El reciente plebiscito de salida en Chile, llevado a cabo este domingo 4 de septiembre, cuenta con un camino andado, partiendo como referencia en aquel octubre de 2019, cuando la ciudadanía chilena salió a las calles en el conocido “estallido social” a manifestarse en un movimiento con el anhelo de que sus demandas fueran no solo escuchadas, sino también atendidas.
Ese episodio marcó el inicio de lo que sería la redacción de una nueva constitución, que pasó por el plebiscito nacional de octubre 2020, donde la ciudadanía votó por que se redactara una nueva constitución mediante una convención constituyente.
Posteriormente, vino el plebiscito de mayo de 2021, en el cual la ciudadanía eligió a las 155 personas que conformarían la constituyente, encargadas precisamente de redactar la nueva constitución.
Transcurrido el plazo otorgado para dicha redacción, la convención constituyente hizo entrega de la propuesta de la nueva constitución al presidente, Gabriel Boric, quien convocó a plebiscito constitucional el pasado 4 de julio.
En el considerando quinto de la convocatoria destacó que, de acuerdo con el artículo 142 de la Constitución Política de la República de Chile, inciso segundo, el sufragio en el plebiscito sería de carácter obligatorio para quienes tuviesen domicilio electoral en Chile.
El voto desde el extranjero sería voluntario, habilitado en más de 60 países, y con la consigna de revisar la mesa de votación asignada mediante el sitio web.
El Servicio Electoral de Chile (Servel), autoridad encargada de la organización del plebiscito y los comicios, presentó diferentes retos. Uno de ellos fue la georreferenciación de domicilios electorales con la finalidad de asignar locales de votación más cercanos a la ciudadanía. Asimismo, por primera vez pudieron votar personas privadas de libertad que conservaran su derecho a sufragio, logrando así que 14 centros penitenciaros tuvieran votaciones.
CHILE: “APRUEBO” O “RECHAZO”
Las disposiciones para realizar campaña por el “apruebo” y por el “rechazo” fueron también publicadas por el Servel, a fin de que partidos políticos, organizaciones de la sociedad civil y parlamentarios independientes que así lo desearan pudieran registrarse.
El periodo de campaña comprendió entre el 6 de julio y el 1 de septiembre, sujeto a fiscalización por parte de la misma autoridad electoral.
En este sentido, la propuesta de la nueva constitución fue socializada a través de diferentes medios y con el firme propósito de que la ciudadanía chilena pudiese conocer su contenido y, así, emitir un voto lo más informado posible.
No obstante, la desinformación siempre alcanza algún cometido, sumado a que no es tarea fácil que la ciudadanía “de a pie” conozca, comprenda e, incluso, lea la propuesta de una nueva constitución.
Finalmente, el día de la tan esperada jornada electoral llegó. La pregunta establecida en el plebiscito fue: “¿Aprueba usted el texto de Nueva Constitución propuesto por la Convención Constitucional?”. El “rechazo” ganó con un contundente 61.86 por ciento, mientras el “apruebo” obtuvo un 38.14 por ciento.
En este orden de ideas, la participación que alcanzó el plebiscito fue histórica. Con una lista nominal de poco más de 15 millones de personas, más de 13 millones acudieron a las urnas, logrando así un destacado 85.81 por ciento.
De acuerdo con el Servel, la ciudadanía que votó en territorio chileno alcanzó un 85.97 por ciento de participación, y la del extranjero logró un 61.20 por ciento. Los votos nulos fueron del 1.54 por ciento, y los votos en blanco, de 0.59 por ciento.
EJERCICIO DEMOCRÁTICO EJEMPLAR
Más allá de calificar el resultado del plebiscito constitucional de Chile como bueno o malo, lo cual me parece que compete únicamente a la ciudadanía chilena, considero oportuno destacar algunos aspectos de este ejercicio democrático. En primera instancia, una impecable organización y ejecución por parte de la autoridad electoral Servel, cuyos resultados fueron prontos y expeditos, dotados de certeza, legalidad y transparencia.
En segundo término, el plebiscito ha plasmado un ejercicio democrático donde la mayoría expresó su opinión, dejando clara su decisión respecto de la propuesta presentada de nueva constitución.
Si bien ha sido un ejercicio que comenzó hace ya tres años con el “estallido social”, no es cosa fácil ni asunto menor el que la propuesta de una nueva constitución logre un consenso y satisfaga las necesidades de una mayoría, de una ciudadanía que salió entonces a las calles a expresar su descontento y que deja ver, aún hoy, una insatisfacción con lo que está sucediendo y con lo que se le está proponiendo.
Por último, es el propio Chile quien debe buscar la mejor salida para lograr el diálogo y el consenso, mediante sus instituciones, sus órdenes de gobierno y su ciudadanía, en torno a una nueva constitución que, si bien han dejado claro que anhelan, aún no encuentra cabida en la mayoría de las y los chilenos. N
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Gema N. Morales Martínez es consultora internacional en democracia, elecciones y participación ciudadana. Es profesora de cátedra en el Tec de Monterrey y coordinadora de publicaciones sobre democracia, participación ciudadana, educación cívica, voto nulo, pueblos originarios, género y juventud. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.