Nací en una pequeña ciudad de las afueras de Pittsburgh, Pensilvania, en Estados Unidos. Mi padre abrió una heladería cuando yo tenía dos años, así que nos mudamos a Carolina del Norte. Cuando era pequeño pasaba mucho tiempo en el negocio de papá, aunque también estaba muy apegado a mi madre. Digamos que la mía fue una infancia normal.
LA TRAGEDIA QUE LO CAMBIÓ TODO
Después de que cumplí los cinco años, mis padres se reunieron conmigo y mis hermanos para anunciar que iban a divorciarse. Pero debido a que yo era muy pequeño, no tenía idea de cuáles serían las consecuencias de esa decisión.
Para mí, la noticia del divorcio no tenía sentido, porque siempre tuve la impresión de que el matrimonio de mis padres era normal. Nunca los oí discutir ni presencié un intercambio violento entre ellos. No obstante, a resultas de una serie de incidentes impactantes, mi vida cambió para siempre el 4 de noviembre de 1990.
Recuerdo que desperté esa noche al oír fuertes ruidos. Al parecer, algo le había pasado a mamá, por lo que papá nos pidió que saliéramos de la casa para esperar la llegada de una ambulancia. Minutos después, mis hermanos y yo seguimos a mi padre hasta la casa de un vecino. Pero no podía disipar la sensación de que algo malo le había ocurrido a mamá.
Al día siguiente, me enteré de que mi madre había fallecido. En aquella época no entendía el concepto de la muerte, así que pensé que mamá regresaría. Fue hasta después, cuando me dijeron que mamá se había ido al cielo, que entendí que la había perdido para siempre.
Con apenas cinco años, aquella fue una experiencia devastadora, y aún no podía imaginar el efecto que la muerte de mi madre podría tener en mí. La explicación que nos dio mi padre es que mamá había resbalado en la bañera. Le creí.
EL INICIO DE UNA NUEVA VIDA
Transcurridos dos meses de la muerte de mi madre, papá decidió que regresáramos a Pittsburgh, porque allá vivía el resto de su familia y encontraríamos una red de apoyo. Así pues, papá, mis hermanos y yo nos mudamos a casa de mis abuelos paternos. Y si bien no me di cuenta en aquel momento, ni bien llegamos mi padre volvió a salir con mujeres. Asimismo, retomó su empleo en el campo de la odontología, donde se desempeñó durante algún tiempo antes de abrir la heladería.
Pocos meses más tarde, papá volvió a casa acompañado de Maryann. La mujer se parecía tanto a mi madre que, en cuanto la vi, por un momento pensé que mamá había regresado. La relación de mi padre con Maryann evolucionó muy rápido y muy pronto empezamos a asistir a reuniones sociales con ella. Llegada la primavera de 1992, papá le propuso matrimonio. Mi padre y su novia pidieron que mis hermanos y yo participáramos en la ceremonia, porque era importante para los dos. Mientras tanto, empezaron a construir una nueva casa, pues la intención era mudarnos nuevamente para vivir allí en familia.
Y, ciertamente, en esa época tuve la sensación de que recuperaba mi familia. La casa quedó terminada unos meses antes de la boda y la ocupamos de inmediato. Al poco tiempo di en frecuentar a los vecinos de al lado, porque tenían un hijo de mi edad. Parecía que, al fin, mi vida volvía a la normalidad.
LA LLAMÉ “MAMÁ” POR PRIMERA VEZ
Papá y Maryann se casaron el verano de 1993 y, pocos días después de la boda, la llamé “mamá” por primera vez. Eso significó mucho para ella, porque había hecho un gran esfuerzo para acercarse a mí.
Tenía nueve años cumplidos cuando papá nos preguntó qué opinábamos de que Maryann nos adoptara. A mi parecer, aquella propuesta no cambiaba nada porque, para entonces, Maryann era como una madre para mí. Fue así que mi madrastra nos adoptó legalmente en 1994. Sin embargo, mi mundo volvió a trastornarse en noviembre de ese mismo año.
Un día, al llegar a casa después de la escuela, uno de mis familiares me llevó con mis hermanos a un restaurante, cosa que me resultó un poco extraña porque nadie nos había informado de eso. Regresamos a casa después de la cena y allí nos recibió nuestra abuela, quien informó que debíamos ir a su casa.
MURIÓ EN LA BAÑERA
Al llegar a casa de mis abuelos paternos, encontramos a papá con mi abuelo y con un desconocido vestido de traje y corbata, a quien presentaron como “el abogado”. Acto seguido, mi padre nos explicó que, la noche anterior, Maryann había fallecido mientras se relajaba en la bañera de hidromasaje que teníamos en casa.
Me llevé una impresión tan violenta que permanecí como aturdido toda la noche. Ya que no podía dormir, encendí el televisor y vi una fotografía de mi padre en un noticiero. Eso me alertó, y entonces oí al reportero explicando que la policía estaba interrogando a papá en relación con las muertes de Maryann y de mi madre. Me dejó atónito.
Los días posteriores al funeral de Maryann fueron muy angustiosos para mí. Empecé a sentir que la gente me observaba y hablaba de mí. Como si supieran algo, pero nadie se atrevía a hablar conmigo o con mis hermanos.
MI PADRE, SEÑALADO DE ASESINO
Cumplí años el 14 de noviembre, una semana después del funeral de Maryann. Ese día dormí hasta muy tarde porque mi escuela había convocado a una reunión de padres y maestros. Con todo, en cuanto me levanté de la cama, mi abuela me dijo que la policía había arrestado a papá con la acusación de haber asesinado a mi madrastra. Pero no paró allí: unas semanas más tarde, también le imputaron la muerte de mi madre.
Crecí en una familia muy religiosa que asistía a misa todos los domingos; de hecho, la propia Maryann cantaba en el coro de la iglesia. Recibí lecciones de catecismo; me prohibieron decir ciertas palabras; y mis padres vetaron algunos programas de televisión. La acusación de asesinato no tenía sentido para mí, porque nunca presencié un incidente de violencia doméstica.
Tal vez habría aceptado que mi padre asesinó a dos personas si alguna vez lo hubiera visto perder los estribos. De modo que, simplemente, no entendía cómo era posible que el hombre que prohibió que sus hijos viéramos ciertos programas de televisión fuera el mismo que mató tanto a mi madre como a mi madrastra.
Después de que arrestaron a mi padre, fui con mis hermanos a vivir con una tía, con quien permanecimos poco tiempo para luego volver a casa de mis abuelos. Mas en 1996 el servicio de protección de menores tomó la tutela debido a que, accidentalmente, nuestros abuelos pasaron por alto un citatorio del juzgado. A causa de esa infracción, nos separaron de nuestros abuelos para enviarnos a un hogar de acogida.
CONDENADO POR DOS ASESINATOS
Pocos días más tarde concluyó el juicio y papá fue condenado por dos asesinatos. Horrorizado y estupefacto, me di cuenta de que mi familia estaba destruida. Pero también comprendí que mis hermanos eran lo único que me quedaba. Y así, conforme íbamos cumpliendo los 18 años de edad, abandonamos el sistema de protección de menores y empezamos a vivir como adultos.
En 2003, ya con 18 años, decidí enlistarme en el ejército y en poco tiempo obtuve el rango de oficial de la policía militar. Era la primera vez que me encontraba solo, libre de cualquier influencia externa. Y entonces comencé a darme cuenta del sinsentido de muchas cosas en torno de las muertes de Maryann y mi madre.
Aún no lograba aceptar que mi padre fuera capaz de asesinar a una persona, de modo que, en 2005, decidí visitarlo en la cárcel para obtener respuestas. Y aquella entrevista me abrió los ojos. Por primera vez, me di cuenta de que papá me manipulaba para hacerme creer que era inocente. Aun cuando lo visité varias veces en prisión a lo largo de los años, en esa ocasión comencé a percibirlo desde una perspectiva diferente.
Un año más tarde, concluido mi servicio en Irak, volví a visitarlo en la cárcel y le di un ultimátum. Si no me decía la verdad, estaría muerto para mí. Una semana después de la visita, mi padre envió una carta dirigida a mis hermanos y a mí informando que al fin estaba dispuesto a hablar de lo sucedido, así que nos reunimos con él en prisión.
UNA REVELACIÓN IMPACTANTE
Papá detalló lo ocurrido a mi madre y a Maryann, y entonces supimos que las dos murieron de la misma manera. En el caso de mi madre, dijo que tuvieron una discusión muy violenta mientras ella estaba en la bañera y que, en un intento de evitar que siguiera vociferando, le cubrió la boca con un brazo y la sujetó así hasta que mamá dejó de respirar.
Entonces añadió algo impactante: aseguró que yo entré en el cuarto de baño y vi lo que estaba pasando. Es más, insistió en que no solo estuve presente en aquel momento, sino que me ordenó que saliera.
Aunque me esfuerzo en hacer memoria, no puedo recordar que haya visto a mi padre asesinando a mamá. Sin embargo, al saber que la mató en mi presencia, tomé la decisión de nunca volver a verlo.
He reflexionado mucho en eso a lo largo de los años, y por ello he decidido convertirme en defensor de la salud mental, para así ayudar a otros a superar sus traumas. La revelación fue, necesariamente, el primer paso crítico en mi viaje, y ahora me esfuerzo en mejorar día a día en todos los aspectos de mi vida. Mi viaje prosigue, pues todavía me atormenta el recuerdo de lo ocurrido. No obstante, todos los días descubro cosas nuevas sobre mí. N
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En 2003, Todd Boczkowski prestó servicio en la Fuerza Aérea de Estados Unidos como oficial de la policía militar. A raíz de sus experiencias infantiles, está en proceso de publicar un libro y utiliza sus plataformas de redes sociales para generar conciencia sobre sus vivencias. Puedes seguirlo en TikTok. Todas las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor. Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek.