Se acicalaron para salir bien en la foto, pero no hubo sonrisas entre los recién casados. Es lógico: la unión de una española y un austríaco fue la única boda celebrada en el campo de concentración de Auschwitz.
La amarillenta foto del detenido Rudolf Friemel y de su esposa Margarita Ferrer Rey fue cedida por su nieto, junto a otros documentos, a la ciudad de Viena, que los expone por primera vez en su biblioteca hasta el 30 de septiembre.
Todo ello rememora un dulce paréntesis en medio de las tinieblas. El matrimonio autorizado por los nazis de estos dos enamorados, que fue registrado el 18 de marzo a las 11 de la mañana por el servicio de estado civil del campo.
“¿Cómo se produjo semejante acontecimiento singular?”, se pregunta el alcalde socialdemócrata de Viena, Michael Ludwig, en el preámbulo del catálogo de la exposición.
“Rudolf Friemel, destinado al mantenimiento de vehículos de la SS, tenía mejores condiciones de detención que otros prisioneros” explica el edil. “Pero el privilegio excepcional de poder casarse sigue siendo inexplicado hasta hoy”, agrega.
El anuncio de la ceremonia supuso un raro momento de alegría para muchos prisioneros, que hicieron llegar conmovedoras tarjetas de felicitación a los novios. Ahora son mostradas al público.
EL AMOR EN AUSCHWITZ
Margarita Ferrer Rey, que vivía en Austria junto al hijo de la pareja, entonces de tres años, el padre del detenido y su hermano fueron avisados por telegrama y autorizados a viajar a Auschwitz.
Rudolf Friemel, resistente enviado al campo de exterminio en 1942, tuvo el derecho de dejarse crecer el pelo. Además de llevar un traje de civil para la ocasión. Un recinto, ubicado en el prostíbulo del campo, se puso a disposición de la pareja para su noche de bodas.
Pero el feliz paréntesis fue de muy corta duración. Por haber ayudado a organizar una tentativa de evasión, Rudolf Friemel fue ahorcado en diciembre, dejando desgarradoras cartas y poemas a su mujer y al niño. Los cuales fueron a vivir a Francia tras la guerra.
Estos documentos de gran valor histórico fueron donados en 2017 por un nieto, Rodolphe Friemel, de 48 años, que lleva el nombre de su abuelo y aceptó entregarlos para garantizar su conservación.
“En el aspecto administrativo, este matrimonio es importante porque sin él no tendríamos todos esos archivos” explica a la AFP por teléfono desde el sur de Francia, donde reside.
Pero “lo más interesante”, prosigue, “es que se ve que puede haber amor en medio del horror”.
“Quizá mis abuelos hicieron todo esto con el único objetivo de volverse a ver” se interroga, décadas después de la muerte de Margarita, en 1987. N
(Con información de AFP)