Alex Lora, que pudiendo ser un prominente arquitecto o veterinario en su natal Puebla, eligió ser el abanderado de los marginales en una era de censura y represión en el México de Díaz Ordaz y Luis Echeverría: cuando ser joven y despabilado era un oficio peligroso.
Hoy por hoy, José Alejandro Lora Serna, líder y vocalista de El Tri, cumple 55 años de rocanrolear mediante una lírica aguda que ha lanzado consignas contestatarias de todo tipo, tal y como lo hizo al inicio de su carrera, en 1968, una era de plenilunios y claroscuros.
En la actualidad, Alex Lora de casi 70 años de edad, puede jactarse de ser grande entre los grandes, como Carlos Fuentes y Cristina Pacheco en su género, al perpetuar la esencia de lo mexicano en canciones como “Metro Balderas”, “Perro negro y callejero” o la celebre “Oye, cantinero”, donde el cantautor pone de facto que la piel curtida es la más resistente, “se ve fácil, parece fácil, pero es difícil en realidad”… Esta es una conversación de Newsweek en Español con la leyenda del rock de México.
EL APLAUSO, LA MEJOR MEDALLA
—¿Todavía te sorprenden los premios y reconocimientos a tu carrera?
—Por supuesto que me llena de felicidad permanecer en el gusto del público, su aplauso es la mejor medalla. No obstante, cuando me han homenajeado en los Grammy o en la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, en Perú, por mi trayectoria han sido muestras muy emotivas de afecto, que me hacen pensar que escogí el camino correcto.
—En perspectiva, ¿cómo contribuyó Avándaro a tu vida más allá de lo musical?
—Te lo pongo en estos términos: me lo dio todo. Me colocó en el mapa, me presentó a mi esposa y cambió mi vida para siempre. Avándaro no fue un toquín queriendo imitar a Woodstock, fue un evento que desafió el orden establecido, sacudió a los conservadores y vio nacer a algunas de las mejores bandas de rock del país.
—Cuando el público corea tus canciones ¿cuál es la que más te emociona escuchar?
—”¡Triste canción!” La gente se la adueña por completo, cantando a todo pulmón.
—¿Alguna vez la audiencia ha sido irrespetuosa contigo?
—Siempre les digo a mis muchachos, concierto dónde no nos mienten la madre no estuvo bueno. Me han dicho de todo, desde suegro hasta lo peor. Nunca me ofendo, porque para eso están hechos estos eventos. Aquí la gente libera tensión, se energiza y sale queriendo hacer cosas.
—¿Qué tanto han sumado las plataformas digitales al Tri?
—Ha cerrado brecha entre generaciones de abuelos, padres e hijos. YouTube, Spotify entre otros canales, nos han permitido ser relevantes para públicos insospechados y nos encanta.
NO EXISTE LA CONTRACULTURA
—¿Cómo fue ser el avatar máximo de la contracultura en una época llena de censura?
—Un privilegio ser el instrumento de una generación que no quiso callarse. Hoy por hoy no existe la contracultura, ese era el modo en que la prensa y los gobiernos de derecha llamaban a la oposición o lo marginal de forma despectiva. En la actualidad la cultura no se escribe con mayúsculas o minúsculas, el rock es tan legítimo como lo puede ser la ópera por sus aportaciones al arte y la civilización.
—¿El rock duerme o no?
—Los intérpretes del género sí para mantenerse frescos, pero la actitud rockera está viva 24/7″.
—¿Qué hace feliz una mañana de lunes a Alex Lora?
—Saber que saldremos de gira. Nada me emociona más que tener el itinerario de una serie de lugares a los que iremos por primera vez o regresar a aquellos en donde nos han recibido con cariño. Recientemente tocamos en Houston y ahora vamos a España, entre otros puntos. No obstante, en octubre vamos a hacer un megafestejo por los 55 años de carrera de El Tri en el Palacio de los Deportes (CDMX). Esa clase de cosas me ponen muy de buenas. No sé vivir sin tocar la guitarra y hablarle a mi pueblo.
ALEX LORA Y EL PÚBLICO
—¿A quién admira Alex Lora en el presente?
—Podrá sonar a cliché, pero no lo es: el público. Nunca deja de sorprenderme el empeño que hace la gente por venir a vernos, por compartir sus historias con nosotros. Cuando estamos en concierto, la gente se desvena, llora, chifla y canta, esa masa energética no la pagas con nada. De mi parte hacia ustedes, pura gratitud. Empecé con un sueño a los 18 años, hoy tengo casi 70 y he podido hacer una vida gracias a la raza que ha coreado con fuerza cada estribillo a lo largo de este recorrido.
—¿Qué se siente ser una leyenda de la escena nacional como Ozzy Osborne?
—La comparación es inmensa y los adjetivos no los escojo yo, sino el público, pero coincido con él un poco. Ozzy le debe la vida y carrera a Sharon, yo se la debo a mi domadora, el resto lo hace el público que sigue demostrando interés por lo que hago sin fatigarse.
—¿Hacia dónde crees que va la música este siglo XXI?
—No me gustan esas disertaciones puristas, pero pienso que aquellos sonidos con sustancia son los que sobrevivirán al final de los tiempos.
UN SONIDO CONTUNDENTE
—¿A Alex Lora le gustan los boleros y el mariachi?
—¡Claro que sí! Cuando era joven me gustaba mucho escuchar esas canciones, están plagadas de matices. Recuerdo “Página en blanco”, una de las primeras melodías que interpreté, y es uno de los momentos que atesoro más de mis inicios; porque antes de Avándaro o cualquier cantidad de conciertos posteriores toqué con la estudiantina para unos cuantos, siendo aquello el parteaguas para lo demás. Ya en el presente, haber tocado canciones de José Alfredo como “El rey” o “Vino y mujeres” han sido instantes que he disfrutado enormemente, por la forma en el que rock se conjuga con el ranchero dando como resultado un sonido contundente.
—¿Qué es lo mexicano o mexicanidad en tus palabras?
—Me gusta pensar que la mexicanidad es el sabor que le impregnamos a la forma de hacer las cosas, o la manera en la que respondemos ante los sucesos del día a día. El Tri tomó su nombre en gran medida por los colores de la bandera, entre otros símbolos, pero responde a esa destreza o gracia especial que caracteriza a la raza mexicana por salir adelante siempre.
—¿Cómo ha sido tu matrimonio con Chela Lora en todos estos años?
—Desde que nos conocimos hasta hoy han sido más los días dorados que los nublados. Imagina tú lo que es liderar una banda de puros cabrones. Nada sencillo, y ella lo ha hecho magistralmente. Mi ama y señora, no podría vivir sin ella.
TRES GRANDES MUSAS
—¿De qué forma retribuyes a la sociedad fuera del campo del arte?
—Yo soy músico, como tal utilizo mis medios para apoyar diversas causas. Por ejemplo, durante la pandemia hice un live en redes sociales con la intención de apoyar a la gente que estaba pasando un periodo de confinamiento con dificultad, pero, sobre todo, enfocado en el personal de salubridad, que con sus vidas libraron una batalla admirable. Allí, amigos de la escena como Sabo Romo, Alexander Hacha, Erik Rubin y el difunto Cepillín, entre otros compañeros, les agradecimos a los héroes de blanco que sacaron al país adelante. Aun cuando las autoridades no les brindaron instrumentos suficientes para hacerlo, ellos nunca se rajaron, y eso es digno de aplaudirse.
—¿Si no hubieras sido cantante en qué te hubiera gustado incursionar?
—Habría amado ser veterinario, me encanta cuidar de los animales, en mi casa tengo varios gatitos y perritos.
—¿Cómo vives la espiritualidad en tu vida diaria?
—Componiendo. Yo tengo tres grandes musas: la Virgen de Guadalupe, mi domadora (Chela Lora) y mi hija (Celia Lora). Mi religión es el rock, mi pasión es la raza y mi quehacer es el de un rapsoda enamorado de su país e historia.
EL LUJO NO TIENE SIGNIFICADO
—¿Dónde compra Alex Lora su ropa?
—En general mi guardarropa se ha visto nutrido por muchos regalos a través de los años. La mayoría de mis chamarras me las ha dado mi esposa, los parches me los han obsequiado los fans durante los conciertos, y otras veces son prendas que nacen a partir de encuentros fortuitos. Me viene a la mente la vez en que fui a Lima, Perú, y encontré en las calles a un artesano que bordaba imágenes de todo tipo, le compré un par y se las cosí a otras prendas. El lujo para mí no tiene significado. En realidad, mi vestimenta es un uniforme urbano con el que me puedo sentir cómodo a donde vaya y sin ofender a nadie.
—¿Con quién te gustaría echarte un palomazo sin que el tiempo y lugar no fueran un inconveniente?
—Por fortuna he podido cantar con una gran cantidad de artistas de diversos ámbitos, desde Celso Piña hasta los Rolling Stones. Naturalmente, con unos te sientes más emocionado que con otros, pero a la hora de hacer sonar los acordes, los márgenes se desdibujan y quedan solo el asombro del público y su voraz aplauso.
—Finalmente, ¿cómo te gustaría ser recordado a la hora de tu partida?
—No existen las despedidas o los adioses cuando se trasciende en la vida. De eso no me daré cuenta, pero si dentro de cien años alguien se acuerda de “Las piedras rodantes”, entonces habré pasado la prueba del tiempo. N