Mahsa Amini era una joven entre tantas. Pero su muerte, el 16 de septiembre de 2022, le dio un lugar en la historia al desencadenar una ola de protestas que, seis meses después, contribuye a transformar la sociedad de Irán.
El 13 de septiembre, esta mujer de 22 años estaba de visita en Teherán con su hermano y sus primas cuando fue detenida al salir del metro en el centro de la capital. Acusada de llevar un atuendo “inapropiado”, fue conducida a los locales de la policía de la moral, encargada de vigilar el estricto código de vestimenta de la República Islámica para las mujeres.
Mahsa Amini se desmayó en una oficina después de un intercambio con una policía, según un breve video de vigilancia difundido por las autoridades. La joven, originaria de Kurdistán iraní —que se preparaba para ingresar en la universidad—, murió tres días más tarde en el hospital.
El Estado niega cualquier implicación en su muerte. El epitafio grabado en su tumba “No has muerto, Mahsa, tu nombre se convierte en un símbolo”, lo dice todo. Mahsa Amini se convirtió en un rostro reconocido por la población iraní y también más allá de las fronteras del país. Para muchos, personifica la lucha contra la obligación de llevar el velo y se convierte en la figura unificadora de la protesta.
“Desconocida antes de su muerte, Mahsa se convirtió en un símbolo de opresión y su rostro inocente refuerza esta imagen”, resume el politólogo Ahmad Zeidabadi.
La cólera provocada por su muerte se hace eco de “una serie de problemas como la crisis económica, la actitud de la policía de la moral, e inclusive de cuestiones políticas como la descalificación de candidatos en las elecciones”, explica el sociólogo Abbas Abdi.
“LAS MANIFESTACIONES TERMINARON, PERO LA PROTESTA NO”, DICEN SEGUIDORES DE MAHSA AMINI
En octubre y noviembre, las protestas se intensificaron, a menudo iniciadas por jóvenes sin líder ni programa político. Solamente la demanda de igualdad entre hombres y mujeres y de una mayor apertura en el país.
El poder denuncia “disturbios” orquestados desde el extranjero, especialmente por Estados Unidos y los opositores exiliados, muy activos en las redes sociales. El número de víctimas de las manifestaciones es elevado: cientos de muertos y miles de detenidos, cuatro de ellos ejecutados.
En febrero, al constatar un reflujo del movimiento, las autoridades comenzaron a liberar a más de 82,000 detenidos, de los cuales 22,600 “estaban relacionados con los disturbios”, indicó esta semana el jefe de la autoridad judicial, Gholamhossein Mohseni Ejei.
“Las manifestaciones terminaron, pero dudo que la protesta haya terminado”, estima Abdi.
“Algunas personas, especialmente en la diáspora, apuestan erróneamente por la caída de la República Islámica en un futuro muy próximo”, comenta por su parte Zeidabadi. Pero la protesta tuvo “resultados como movimiento cívico”, añade. Esto se pone de manifiesto en las calles de Teherán y de otras grandes ciudades donde cada vez hay más mujeres sin velo.
“Se tolera cierto grado de libertad del hijab aunque la ley y las normas no hayan cambiado”, señala Zeidabadi.
En esta cuestión, que divide a la sociedad, las autoridades parecen ser prudentes. Porque “en la situación actual, cualquier incidente puede provocar nuevas protestas”, subraya Abdi. N