Cuando un carcelero sirio lo introdujo a empujones en una celda mal iluminada, Abdo se encontró con los pies hundidos en lo que parecía ser una montaña de sal. Un elemento insólito que escondía dentro todo el horror del conflicto.
Aquel día de invierno de 2017, este joven sirio llevaba ya dos años encerrado en la cárcel más grande y célebre del país, la de Sednaya, cerca de Damasco.
Como llevaba tiempo sin apenas probar la sal en la comida de rancho que le servían en prisión, rápidamente se llevó a la boca un puñado, con avidez.
Poco después se llevó una macabra sorpresa, al tropezar con un cadáver demacrado y semienterrado en la sal. Al poco, Abdo se encontró con otros dos cuerpos, deshidratados por el mineral.
Entonces supo que se encontraba en lo que los presos sirios llaman las “celdas de sal“, una suerte de mortuorios muy básicos concebidos para preservar los cuerpos, a falta de morgues refrigeradas.
EN SEDNAYA SE CREARON AL MENOS DOS CELDAS DE SAL
El método se remonta a los embalsamadores del antiguo Egipto, y encontró su versión moderna en la Siria de Bashar al Asad, superada por las matanzas perpetradas a escala industrial en las cárceles.
Por primera vez, las celdas de sal aparecen descritas en detalle en un informe que sacará en breve la Asociación de Presos y Desaparecidos en la Prisión de Sednaya (ADMSP).
En una investigación adicional y en entrevistas realizadas con personas que estuvieron allí detenidas, la AFP averiguó que en la prisión de Sednaya se crearon al menos dos celdas de sal.
Abdo, un hombre de la ciudad de Homs, que ahora tiene 30 años y vive en el este de Líbano, pidió que no se publique su verdadero nombre por miedo a represalias contra él y su familia.
Cuenta en su pequeño apartamento alquilado que a él lo enviaron a la celda de sal a la espera de comparecer ante un tribunal militar.
LAS CELDAS DE SAL DE COLOR ROJO
“Mi primer pensamiento fue: ¡que Dios los castigue! Tienen aquí toda esta sal, y no la usan para ponerla en nuestra comida”. “Luego choqué con algo frío. Era una pierna”.
Unas 100,000 personas han muerto en las cárceles del régimen sirio desde 2011, una quinta parte del balance total de muertos en el conflicto iniciado aquel año, según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH), una oenegé con sede en el Reino Unido.
Abdo describe la celda de sal en la primera planta del edificio, de color rojo, como una habitación rectangular de seis metros por ocho, con un retrete en una esquina.
“Pensé que mi destino era ser ejecutado”, dice recordando cómo se acurrucó en una esquina, gritando y recitando versículos del Corán.
El guardia lo condujo finalmente ante el tribunal. Al salir de la celda, vio una pila de bolsas con cadáveres dentro, junto a la puerta.
“MI CORAZÓN MURIÓ EN SEDNAYA”
Al igual que miles de compatriotas, Abdo fue encarcelado bajo acusaciones de “terrorismo”. Quedó en libertad en 2020, y asegura que la experiencia lo marcó de por vida.
“Ha sido lo más duro que he vivido nunca. Mi corazón murió en Sednaya. Si alguien me anunciara ahora mismo la muerte de mi hermano, no sentiría nada”, dice.
Desde el inicio del conflicto se cree que pasaron por la prisión de Sednaya unas 30,000 personas. Sólo 6,000 recobraron la libertad. N
Newsweek en Español te recomienda también estas notas:
Líder de ISIS se inmola durante operación de EU en Siria
Tribunal condena a Siria, México y Sri Lanka por crímenes contra periodistas
Minas antipersonales, ‘asesinas invisibles’ que siguen cobrando vidas en Siria